16 de marzo de 1995. Minuto trece y medio de la segunda parte. Miguel Pardeza recibe un balón dentro del área llegado desde el costado derecho. Control orientado con la derecha y golpeo duro y raso con la izquierda. El balón acaba dentro de las profundas mallas de La Romareda. La ciudad de Zaragoza estalla en vítores y bufandeos. El zaragocismo vuelve a creer. La eliminatoria de cuartos de final de la Recopa entre el Real Zaragoza y el Feyenoord está igualada.
17 de junio de 1982. Naranjito baila y anima a los miles de españoles que se apelotonan en las gradas de La Romareda. España empató ayer a uno contra Honduras y la cosa podría complicarse si Yugoslavia e Irlanda del Norte no repiten resultado. Los jugadores saltan al campo. La afición ruge. «Tal vez no sea el Real Zaragoza», piensan algunos, «pero esto es realmente emocionante».
8 de febrero de 2006. Minuto catorce de partido de la primera parte. Ponzio da un balón en profundidad a Ewerthon, que cae hacia la banda derecha. Helguera protege con el cuerpo, pero no puede detener al delantero del Real Zaragoza. Diego Milito, dentro del área, amaga con ir hacia Casillas, pero espera a recibir el esférico a la altura del punto de penalti. El argentino recibe, orienta el disparo y fusila. El rugido de la grada se escucha en la Plaza del Pilar. No será el último de la noche.
2 de junio de 2013. Estamos en el minuto noventa de partido. Diego Costa acaba de poner el 1-2 en el marcador. La cámara enfoca a la grada. Una niña, con la bufanda del Real Zaragoza y los colores blanquiazules, llora desconsolada en la grada de La Romareda. Su padre, al lado, se tapa el rostro con las dos manos. No quiere que su hija le vea sufrir. No sabe que su hija también está sufriendo. Cánticos contra Agapito Iglesias se mezclan con el dolor de una ciudad que, once años después, sigue atrapada en aquella noche, como en el “Día de la Marmota”.
Vuelve a ser el 16 de marzo de 1995. Minuto veintisiete de la segunda mitad. El balón vuela por el cielo de Zaragoza y acaba en la cabeza de Peter Bosz. El centrocampista holandés despeja la pelota como puede. El esférico vuelve a salir despedido hacia la nada, pero Juan Eduardo Esnáider se inventa un zapatazo imposible. Ed de Goey, héroe de Rotterdam en la ida, no puede hacer nada ante ese milagro. La Romareda está a punto de venirse abajo. El sueño de París sigue vivo.
12 de octubre de 2007. Hay más de 37.000 personas repartidas entre el césped de La Romareda y las gradas. Empiezan a sonar los primeros acordes de “El Estanque”. Los zaragozanos que se agolpan en el estadio municipal no se lo pueden creer. Han visto crecer a ese grupo, el grupo de su tierra, de su ciudad, desde un pequeño garito de mala muerte hasta ser leyendas en lugares tan inhóspitos e impronunciables Alemania. «Las leyes empañan mi huida», cantan a voz en grita. «El estanque no para de crecer». Héroes del Silencio está de vuelta.
16 de mayo de 2024. Escribo estas líneas con el rostro surcado por las lágrimas. Podría rememorar todas las noches gloriosas que ha vivido La Romareda, que he vivido yo mismo en ese estadio, pero entonces publicaría el artículo más largo de todos los tiempos. Me quedo con el recuerdo de mi abuela con la bufanda del Real Zaragoza. Es paradójico que, ahora que ya no está, ella sigue conmigo, vive en mi memoria.
«Otra vez en este estadio, en la vieja Romareda…»
La Romareda, como el Real Zaragoza, ya no volverá a ser la misma de aquel entonces. El Real Zaragoza lleva años sin serlo, de todos modos. Acosado por las deudas, víctima de frustrantes y decepcionantes gestiones deportivas, el club maño ha condenado a su afición —y de paso al estadio— a vivir tardes y noches aciagas en Segunda División, con el único aliciente en los últimos tiempos de mantener una categoría de la que ya se han adueñado, a la que parecen encadenados para siempre. Los tiempos de París ’95 no volverán, pero la Copa de la Reina va a permitir a La Romareda vivir una última noche futbolística a la altura de su nombre y del club que juega cada dos fines de semana allí.
Mañana, a partir de las 19:00 horas, el balón echará a rodar en La Romareda para decidir quién de los dos equipos se alza con el título de la Copa de la Reina. A un lado, el todopoderoso FC Barcelona; al otro, el sueño imposible de la Real Sociedad. ¿Al fondo? Esa vieja Romareda a la que solo le quedan dos partidos de Liga HYPERMOTION y un concierto de Enrique Bunbury para despedirse definitivamente, antes de que las obras confeccionen el nuevo hogar zaragocista.
La final de la Copa de la Reina 2024 es verdaderamente especial, en ese sentido. Es el último gran evento deportivo que va a acoger La Romareda en toda su historia. Sí, el estadio municipal seguirá en el mismo sitio y, probablemente, se llamará de la misma forma. Tal vez “Nueva Romareda” sea el nombre que le pongan, nadie lo sabe a ciencia cierta. Sin embargo, ya no será el estadio de siempre. Ya no será esa vieja Romareda en la que el Real Zaragoza se convirtió en uno de los clubes más importantes de la historia de España.
Mañana, los aficionados del FC Barcelona y la Real Sociedad pondrán el broche de oro, el canto de cisne, a uno de los escenarios más emblemáticos del fútbol español. Y lo harán con una final de la Copa de la Reina que promete un espectáculo por todo lo alto. Una vez terminada la finalísima, el zaragocismo tendrá solo dos oportunidades más para volver a cantar «otra vez en este estadio, en la vieja Romareda, animando al Zaragoza hasta el día en que me muera».
Solo la Virgen del Pilar sabe si, en el nuevo hogar zaragocista, habrá también espacio para soñar como todas aquellas noches que siguen grabadas a fuego en la memoria de los que se dejaron un pedazo de su vida en las gradas de La Romareda.