Seguro que alguna vez han deseado embarcarse en algo con todas sus fuerzas pero a la vez el miedo les frenaba ese mismo anhelo. A Marta Vázquez también le ocurrió. Y cuesta creerlo tratándose de alguien que ha llegado pedaleando con sus piernas desde Huelva hasta Estambul durante ocho meses de aventura. Pero sí, ella sintió pánico la primera vez que se enfrentó al hecho de viajar sola. ‘Intenté que alguien me acompañara a toda costa pero era imposible cuadrar agendas, así que me busqué un destino que dentro de lo malo, fuese asequible hacerlo sola. Empecé por el Camino de Santiago porque al menos sabes que duermes y comes en lugares seguros y acostumbrados a recibir peregrinos. Me parecía fácil conocer gente allí’. La experiencia fue éxito que llevó a la onubense a otra dimensión. “Jamás me he sentido mejor conmigo misma que viajando sola, me sentí segura de mí misma y con la sensación de poder con todo. Viajar sola te empodera”. Con esa fuerza se puso manos a la obra a dar la vuelta al mundo. Recorrió Asia, Oceanía y un poco de Sudamérica en transportes públicos. Un viaje que le cambió la manera de ver y vivir la vida.
Sintió una sensación de libertad que le recordaba a la que sentía de pequeña cuando su familia la llevaba los fines de semana al campo. ‘Me encantaba el contacto con la naturaleza’.
Una sensación bien distinta a la de asfixia que sintió esta periodista en la pandemia. ‘En ese momento trabaja en comunicación dentro del área sanitaria y lo pasé fatal. Sola en casa, encerrada trabajando casi 24 horas al día. Me di cuenta que esa no es la vida que quería’. Ella quería hacer un segundo viaje definitivo.
De nuevo el miedo hizo acto de presencia. ‘Siempre se te pasa por la cabeza si no es una locura dejar tu trabajo estable por seguir un sueño. Me aparecieron los, ¿y si no encuentro un empleo nunca más?’
Pero lo que acabó de darle el empuje definitivo para acometer la hazaña fue ver cómo ardía ese campo, esa sierra de Huelva que tantos momentos felices le había regalado en su niñez. ‘Se me encendió la bombilla y decidí registrarme en una plataforma de crowdfunding para vincular mi viaje a un fin solidario. Así nació “Por piñones”.
La onubense quería recorrer en bici los 8.000 kilómetros que separaban su ciudad natal de Estambul. A un euro el kilómetro serían 8.000 que se destinarían para reforestar la sierra de Huelva y otra parte para gastos de su aventura. No le fallaron mucho las cuentas. Lo recaudado fueron 7.000 euros con los que ya se están reforestando árboles de esa cordillera tan malherida. Muchos fueron los que le dijeron que era imposible, que sin ser deportista de élite y con una bici del Decatlón consiguiera tremenda gesta.
Pero la fuerza de una mujer empoderada no conoce límites. ‘Es lo mejor que he hecho en la vida, de los ocho meses que estuve de viaje sólo hubo uno en el que me planteé abandonar’. Fue en una noche difícil en la que una lesión, una rotura en su bici y malas noticias desde España, hicieron flaquear sus fuerzas. ‘Yo compartía cada jornada en redes y ese día transmití mi bajón mental. Al día siguiente había recibido tantos mensajes de apoyo de gente anónima que se me borraron de un plumazo las ganas de abandonar’.
Marta ha concluido de sus viajes, que el 99% de la gente, es buena gente. Recuerda con especial cariño a una familia vietnamita con la que quedó a tomar un café. ‘No podían acogerme en su casa porque la comunidad de vecinos en la que vivían prohibía acoger a extranjeros. Pero hablando con ellos debe ser que me vieron necesitada de cariño y compañía y a los pocos minutos de habernos despedido, volvieron a aparecer en ese mismo bar el padre y el hijo con un cepillo de dientes. Era su manera de decirme, ven a nuestra casa, te vamos a hacer sentir cómoda. Se saltaron las normas para no dejarme sola en una noche que estaba siendo dura para mí. Y eran unas personas a las que acababa de conocer. Gestos y gente así es lo mejor que me llevo de esta locura’, concluye Marta entre lágrimas de emoción al revivir el momento.
Cuando ocho meses después llegó a Estambul lo primero que hizo fue llamar a su familia llena de satisfacción. También a los amigos que había conocido durante el viaje y que esperaban ansiosos noticias sobre el final de su travesía. ‘Sin todas esas personas que me acogieron y me acompañaron no hubiera podido hacerlo’.
Ahora Marta quiere animar a la gente a romper esquemas, a soltar lastre y a atreverse a conocer todo lo que el mundo tiene para ofrecer. Por eso trabaja en la creación de su propia agencia de viajes, con escapadas diferentes y únicas como las personas que ella se ha encontrado en el camino. Porque atreverse a vivir tiene siempre su recompensa.