Arranca una nueva edición del torneo de los torneos en cuanto al planeta tenis se refiere: Wimbledon, el Grand Slam más famoso y popular del mundo, se disputa en julio en Londres. Y hoy queremos recordar a dos de las tenistas más laureadas y exitosas en la hierba londinense, las hermanas Williams y una historia que comparten y que no mucha gente conoce.
El apellido más exitoso
Entre Serena y Venus Williams acumulan ni más ni menos que 12 trofeos de campeonas de Wimbledon: Venus abrió la lata en el año 2000, y entre esa edición y la de 2016, entre ella (5 en su haber) y Serena (7 títulos), se repartieron el 75% de los triunfos en este Grand Slam. Y todo ello sin contar las ediciones en las que fueron finalistas, pero no pudieron hacerse con la victoria. Sin duda, las dos principales dominadoras en la historia de Wimbledon, y dos de las más grandes tenistas de todos los tiempos.
Pero que nadie crea que su carrera ha sido un camino de rosas: tal vez muchos ya conozcan, por películas, documentales o reportajes, la dureza con la que su padre y entrenador las crió; solo tenía un objetivo: convertirlas en tenistas profesionales, las mejores del país. Lo consiguió, y con creces, aunque ellas sufrieron por el camino.
Una tortuosa infancia que sobrepasó los límites de la educación adecuada y de lo que se supone que deben hacer dos niñas de las edades de las Williams. Pero esa historia merece, sin duda, un extenso capítulo aparte.
La que hoy queremos recordar es otra historia relacionada con las Williams, más tortuosa todavía, y tal vez menos conocida. La de Venus y Serena no era una familia con dos hermanas, era una familia con cinco. Su madre, Oracene Price, se unió a Richard Williams cuando ya tenía tres hijas de una relación anterior: Yetunde, Lyndrea e Isha. Con Richard tuvo a Venus y Serena, y todos acabaron criándose juntos en Crompton (California).
Yetunde era la mayor de las cinco, y desde muy pronto se convirtió en un referente de vida y una figura de responsabilidad para las dos pequeñas, especialmente para Serena, la benjamina de la familia. Sí, las tres mayores también pasaron por el suplicio de ser ‘formadas’ por Richard para convertirse en tenistas profesionales, pero no fructificó en ningún caso; Yetunde optó por la enfermería, Lyndrea por la moda e Isha por la abogacía.
Todo discurría por ese camino, con las dos pequeñas abriéndose paso en el tenis profesional… hasta 2003, el año en el que todo cambió para la familia Williams-Price. Hace 21 años, la mayor de las hermanas fue alcanzada por una bala en el pecho mientras iba en su coche con su pareja, Rolland Wormley, en el barrio que la vio crecer, Crompton. Murió en el acto. Tenía 31 años.
Las primeras pesquisas apuntaron a un desgraciado accidente, a una ‘bala perdida’ de un maleante que confundió a Yetunde con otra persona. Pero con el paso del tiempo y el avance de las investigaciones, se acabó descubriendo que aquel capítulo no tuvo nada de azaroso, y que esa bala que acabó matando a la hermana mayor de Venus y Serena tenía un destinatario claro: Rolland, la pareja de Yetunde. Él, en libertad condicional, formaba parte de una de las bandas callejeras de Crompton, una de las ciudades más peligrosas de Estados Unidos que cuadriplica las cifras de delincuencia de la media nacional. La mala suerte hizo que una bala con el nombre de él acabara con la vida de ella. Y cuando una vida inocente se apaga, muchas otras vidas de alrededor se ven afectadas, incluyendo las de sus tres pequeños. La abuela, Oracene, no dudó en hacerse cargo de ellos, tal y como había hecho siempre de su amplia familia.
En cualquier caso, la muerte de Yetunde fue devastadora para la familia, y especialmente para Serena. Su hermana mayor, su referente, su persona de confianza, ya no estaba. Por aquellos tiempos, la pequeña de las Williams ya era número 1 del mundo. Le afectó hasta el punto de caer en depresión y tener que hacer un paréntesis en su carrera profesional. Pero superó el duelo. Luchó y venció a la depresión. Y volvió al tenis. Y volvió a ganar; primero eran partidos, después fueron torneos menores, y finalmente volvió a experimentar lo que es ganar un Grand Slam: lo hizo en 2005 en Australia. Pero volvió a tardar dos años en levantar otro trofeo de Grand Slam, y volvió a ser en Australia.
Serena Williams: “Si gano será para ella”
Aquel de 2007, sin embargo, fue más especial todavía para ella. ¿Por qué? Porque, tras tres años y medio de dolor, quería dedicarle un gran triunfo a su querida Yetunde: “Sobre todo, me gustaría dedicar esta victoria a mi hermana, que no está aquí. Su nombre es Yetunde. La amaba tanto. Hace algunos días dije ‘si ganó esto, será para ella’. Muchas gracias, Tunde”. Estas fueron las palabras que dedicó Serena a su querida hermana mayor, fallecida en 2003, nada más arrasar a María Sharapova en la final del Open de Australia de 2007.
Después de esto, tanto Serena como Venus continuaron agrandando sus nombres en la historia del tenis, con títulos durante una década más. Pero, sin duda, su mayor victoria fue superar la desgracia familiar que supone perder a una hermana de apenas 31 años, reponerse, volver a lo más alto y llevar con ellas, en el corazón y en el pensamiento, a su querida Yetunde.