Es día de entrevistas para María Xiao tras conseguir el doble billete a los Juegos Olímpicos. Y llega a la de Artículo14 con una enorme sonrisa porque por fin ha conseguido no ponerse nerviosa ante las cámaras. “Hace unos años perdía los nervios cuando se ponían a grabar, o me ponían un micro delante, es que me quedaba muda, y hoy he conseguido hablar bastante y hasta lo he disfrutado” nos cuenta orgullosa nada más saludarnos, aunque añade: “Aún así prefiero una entrevista como la tuya sin cámaras.
Alejada de todos los focos pasa estas últimas semanas previas a la cita olímpica concentrada en el CAR de Madrid tras lograr clasificarse para sus segundos Juegos con doble candidatura en modalidad individual y mixta.
Ya conoce estos muros porque el centro madrileño fue su casa durante muchos años y hay cosas que echa de menos: “lo mejor es que cuando estás aquí te puedes dedicar cien por cien a tu preparación como atleta, no tienes que pensar en hacer la compra, ir al banco, no tienes que preocuparte de las cosas cotidianas del día a día”. Porque ahora María Xiao vive sola en un piso en Murcia donde tiene su equipo: “En realidad vivo con mis padres pero como son entrenadores de ping-pong están fuera casi todo el año”.
Sus padres fueron jugadores profesionales de tenis de mesa
Son ellos precisamente los responsables de que la joven esté camino de los Juegos Olímpicos porque no, la de María no ha sido una historia de amor con el tenis de mesa. Más bien empezó por imposición: “Mis padres eran los dos jugadores profesionales de este deporte y me llevaban todo el tiempo a sus lugares de entrenamiento”. Las niñas normales crecen en el parque subidas a los columpios y jugando con muñecas, pero ella ha crecido entre pistas de tenis de mesa, y recogiendo pelotas en los partidos. Se llegó a sentir como en una cárcel.
“Yo veía a otros niños y pensaba: qué suerte, ellos pueden estar ahí siempre que quieran y yo no”. Por eso, nos cuenta, no quería saber nada de ese deporte.
Para los padres de María de nacionalidad china, todo su mundo giraba en torno al ping-pong en un país donde ser atleta profesional es no sólo un orgullo, sino una disciplina de vida. Pero María Xiao siguió creciendo y al final se reconcilió con el deporte e hizo suyo aquello de “si no puedes con el enemigo únete a él”. De repente se vio ganando a todas las rivales a las que se enfrentaba en los torneos a los que sus progenitores la apuntaban. Y entonces se dio cuenta de que quizás aquello que se le había impuesto por decreto, podía convertirse en su propio sustento. María asegura que ha tenido más calidad de vida que su familia, y que puede vivir de su profesión dignamente. También reconoce que hay una parte mala, la de todo lo que se pierde en la vida: “Es triste pero no tengo amigas más allá de las que he he forjado en el mundo del tenis de mesa”. Y es un poco rollo porque al final siempre estás hablando de lo mismo”.
Tampoco ha hecho ningún viaje que no sea de competición: “Nunca he hecho una maleta sin meter una pala de ping-pong”.
Es la cara B de dedicarse en cuerpo y alma al deporte de élite. Aunque tiene en mente la preparación de un equipaje que irá ligero de ropa de tenis: “En mayo cumplí 30 años y hablamos con dos compañeras del equipo de hacer un viaje cuando acabemos la temporada solo de ocio, y en el que no se hablará de deporte. Haremos cosas de personas normales, visitar sitios, salir a cenar o tomar algo por la noche”. Hay que recalcar que cuando María nos habla de su plan de vuelo, se le vuelve a iluminar el rostro de un modo especial.
Lo mismo le sucede al hacerlo de su próximo destino: París. Ya estuvo en los de Tokio pero entonces asegura, estar muy verde todavía: “Ahí fuimos a disfrutar y a vivir la experiencia de estar en la Villa Olímpica con los mejores atletas del mundo”. Recuerda el lujo y la emoción que sintió al jugar al tenis de mesa con el mismísimo Pau Gasol: “ La verdad es que se le daba genial y nos contó que había jugado mucho cuando era joven y se notaba”.
Este año le encantaría que se acercaran a su pista Alcaraz, Nadal o Carolina Marín. Aunque lo que realmente quiere es dejar a España en lo más alto: “Este año vamos a competir, a dar guerra”.
El oro sigue llevando el apellido chino, pero están en el top 8 de los cabeza de serie y ahí todo puede pasar: “Dependerá mucho del cuadro que nos toque y de que en octavos no nos toquen las chinas. Si tenemos suerte ahí entonces todo puede pasar y la medalla no resulta un imposible”.
Mentalmente María tampoco es la misma de entonces. A su buena mano se le une la madurez que ha adquirido para enfrentarse a los partidos. Tiene como ritual llamar a su psicólogo minutos antes de cada uno de sus encuentros para contarle sus miedos, y eso la ayuda mucho. También le beneficia competir en dobles porque afirma, se divide la presión. Aunque quien más sufre los nervios antes de sus competiciones son sus padres que van a hacer lo posible por estar en la cita olímpica de su hija: “mi madre ha estado nerviosa todo el año porque no lo tenía fácil para clasificarme. A principios de año estaba con muy pocos puntos y la mujer se ha pasado todo el año haciendo números”. Pero finalmente la tenista logró su sueño y el sueño que ellos nunca pudieron conseguir.
Traerse de vuelta en la maleta una medalla sería el broche de oro perfecto para María y compañía.