La selección española de fútbol femenino llegó a los Juegos Olímpicos de París 2024 con la vitola de absoluta favorita a traerse el oro olímpico. De nada servía decir que esta era su primera participación y tenían mucho que aprender o que el equipo llegaba de perder algunos amistosos y con dudas. Ni siquiera el mantra de que las chicas habían jugado muchísimos partidos durante el año servía de nada. El hecho de ser campeonas del mundo tan solo 12 meses antes y de haber conquistado también la Nations League servía como acicate suficiente tanto para el público como las propias futbolistas para ser conscientes de que tenían la obligación de traerse del cuello un metal, y a poder ser dorado. Pero las de Montsé Tomé fallaron estrepitosamente.
Siempre se ha achacado que estas chicas han recibido mucho más palos de los que le hubiera tocado, simplemente por lanzarse a la revolución y a pedir unos cambios que ellas consideraban justo, y seguramente sea cierto, que han sido demasiado vilipendiadas. Sin embargo, en esta ocasión no es así, y es que se han ganado las críticas. No por su actuación en París, que ha sido muy pobre, si no por lo que habían ganado hasta ahora. Cuando un equipo es tan candidato a ganar un evento es porque se ha merecido por sus actuaciones semejante distintivo, y es justo honrar la grandeza de las jugadoras españolas exigiéndoles lo máximo y pidiéndoles cambios a futuro para que no se vuelva a dar esa situación.
Cambios necesarios
Y ahora es el momento de pedir una revisión profunda de la situación del fútbol español. Normalmente los equipos que afrontan una transición lo hacen cuando están en su punto más bajo, pero este lo hizo al revés, y cambió todo nada más conquistar el Mundial. La escabrosa salida de Jorge Vilda por los temas extra deportivos dejó la difícil papeleta a su segunda, Montse Tomé, de dirigir el cotarro con un solo objetivo, los Juegos Olímpicos, y no se ha conseguido.
Es cierto que Tomé ganó mucho crédito tras conquistar la Nations League, pero fue un parche simplemente para poder contentar a las jugadores y acabar con el boicot, que estuvo a punto de acabar con las opciones en aquella competición y por ende, en los JJOO. Pero una vez acabamos estos, y en un nuevo ciclo, es el momento de que se afronte de verdad un cambio, porque se ha visto claro que a la asturiana le han pesado los partidos importantes.
La polémica con Alexia, una piedra más
El equipo no ha dado con la tecla en ninguno de los partidos a cara o cruz, y no solo eso, si no que ya venía dando signos de flaqueza desde fase de grupos, y en ningún momento la preparadora fue capaz de hacerlos ajustes necesarios para revertir la situación. Además, lo intentó en la semifinal dejando en el banquillo a su mejor jugadora, Alexia Putellas, y lógicamente no salió bien, en lo que pareció un ataque de entrenadora impropio de estos niveles. Aunque a favor de Tomé hay que decir que la catalana tampoco estaba haciendo su mejor torneo.
La exfutbolista también ha hecho cosas bien, como afrontar el relevo generacional y ha dejado grandes momentos de juego, no obstante, no parece suficiente para conducir la reestructuración de un equipo hundido que tiene las bases para volver a ser grande y necesita un giro de timón.