Dos semanas de juicio, un centenar de periodistas acreditados, 27 testigos y siete letrados a los que ya en la primera jornada el juez ha llamado la atención por lo reiterado de sus preguntas. “Si no ha dicho 15 veces que el beso no fue consentido, no lo ha dicho ninguna -apuntó el magistrado-. Lo ha dicho hasta la saciedad”, añadió acusando el cansancio de las dos horas y media de declaración de Jenni Hermoso.
En el epicentro del interrogatorio, sobre ella y lo ocurrido en torno al 20 de agosto de 2023 han pivotado la mayoría de las preguntas; las que se salían de ese marco quedaban denegadas. Como lo han quedado dos peticiones: por parte de la acusación, que se aportase las pruebas que vinculan empresarialmente a los acusados; por parte de la defensa, la inclusión de las imágenes del túnel de vestuarios en el que se podría ver la actitud posterior al beso entre Rubiales y Hermoso.
En esa sala destinada a macrojuicios por la que han pasado desde Luis Bárcenas a Sito Miñanco, con capacidad para más de 300 personas, ayer estábamos una cuarentena. Había togados, trajeados como Rubiales o con cuello vuelto como Jorge Vilda o la propia Jenni Hermoso. Coleta alta y rostro despejado; “como es ella”, han definido los que la conocen su presencia y actitud en la que sólo han detectado cierto cansancio al final.
El turno de la fiscal fue especialmente incisivo en cuanto a cómo lo vivió y cómo se sintió: poco respetada por Rubiales, presionada y desprotegida por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). “A día de hoy sigo diciendo que mi vida cambió a partir de ese momento”. No le dejaron ni disfrutar el ser campeona del mundo.
De Rubiales a Vilda
Tampoco le ha respetado Luis Rubiales esa confesión en la Audiencia. “Le estoy escuchando susurrar todo el tiempo”, se ha quejado Hermoso con la correspondiente amonestación inmediata del juez al expresidente de la RFEF. Con un esfuerzo encomiable, Rubiales ha conseguido no mirar directamente a la futbolista durante toda su declaración. Se ha dedicado a tomar notas, a sonreír negando con la cabeza y a hacerle apuntes a su abogada, y al resto.
Como el que pretendía que sólo escuchase su ex mano derecha, un Jorge Vilda sentado a su vera en la misma tribuna de acusados: “Qué mentirosa”, le ha susurrado al exentrenador, girando por completo su cuerpo para que no lo captase ningún micrófono de la sala. Lo que no pudo evitar fue el ángulo de visión privilegiado que había desde la bancada de periodistas.
Antes de entrar, se rumoreó que pediría declarar con biombo para no verlo, separados como estaban a tres metros de distancia. Es lo más cerca que han estado en el último año y medio, después del beso “no consentido”; después del beso del jefe. Ni siquiera se cruzaron en el vestíbulo durante el receso y ella esperó a que Rubiales volviese a la sala para salir de la Audiencia Nacional sin pasar a su lado.
Serena, pero con la mirada esquiva, Jenni Hermoso esperará a que termine el juicio para hacer valoraciones. A Luis Rubiales, como principal acusado por el delito de agresión sexual y el de coacciones, le quedan otros doce días de paseíllo ante las cámaras. El de ayer lo solventó altivo y confiado. Sin palabras, salvo las susurradas.