Pioneras

Flechita, la primera boxeadora de España que cambió aquello de que las chicas no peleaban

Esther Páez es la primera mujer que consiguió boxear de forma profesional en España. Tiene una historia de lucha, de superación pero también de mucho dolor

La ‘Flechita’ del Nou Barris es mucho más que un apodo, mucho más que una deportista y mucho más que un ejemplo de superación. Es una luchadora por naturaleza y una pionera de su deporte. Se llama Esther Páez y ha abierto camino, no sin dificultades, en el mundo del boxeo femenino en España.

Nacida en el último año de los sesenta en el seno de la familia humilde de Barcelona, desde bien pequeña se relacionó con el mundo del boxeo gracias a su padre, un apasionado de las veladas nocturnas de la ciudad condal que siempre tenía que ingeniárselas para ‘colar’ en el recinto a una niña menor de edad. Por erosión paterna y también por culpa de Bruce Lee, su ídolo de pequeña, del que veía todas sus películas, a Esther se le despertó muy pronto el interés por las artes marciales. Primero, con el full contact, una disciplina que combina el boxeo con las patadas de taekwondo.

Esperar por ser mujer

Por fortuna para ella, a mediados de los años 80 empezaron a proliferar en Barcelona los gimnasios especializados en deportes de contacto. Con 17 años, en una visita a uno de ellos, Esther se enamora de los entrenamientos de full contact, y arranca en ese momento su carrera como peleadora, aunque tendría que esperar muchos años para poder disputar un combate oficial. ¿El impedimento? Ser mujer. Sencillamente, ser mujer.

A pesar de su aprendizaje, su desarrollo y sus logros, ya que con apenas 20 años consigue el cinturón negro en kick boxing y full contact, Esther ve cómo su sueño de debutar oficialmente encima de un ring se va diluyendo conforme va sumando años. En 1994 nace su hija, deja temporalmente los entrenamientos, tiene que volver a casa de sus padres por los problemas económicos y se aleja, paso a paso, de su pasión y su sueño. Hasta 1996. Un año que nunca olvidará. El año en el que, por fin, y gracias al destino, debutaría de forma profesional. Fue accidental: una mañana conoció a un promotor que había seguido sus primeros años de desarrollo cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, y este, inmediatamente, ofreció a Esther un combate: sería en el polideportivo de Santa Coloma de Gramanet y frente a una árbitro de la federación sin mucha experiencia, pero sería un combate oficial al fin y al cabo, y el cumplimiento, por fin, del sueño de Esther Páez. Y ‘Flechita’ resultó ser infinitamente superior: el combate duró menos de dos asaltos.

No fue la victoria. No fue el KO. No fueron los golpes bien conectados. Esther volvió a ilusionarse con el deporte de competición gracias a poder debutar como profesional, simplemente. La puerta se desbloqueó para ella, y llamaron multitud de interesados de toda Europa para proponer combates con peleadoras de élite de la época.

Un nuevo hito

Curiosamente, Esther nunca olvidó cuál había sido su primera toma de contacto con este tipo de deportes, gracias a su padre y las veladas de boxeo cuando era niña. Y tras romper la barrera que impedía su debut profesional en full contact, se propuso un nuevo hito: convertirse en la primera boxeadora profesional de España. Lo conseguiría solo dos años después.

Aprovechando su buen nombre labrado con los muchos combates que disputó entre el 96 y el 98, el 1 de septiembre de aquel año, en Melilla, Esther Páez se subía a un ring para boxear contra la rusa Anastasia Toktaulova. Este combate, que sería el primero de boxeo femenino profesional disputado en España y el primero de una boxeadora profesional española, supuso un impulso para la carrera de Esther, a pesar de acabar perdiendo aquella noche por los puntos. Durante los dos años siguientes disputó grandes combates de varias disciplinas de contacto, y llegó a proclamarse campeona del Mundo de kick boxing en Sudáfrica en el verano de 1999. Pero todo cambió 365 días después de aquel logro histórico.

El día que lo cambió todo

En verano del año 2000, ‘Flechita’ sufrió un atropello que iba a tener consecuencias gravísimas para su carrera. Un coche arrolló la moto en la que iba montada, que le fracturó el ligamento cruzado. Tardó tres años en recuperarse físicamente de las fracturas y los dolores causados por el accidente, pero su cabeza ya nunca volvió a ser la misma. La inseguridad provocada por la lesión hizo que renunciara a las disciplinas en las que se usan las piernas y se centrara en el boxeo, pero para entonces, con 3 años de parón y una sociedad todavía no preparada para tratar igual a hombres y mujeres, la Federación Catalana de Boxeo anula la licencia de Esther Páez y no le da la oportunidad de volver a conseguirla. Tendría que conformarse con el circuito amateur.

A pesar del definitivo revés a su carrera profesional, Esther siguió subiéndose a rings y sumando victorias amateur, pero las puertas que ella había abierto de golpe en su día gracias a su tesón y talento, jamás volverían a abrirse para ‘Flechita’.

En 2008, a punto de cumplir los 40 y con todo el dolor de su corazón, Esther Páez se ve obligada a poner fin a su carrera como boxeadora y a centrar todos sus esfuerzos en su siguiente capítulo vital, el que la llevan, hasta día de hoy, por gimnasios de Barcelona como monitora de diversas disciplinas deportivas.

Tal vez parezca un final ‘mundano’. Tal vez hoy podamos cruzarnos con ella y no reconocerla. Tal vez podamos asistir a una de sus clases sin saber quién fue. Pero en el mundo del Boxeo, cada vez que se cita su nombre en una conversación de aficionados, muchos siguen reconociendo a una pionera única en España, que quiso abrir camino a muchas otras en una disciplina, un país y una época en la que parecía imposible lograrlo. Esther ‘Flechita’ Páez lo logró a base de sangre, sudor y lágrimas. Y hoy cientos de mujeres compiten en lo que les apasiona gracias a ella.

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