La presión que anula el talento deportivo

Artículo 14 entrevista a Eli Amatriain ex jugadora de pádel y psicóloga deportiva para conocer los fantasmas que acechan la mente de las atletas de alta competición

Eli Amatriai en su último partido como jugadora profesional

Todo está en la mente. Esta frase se repite ahora como un mantra en nuestra sociedad. Hoy por fin se normaliza el hecho de acudir con asiduidad a la consulta de un psicoterapeuta. 

Pero para las deportistas de alto nivel el psicólogo es un miembro imprescindible dentro del equipo de profesionales con los que trabajan desde hace muchos años.

Quizás desde fuera no se ve, pero detrás de los focos, de las pistas o del ranking se esconde la presión a la que están expuestas. Se juegan mucho en muy poco tiempo. La ansiedad que pueden llegar a sentir es de tal magnitud que si se escapa de su control les hace perder partidos, o tomar la decisión equivocada en momentos decisivos. 

“Pensamos que son superheroínas y nos parece normal que estén sometidas cada día a esos niveles de estrés y de presión”. Quien lo dice es Eli Amatriain, ex número uno del mundo de pádel, que apenas ha colgado hace un año la pala, y que se dedica ahora en cuerpo y alma a precisamente, ayudar a sanar las mentes de los y las deportistas, no sólo de pádel sino de otras muchas disciplinas. 

Según ella misma nos cuenta, los fantasmas recurrentes en las mentes de quienes dedican su vida al deporte son el excesivo enfoque en el resultado. Y dificultades en la confianza. 

Es difícil decirle a un deportista o a una deportista que no puede poner el foco en los resultados, pero en el momento en el que sólo se centra en alcanzar buenos resultados y en lo que los demás esperan de él o de ella, aparecen las fuentes de presión.”

Y añade: “Claro que va a haber un foco en el resultado, pero tienen que aprender a naturalizarlo. Mi trabajo es ayudarles a que se centren en lo que controlan, hacerles responsables. Tras una derrota deben pensar en qué pueden hacer para mejorar sus entrenamientos, en qué pueden trabajar para llegar al próximo torneo más preparadas. E insistir y ser conscientes de sus fortalezas, de lo que sí las hace buenas.” 

Se trata, resume la psicóloga, de que intenten pensar en cómo quieren jugar para ganar ese partido en vez de pensar sólo en querer ganar ese partido. 

Aunque Amatriain asegura que no es fácil conectar con la parte interna de la persona. Es lo que en psicología se llama identidad unidimensional: “la tenista que se cree 24 horas tenista” y sólo vive por y para ese deporte y sólo le vale ganar. Se trata, insiste, en poner el foco en la necesidad de cultivar la parte ajena a la profesional. Dedicarle tiempo a los intereses propios, a socializar, tomar un café, ir al cine.

“Tienen que salir de la burbuja. Yo a mis jugadoras y jugadores les digo que la noche antes de un partido no pueden hablar de pádel ni ver el partido de sus rivales. Les animo a hacer otras cosas. Algunas aprovechan para estudiar la carrera que compaginan con el deporte porque las evade de la competición, otros salen a cenar con sus parejas, y algunos se quedan jugando a la play Station en el hotel. Siempre intento que busquen una actividad que les genere bienestar personal en algo ajeno a la actividad deportiva. Espacios en el día que las saquen del modo jugadora.

Si estas 24 horas los 7 días de la semana siendo jugadora en el momento en el que te retires tienes mas posibilidades de una retirada complicada”.

Eli afronta otro de los grandes problemas psicológicos a los que se enfrentan las atletas, el fin de su carrera deportiva: “El ser humano tiene una única certeza, que se va a morir. Y la deportista tiene la certeza de que se va a morir y de que se va a retirar.” La retirada no se trabaja al final, se trabaja desde que una es profesional, cultivando lo personal no el personaje que entra a la pista.

De esto Eli habla con conocimiento de causa. “Por suerte siempre he sido una persona muy familiar y he cultivado mucho esa parte. En mi entorno se vivía el pádel como mi trabajo, nada más.” 

Además esta ex jugadora de Logroño siempre sintió inquietud por los estudios y se graduó en psicología antes de su retirada. Los dos últimos años como jugadora profesional los compaginó con su trabajo de psicóloga. “Fue un jugador del circuito quien me llamó y confió en mí para ser su psicoterapeuta.”

Sobre cómo se vive sin la adrenalina de la competición asegura no echarla de menos. “Creo que comprendí de un modo natural que mis años como jugadora fueron buenísimos pero lo que venía después también me llenaba e ilusionaba”. 

Aunque reconoce que no siempre es así: “tengo amigas ex jugadoras que me cuentan que no han vuelto a sentir nada parecido a esa adrenalina”. Y no sólo es normal sino que es algo científico: es algo químico también, el deportista se hace adicto a la intensidad emocional que esconde grandes descargas de cortisol y dopamina. Siempre vemos a un jugador eufórico cuando gana y hundido cuando pierde. Eso es también un proceso químico de nuestro cerebro a lo que el cuerpo se acostumbra y se engancha a sentir.” 

La retirada de Eli no fue un drama pero sí vivió la peor cara del deporte que ocupa estas líneas, hace unos años. Esa presión que bloquea el talento deportivo. Tras el número uno que alcanzó junto a su compañera Patty Llaguno el pádel femenino se volvió mucho más ofensivo y rápido, con una pegada mucho más fuerte que nada tenía que ver con el juego de esta dupla. Y tocó fondo como la primera. Y pasó de ser feliz entrando en una pista de pádel, a vivir un calvario por tener que estar dentro de ella. 

“Llegué a entrar a pista con la sensación de estar estafando a la gente que había pagado una entrada para vernos. Sentía que mi juego no era digno de ser visto. Soy el claro ejemplo de cómo la presión de lo externo, de lo que los demás esperan de ti puede destruirte”. 

En su caso lo ajeno eran esas voces críticas con su estilo de juego que demandaban a ella y a su entonces compañera un juego más ofensivo y agresivo que imprimiese una mayor velocidad de bola. Desbordada por la presión recurrió a un psicólogo. 

“Él me ayudó a no enfocarme en lo que no tenía, sino en lo que tenía, y olvidarme de lo que esperaban los demás de mí, para centrarme en lo que yo era buena. Comprendí que sí que tenía algo muy bueno, la actitud. Porque para ganarme un partido iban a tener que sudar porque iba a pelear con mi estilo hasta el final”. 

Gracias a esa ayudo continuó con su carrera y supo decir adiós, sin dolor cuando dejó de sentirse competitiva. Por eso hoy es feliz ayudando desde dentro a sus pacientes. “Ojalá me hubieran dicho a mí todas esta cosas mucho antes. Haberlo vivido me da la ventaja de saber antes que ellos mismos, lo que van a sentir.” 

Aunque reconoce que ahora las jugadoras lo tienen más difícil. En el caso del pádel es un deporte que ha crecido mucho y pasan más tiempo fuera de España a lo que se suma el hecho de que es un deporte de dos. Y en un deporte de parejas también es mas difícil de gestionar: “cuando se juntan dos personalidades parecidas es fácil, si por ejemplo son los dos dependientes bien, pero si uno es independiente y el otro no, el dependiente siempre va a pensar que el otro “va a su bola”. Tienes que trabajar mucho esa parte de equipo porque no es como antes que si perdías un partido te ibas a tu casa. Ahora te vas al hotel a compartir habitación y a seguir de viaje en otro continente dos semanas más”. 

Como si de un matrimonio se tratase, ella las alienta a buscar espacios propios: “les invito muchas veces a que si se lo pueden permitir económicamente se saquen una habitación para ellas solas, o que les acompañe su pareja, o un familiar para romper un poco esa relación constante con la compañera.”

En definitiva, son muchos los factores a trabajar porque la mente humana es muy compleja y las situaciones de las deportistas, en muchas ocasiones, excepcionales. Una vez más los y las atletas tienen que recurrir a su capacidad innata de superación como  leitmotiv de su vida. Y para esto, como para casi todas las cosas que merecen la pena en la vida, tienen que ponerle pasión, incluso a las derrotas. Y cabeza, al más sentido corazón, también en las victorias.

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