En el fondo, el fútbol no es tan raro. Sí es verdad que es el único deporte donde el colista puede ganarle al líder un partido. La sorpresa gorda se espera más que se produce. Cuando un equipo coge la onda, generalmente gana. Y más en un torneo corto. Las excepciones confirman la regla. Esta vez la sorpresa era imposible.
España había sido la mejor selección de esta Eurocopa, Inglaterra no sabía muy bien cómo estaba en la final de Berlín. ¿Iba a equivocarse el mejor equipo y mejorar tantísimo el otro? No, y es más: Inglaterra estaba porque España no podía jugarla sola. Necesitaba un rival. A efectos de desenlace, daba igual su nombre. Fueron cayendo todos: Croacia, Italia, Alemania y Francia, también los simpáticos albaneses y georgianos. Daba igual. Como si Inglaterra pedía prestados jugadores de otras selecciones y montaban un España-Resto de Europa. Ganaba España. Es curioso: hemos podido con los campeones del mundo europeos. Lo fueron en otros tiempos, claro.
Fue una final en la primera parte, con ese aire de no vamos a equivocarnos, a perder el control, sin riesgos… No fue la mejor versión de España, pero su superioridad era palpable. No en el marcador, sí en el aroma. Al descanso llegamos temiendo por Rodri, Nico y Le Normand, pues se retiraron cojeando. Rodri no pudo seguir, le suplió Zubimendi y fue como si hubiera salido Rodri con careta. Y Nico Williams metió el famoso gol de cojo, que esta vez no lo era tanto. Como no dio una de sus carreras en los últimos veinte minutos del primer acto… Volvió como nuevo y en dos minutos aprovechó un pase-gol de Lamine para abrir el marcador.
Casi nadie creía
Los pueblos de España con pantalla gigante enloquecieron, fue volver a jugar con 1-0. Luego pudieron caer dos o tres más. Incluso cuatro. Mudo quedó el personal con el tanto de Palmer, pero no hubo un renuncio, una duda: íbamos a ganar. Emergió Oyarzabal y me alegro: ha sufrido mucho, ¡qué revancha! Y luego, con el 2-1, Dani Olmo sacó el balón con un cabezazo prodigioso. Fue como celebrar otro tanto. Sabe marcar goles, fabricarlos y sacarlos. Un fenómeno que además se ha llevado la Bota de Oro de la Eurocopa con tres dianas en seis partidos.
Dio gusto ver festejar al equipo y a la gente, España fue una mancha roja feliz, alegre, confiada: unida. Y cuando eso pasa… ¡Qué delicia! La cuarta después de doce años de espera y la confirmación de que ha nacido una generación. En dos años, Mundial. Lo que ha cambiado el cuento… Casi nadie creía y ahora miramos a todos desde arriba. Nos espera un futuro excitante. En el fútbol y en el tenis. El día empezó con lo de Carlos Alcaraz en Wimbledon. 3 a 0 a Djokovic que le ganó cuatro juegos en los dos primeros sets. En el tercero fueron seis, pero Carlitos llegó hasta siete.
Era el arranque esperado, Wimbledon 2 del murciano. Todos esperábamos que abriera el camino de un domingo de ensueño. El fútbol no iba a fallar. Esta tarde estarán futbolistas y Alcaraz en Cibeles celebrando lo muchísimo que hay que celebrar. Lamine Yamal, en Cibeles. El fútbol es maravilloso.