Historia de

Nadia Comaneci, la primera en obtener un 10 olímpico

El icono de la gimnasia artística, pentacampeona olímpica, fue la primera atleta en recibir un 10

Nadia Comaneci en 1977 en un entrenamiento en España
Nadia Comaneci en 1977 en un entrenamiento en España EFE

La imagen de los cuatro colosos del deporte mundial, Rafa Nadal, Carl Lewis, Serena Williams y Nadia Comaneci portando la antorcha olímpica en la ceremonia de apertura de París 2024 será parte ya del recuerdo histórico de los JJOO. Representando la excelencia en cada uno de sus deportes, además de sus logros olímpicos, todos ellos son historia viva de proezas deportivas inigualables.

Carl Lewis, Rafael Nadal, Nadia Comaneci y Serena Williams portan la antorcha durante la ceremonia de apertura de Paris 2024. EFE/EPA/YOAN VALAT

La exgimnasta rumana de 62 años, cinco veces campeona olímpica, es una de las figuras más icónicas del deporte mundial, y por descontado, de la gimnasia artística.

La novia de Montreal

Con tan sólo 14 años, siendo una de las atletas más jóvenes de aquellos Juegos de Canadá, Comaneci desafió los límites hasta entonces conocidos, cuando en su ejercicio en barras asimétricas obtuvo el primer 10 de la historia. La anécdota de aquel logro sin precedentes lo protagonizaron los propios marcadores, que no estaban preparados para los dos dígitos (nadie jamás había obtenido un 10) por lo que mostraron, por error, un 1,0.

A ese 10 que representaba la perfección, llegaron seis más. Jamás ningún deportista hombre o mujer había logrado tal cosa.”Es el sueño de todo niño. Todo el mundo quiere ser único. Cuando yo era deportista los niños no tenían tantas oportunidades de practicar deporte, mucho menos las niñas”, afirmó.

Nadia Comaneci durante los JJOO de Montreal su ejercicio de barras paralelas en el que obtuvo un 10

Nadia Comaneci durante los JJOO de Montreal su ejercicio de barras paralelas en el que obtuvo un 10

El boom que supuso su actuación en los Juegos Olímpicos, le catapultó a la fama de inmediato, de hecho quedó ya para la posteridad su apodo `la novia de Montreal´. En un mundo sin tecnologías, sin inmediatez y sin redes, la joven Nadia respondía los cientos de cartas de fans que iban llegándole a su buzón.

Lejos de lo que se pueda pensar,  a pesar de la fama mundial, su vida no fue fácil. Estuvo marcada por el sacrificio de un deporte y un país que lo llevaron al límite.

Una vida de sacrificio

Bajo la dirección de la pareja de entrenadores Martha y Bela Karoli, las gimnastas del equipo rumano tenían que entrenar aunque estuvieran enfermas o lesionadas. Eran privadas de comida y bebida para evitar que aumentaran de peso. Llegaron a beber agua de la cisterna del váter o a comer pasta de dientes, según testimonios plasmados años después en libros y entrevistas.

Bela Karoli fue el primero que pensó que niñas de 12, 14 o 16 años podían llegar a lo más alto, en un deporte en el que hasta entonces triunfaban mujeres que superaban los 20.

Sobre esas adolescentes, el técnico ejerció un dominio absoluto: de lo que hacían, de lo que comían, de lo que decían, de lo que estudiaban.

“Bela era tan duro que Nadia me dijo un día que sentía su presencia a un kilómetro de distancia”, comentó en una ocasión otra gimnasta, Cristina Vladu.

Su lucha por la igualdad

En su momento la joven rumana nacida el 12 de noviembre de 1961 en Gheorgheni no fue consciente de su presente ni de su contribución tanto al deporte como a la igualdad. Comaneci adoptó posteriormente la nacionalidad estadounidense aunque conservando también la rumana.

En el marco de los premios Laureus de esta edición, reflexionaba sobre esto, “hace 48 nunca había oído hablar de igualdad de género y yo solo fui e hice lo que tenía que hacer” confesaba Comaneci.

“Ahora me alegro porque conseguí lo que nadie, ningún hombre, habría logrado (el 10). El deporte me dio una voz cuando solo tenía 14 años y me siento orgullosa porque esa niña abrió la puerta a otras mujeres”.

Hoy la labor solidaria de Nadia Comaneci está precisamente dirigida a la inclusión y a la igualdad. Tiene un hospital con su nombre en Bucarest y contribuye activamente en proyectos benéficos a través de la Fundación Laureus. 

 

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