Es la Taylor Swift del baloncesto. Caitlin Clark a sus 22 años es un fenómeno social en Estados Unidos que mueve y desata pasiones en el mundo del deporte. Todas las niñas sueñan con ser Caitlin. Una legión de clarkies la siguen en todas sus redes sociales esperando ver cómo se convierte en la estrella de la WNBA que aspira a ser después de que Indiana Fever la fichara como número uno del draft.
Por eso la noticia de que la escolta de Iowa no ha sido convocada a los Juegos Olímpicos ha provocado la polémica a lo largo y ancho de todo el país y hasta del mundo. En un equipo como el estadounidense que busca su octavo oro consecutivo, muchos no entienden la ausencia de la nueva promesa del baloncesto.
Antes de entrar en el meollo de la controversia conviene recordar que el fenómeno Clark viene avalado por un sinfín de estadísticas con las que revolucionó el baloncesto universitario. Anotó más puntos que nadie en la NCAA con 3.951 puntos. Son más puntos anotados que cualquier hombre o mujer que haya jugado en la liga universitaria, situando el nuevo récord en 3.950 puntos en cuatro temporadas y el 37,7% de encestados en los triples que ha lanzado.
La jugadora está llamada a cambiar el baloncesto femenino. Clark tiene una asombrosa capacidad para anotar desde el perímetro que hace recordar a muchos a un genio de la NBA como Stephen Curry.
Pero más allá de las estadísticas están las audiencias que Clark ha arrastrado tras su paso. Tiene mérito además hacerlo en el país con la mayor oferta de deportes en televisión, y donde desde hace muchos años el interés por la NCAA y la WNBA caía en picado.
Las Indiana Fever, su nuevo equipo, han agotado ya las entradas de toda la temporada un mes antes de que se estrenara la jugadora en las canchas, por primera vez en la historia de la WNBA. Y las televisiones se han lanzado a por los derechos para retransmitir los partidos con un interés nunca antes visto.
Por eso ha extrañado la decisión de apartarla del Dream Team. En todas las tertulias del país se debate si no es una oportunidad perdida de volver a recuperar la audiencia perdida del baloncesto, y si no se ha hecho un flaco favor al deporte femenino. Además a Caitlin no le está yendo mal en la liga de las “mayores” ya que ha sido la mejor rookie del mes de mayo por encima del resto de debutantes en puntos y asistencias.
Pero en Estados Unidos, como sucede con las edades de los Presidentes, se rinde especial pleitesía a la veteranía y en el caso del deporte no iba a ser menos. Según medios oficiales que cubren al equipo de Indiana, la ausencia de Clark se debe a una preocupación sobre el tiempo de juego que recibiría la base de Fever en París 2024, dentro de una plantilla llena de estrellas y jugadoras con experiencia en competiciones internacionales con el Team USA.
Caitlin consciente de su popularidad, no ha querido generar polémica y ha comentado que es el “equipo más dificil de hacer”. Su entrenadora Christie Sides, sí contó a la prensa el mensaje que le mandó su jugadora al enterarse de la noticia: “Han desatado a la bestia”. Porque el sueño de ir a los Juegos Olímpicos rondaba por la cabeza de Caitlin. Aunque seguro sabrá recomponerse del desengaño. Porque ya sabe lo que es tener que crecer en un medio hostil. Su padre la apuntó siendo una cría al equipo masculino de su Iowa natal porque no había femenino y durante muchos años tuvo que lidiar con comentarios machistas y tropezarse con un montón de piedras a su paso.
Los partidarios del actual Dream Team que viajará a París, hablan de la juventud de la jugadora y de que nunca antes un equipo nacional ha llamado a filas a una promesa emergente. Porque según los más puristas, no es posible afirmar que Clark sea ya una de las 12 mejores jugadoras de la liga. Algo lógico en una recién llegada a la competición. A nivel físico está sufriendo en los contactos, le está penalizando no tener recursos suficientes para finalizar en la media distancia y le ha costado aguantar los emparejamientos defensivos. El margen de mejora parece evidente.
Exceso de talento, de juventud, una trayectoria aún por construir, o la apuesta por las estrellas consagradas, parecen estar detrás de los motivos para dejarla fuera. Pero la decisión no parece ser la mejor para la visibilidad de las mujeres en el deporte. Porque si una jugadora brilla con luz propia, se debería hacer lo posible para que su estela se siga en todos los rincones del mundo. Sólo la audiencia y los éxitos deportivos que logre o no el equipo escogido, certificarán si ha sido la mejor de las apuestas.