Kasia y Lily nos reciben en la Puerta de Madrid del Parque del Retiro ataviadas con la misma sudadera de la ONG que las ha unido y una gran sonrisa. La de Kasia amplia, extrovertida, la de Lily más cohibida. Las dos están cumpliendo con una promesa personal y el Maratón de la capital este domingo podrá culminar ambas.
Aunque casi podríamos decir que de lo de menos serán los 42 kilómetros, el ritmo y la línea de meta, porque cuando la vida hizo que se conocieran, ya habían ganado.
“Si a mí correr me había ayudado como no les iba a ayudar a ellos que son los mejores del mundo”
Un nuevo puesto de trabajo llevó a Kasia Grusky a España hace casi una década. Recién llegada de Polonia, decidió llenar con el running esa soledad del que es nuevo en un lugar. Un año después, un voluntariado en Kenia le armó de energía para formar un proyecto “Si a mí correr me había ayudado como no les iba a ayudar a ellos que son los mejores corredores del mundo“. Aquello cambió su vida y de paso cambiar el mundo “yo hice ciencias políticas para poder ayudar, poder transmitir, para que se oyese mi voz. cuando acabé me di cuenta que la política no era para mí pero si lo que me había llevado a ella”. Y de ahí nació su Club de Correr y el inicio de Things happen, una organización que pretende que las cosas puedan ocurrir.
La cara más dura de la pobreza
En el poblado de Molo conocieron a Samson. Vivía en la calle y les mostró la cara más cruel del país. “La realidad es muy dura allí, la pobreza es extrema, hay mucho alcoholismo, sida, enfermedades, abandonos. La parte más complicada la suelen tener las mujeres cuando se quedan solas al cargo de los hijos sin poder subsistir. Están resignados a que llegue el hombre blanco a darles algo, porque viven resignados. Sin ilusión” relata Kasia. “Parece que como son africanos no tienen derecho a tener sueños, que sólo debemos cubrir la parte más primaria de sus necesidades, pero no debe ser así”.
Aunque todo partió del Club de Correr, Kasia y Things-happen.org pusieron en marcha también unos talleres de artesanía y costura para formar a mujeres y darles una profesión. “Es un círculo. Las mujeres son las que mantienen las familias, necesitan tener un trabajo para que sus hijos coman y estudien”. A través de la ayuda que reciben de las empresas que se interesan, con los socios y con su patrocinador principal, quieren construir escuelas para garantizar la educación secundaria (privada en Kenia y exclusiva para los más pudientes). “Si con todo esto podemos garantizar la enseñanza secundaria a 20, a 30 niños, yo ya me doy por satisfecha”.
Correr como única esperanza
La crueldad de la pobreza en Kenia la vive Lily en primera persona. Se unió al club de corredores a través de Sanso, uno de los monitores que también ha viajado a Madrid para disputar la maratón. Sanso le habló a Kasia de Lily, de sus circunstancias y de cómo había tenido que huir de una situación de violencia de género junto a sus tres hijas ayudada por su madre. Correr la liberaba, la hacía sentir feliz, libre y disipada. Su madre vio en ella la opción de poder optar a un futuro mejor y mientras que cuidaba de sus tres hijas, le alentó para que intentase ganarse la vida con el atletismo.
Podía haber sido así perfectamente. Las condiciones de Lily eran espectaculares, tanto que Nike llegó a patrocinarla viendo el talento que destilaba. Pero una lesión en forma de rotura de isquio frenó en seco sus aspiraciones profesionales y también el patrocinio de la gigante norteamericana. Sin nada, Lily sólo quería volver con sus hijas y poder reconstruir su hogar. Volvió a correr, pero nunca recuperó sus marcas. “Sin medios para tratarse, sin médicos especializados era muy complicado” explica Kasia.
Cuando la vida de estas dos mujeres se cruzó se prometieron la una a la otra que algún día, si se daba la oportunidad (y el sponsor necesario), harían un viaje a Madrid para enseñarle al mundo, en una maratón que los sueños se cumplen.
Apareció el patrocinio de MAPOMA y ese viaje se está produciendo según lo estamos escribiendo. Tanto Lily como Sanso correrán la carrera popular, pero, aunque no lo hagan como profesionales sus marcas están muy cercanas a serlo. 2:48 fue la que firmó la keniana en sus últimos 42 kilómetros.
Con esta aventura de una semana en España, están también pudiendo disfrutar de pequeñas y grandes cosas distintas a su realidad diaria. Desde una sesión de meditación, una consulta de fisio hasta una recepción en el Ayuntamiento de Madrid. “Todo está siendo muy bonito, tenemos las emociones a flor de piel” reconoce Kasia secándose las lágrimas.
Pero sin duda, lo que seguro que no olvidan es el mar. Kasia e Isaac, socio fundador también de la ONG quisieron llevarlos a la costa asturiana para que descubriesen el mar por primera vez. “Aunque casi les gustó más el cachopo” dice Kasia mirando complice a Lily.
Cuando le preguntas que desea a partir de ahora, Lily lo tiene claro, poder ganar lo que valga una pequeña tierra para poder volver a vivir con sus hijas. Kasia, que el proyecto pueda ser viable y sostenible para que haya muchas “Lilis” y muchos “Sansos” que puedan venir en los próximos años.
El domingo si ven su calle cortada, si ponen la televisión y se topan con la maratón o si son de los valientes que la corren, acuérdense de que hay para algunos que está siendo el día en que los sueños se cumplen.