La indomable Arantxa

El 10 de junio de 1989 la tenista sentó a España frente al televisor con solo 17 años para verla disputar la final de Roland Garros frente a la entonces número 1 Steffi Graf

La tenista Arantxa Sánchez Vicario posa con el premio al Compromiso que le ha concedido la Federación Internacional de Tenis tras la clasificación del equipo español a la fase final de la Copa Federación, después de la victoria de la tenista española Carla Suárez ante la japonesa Kurumi Nara, durante el partido correspondiente a la eliminatoria que se celebró en la Manga Club en Cartagena, Murcia en febrero de 2020. EFE/Marcial Guillén

A finales de los 80, mientras comenzaba a forjar mi carrera como periodista deportiva -sí, una mujer en un mundo de hombres- fue en el deporte precisamente donde encontré una gran inspiración. Ella reunía todo lo que se necesitaba para caminar en un mundo profesionalmente poco acostumbrado al protagonismo de las mujeres en la España de entonces. Carácter, coraje, ambición, sacrificio, trabajo, lucha, garra. Jamás dar nada por perdido. Todo eso lo reunía una joven barcelonesa en la pista de tenis llamada Arantxa Sánchez Vicario, la que sigue siendo, a día de hoy, la mejor tenista española de todos los tiempos.

El 10 de junio de 1989 sentó a España frente al televisor con solo 17 años para verla disputar la final de Roland Garros frente a la entonces número 1 Steffi Graf, que ya llevaba 5 Grand Slam en su palmarés. Para cualquier español que ronde el medio siglo y sea medianamente aficionado al deporte, la remontada de Arantxa aquella tarde fue memorable. Empezó perdiendo el primer set 7-6, le dio la vuelta en el segundo 3-6, levantó el tercero tras ir 5-3 abajo con saque para la alemana, y acabó con 7-5 lanzando la raqueta al aire para rebozarse en la tierra de París. Un hito para el deporte español. Un ejemplo para las niñas que empezaban a practicar deporte con la ambición de poder competir y ganar.

Aquella gesta había sido anunciada por ella misma los días previos, insistiendo en que “Steffi no es invencible”. Pero los periodistas no la creían. Graf llevaba 5 títulos de Grand Slam consecutivos, Arantxa ya había debutado el año antes en unos JJ. OO., los de Seúl con 16 años, era número 10 del mundo y su famoso grito de “¡vamos, vamos!”, escenificaba la fe inquebrantable que tenía en sí misma, algo que hemos vuelto a disfrutar durante los últimos 20 años con Rafa Nadal.

Arantxa se ganó a un país que se enamoró de ella por su manera de ganar, pero también porque estaba huérfano de referentes femeninos. Ella, con su sonrisa y cara de pícara, espabilada, simpática, muñequera con los colores de la bandera española,  siempre bajo la atenta vigilancia de una madre entregada a la carrera de su hija, vivió esa década prodigiosa sobrellevando su tremenda popularidad. Llegaron los JJ. OO. del 92 en su ciudad, sintió la presión como nunca, pero logró colgarse el bronce en individual y la plata junto a Conchita Martínez en dobles. La vida de la joven barcelonesa iba a velocidad de vértigo, era más difícil para ella asimilar todo lo que estaba viviendo que afrontar a sus rivales.

La menor de los hermanos Sánchez Vicario logró 4 títulos de Grand Slam individuales, 6 en dobles y 4 en dobles mixtos, y tiene 4 medallas olímpicas. Su esfuerzo, trabajo duro y sacrificio durante 17 años de su vida han sido también sus pilares más fuertes cuando sus cimientos se vinieron abajo. Su historia personal de desencuentro familiar, divorcio, ruina económica, juicios y reencuentro posterior con su familia es de sobra conocida.

Treinta y cinco  años después, Arantxa ha cruzado el océano esta semana desde Miami para recibir el premio que “El Desmarque” le ha otorgado. En Sevilla, la ciudad del embrujo y del olor a azahar me he encontrado a una mujer con la fuerza intacta que siempre transmitió su mirada, con la misma sonrisa, idéntica simpatía y peleando con la naturalidad con la que siempre lidió en el tenis las bolas imposibles que la vida le ha puesto en su camino.

“No me quería perder la ocasión de agradecer este premio a El Desmarque y poder volver otra vez a mi país. Siempre he intentado dejarlo en lo más alto, siempre ha estado en mi corazón y siempre lo va a estar, muchas gracias por darme la oportunidad de estar aquí y recoger este premio” dijo Arantxa emocionada.

Y después, una reflexión muy valiosa sobre el deporte y la vida “los valores que tiene el deporte te ayudan luego en la vida personal. Yo siempre he sido una luchadora, como se dice ahora, una resiliente. Y sigo siéndolo. La vida me ha demostrado que siempre puedes mejorar, aprender, hay momentos mejores y peores. Tengo dos hijos maravillosos que son los que me han dado la fuerza para poder continuar  y seguiré luchando.”

La casualidad hizo coincidir el anuncio de la retirada de Rafa con el aterrizaje de Arantxa en Sevilla. Ella dejó otra frase cargada de mensaje “bienvenido a la vida real, Rafa”.

Qué día y noche de emociones. Comprobar que a Arantxa no la tumba nada ni nadie, que su fortaleza sigue intacta, y que en persona es la misma mujer que hace más de 30 años me emocionó y guio desde la pista, ha sido un gran regalo. De esos que esta maravillosa profesión de periodista nos deja de vez en cuando.