Nacida en Kabul, Manizha Talash (apellido ficticio por su propia seguridad) se enamoró del baile deportivo por pura casualidad. Tenía 18 años y navegando por internet descubrió un bailarín de break y sus acrobacias. Se trataba de Superior Crew, un grupo de baile en el que ingresó como única mujer.
Jamás pensó hacer de aquella pasión incipiente su modo de vida, sin embargo está cumpliendo el sueño de viajar a París donde será parte de los 36 atletas (23 hombres y 13 mujeres) del Equipo Olímpico de Refugiados que representan a 120 millones de personas en los Juegos Olímpicos. Para la joven de 21 años el break es su mejor terapia: “Cuando bailo no pienso en mis problemas, es como una medicina, estoy feliz” confesaba en una entrevista a ACNUR.
El control talibán en 2021
Cuando Manizha empezó a bailar no esperaba que su vida fuese a dar un giro radical. En agosto de 2021, el control de su país por parte de los talibanes cambió completamente Afganistán, que se convirtió en un lugar imposible para mujeres y niñas. Sin posibilidad de salir de casa, hablar, trabajar sin libertad las mujeres quedaron exentas de prácticas como el deporte. Siendo parte además de la comunidad hazara, bailar, por supuesto, significaba un motivo de ejecución. De hecho, la desaparición de su padre le hizo reunir fuerzas suficientes para huir junto a su hermano de 12 años a Pakistán, el paso previo hasta recalar en Madrid como refugiada. El alivio de sentirse a salvo se teñía con la angustia de haber dejado a gran parte de su familia, incluida su madre en el país de los horrores, lo que le llevó a padecer una depresión. Afortunadamente, ya puede decir que están todos reunidos en España “ese fue el momento donde pude empezar a conciliar el sueño”, relata Talash.
Llegó a Madrid y siguió adelante con su sueño de bailar. En su camino se cruzaron David Moronta, el preparador físico de la Federación Española de Baile Deportivo y David Vento, su preparador técnico. También gracias a ellos, su sueño olímpico es una realidad. Ella quiere ser la b-girl de todas las mujeres de Afganistán que no pueden bailar, cantar o expresarse. “Quiero decirle al mundo quien soy, de donde soy y cómo soy”. Para ello, un trabajo exhaustivo de seis días en semana y muchas horas de ensayo para una disciplina en la que la el físico, la técnica y la capacidad de improvisación pesan casi lo mismo.
Refugiada en Madrid
El sueño olímpico de Manizha Talash se cumplirá en parte también gracias a la solidaridad del Comité Olímpico Español. Para su presidente Alejandro Blanco haber puesto en marcha el primer centro olímpico para refugiados, es sin duda “el proyecto que mas ilusión me ha hecho de mi carrera. Es cambiar la vida a gente que sale de su casa perseguida, sin nada”, comentaba Blanco recientemente. “Listo no, pero cabezón soy mucho” confesaba el presidente del COE cuando quiso poner en marcha el centro que hoy es una realidad en Getafe.
“Vino Thomas Bach y alucinó con lo que habíamos conseguido. España somos el mejor país, el más solidario” reivindicaba Blanco. Un proyecto que tiene ahora como objetivo construir 25 centros similares al de Getafe en toda España, impulsados por los embajadores olímpicos como lo son Tania Lamarca o Lydia Valentín.
Repudiadas en su país
Por su parte, el Comité Olímpico Afgano ha querido desmarcarse de todo lo que tenga que ver con el EOR. A través de un comunicado previo a los JJOO, han querido señalar públicamente que las mujeres afganas que compitan en el Equipo Olímpico de Refugiados no representa a su país. “Dado que el deporte femenino está suspendido en Afganistán no asumimos ninguna responsabilidad, no nos representan”, declaró en una entrevista con EFE el portavoz olímpico nacional, Atal Mashwani, sobre las tres deportistas seleccionadas (una de ellas Manizha) que viven en el exilio desde que los fundamentalistas se hicieron con el poder en 2021.