Correr por las ganas de vivir

Vivimos la Carrera de la Mujer desde los ojos de una de sus corredoras, Rosa Hernán

Rosa Hernán en la edición pasada de la Carrera de la Mujer en Madrid

Para cuando ustedes estén leyendo esto Rosa Hernán ya se habrá enfundado la camiseta del color de su nombre, se habrá calzado las zapatillas y habrá recorrido el trayecto que separa su domicilio en Villalba del cajón de salida de la carrera en Paseo de la Castellana. Lo de coger fuerzas tampoco lo lleva a rajatabla como otros corredores, “no suelo desayunar mucho, un poco sí porque me tengo que tomar la pastilla”.

Empieza a ser ya una tradición que en un día soleado de mayo Rosa se junte con amigas para disfrutar de una jornada diferente y especial. Han pasado 20 años, los mismos que cumple esta mítica carrera desde la primera vez que la corrió en 2004. Entonces tenía treinta, no era madre y no sabía lo que era el cáncer. “Aquella la corrí sin darle importancia, sin ser consciente de que esta enfermedad te puede llegar en cualquier momento”. Ese momento a Rosa le llegó como un jarro de agua helada en febrero de 2022.

La Carrera de la Mujer cumple su vigésima edición

Un bulto y un dolor raro en el pecho le hizo preocuparse y acudir rápido al ginecólogo. Un mes más tarde tenía el peor diagnóstico de esa enfermedad pandémica y terrible que cada vez es más común padecer. Por fortuna, su cáncer de mama estaba en estadio incipiente y el tratamiento empezó inmediatamente con una mastectomía para extirparle el pecho.

Sólo llevaba una sesión de quimio y ya había perdido el pelo “me lo avisaron que fuese haciéndome a la idea” y para ella, que es peluquera fue un verdadero shock verse a sí misma así.  Sacando fuerzas, aún no sabe de dónde, fue a correr la carrera de la mujer el 8 de mayo de ese año. “Vinieron mis amigas de todas partes de España, nos llamamos las Kachumbas, cogieron trenes desde Valladolid, desde Palencia, todas para acompañarme, para darme fuerzas”.

Rosa Hernán junto a sus amigas en la edición del 2022

Aun ahora cuando rememora aquellos siete kilómetros se le pone la piel de gallina. “Recuerdo que lloré, reí, pasé por todo tipo de sensaciones. La quería correr no sólo por mí, también por mi padre que tuvo cáncer. Y eso que no sabía si podría ni acabarla, porque sólo subir unas escaleras ya me dejaba casi sin respiración”. Con la ayuda de las Kachumbas y alguna que otra parada para coger aire, logró cruzar la meta. “Sudaba tanto que llevaba el pañuelo empapado pero no quería quitármelo porque me daba vergüenza, no quería que me vieran calva”. Acabar la Carrera de la Mujer le supo a triunfo aunque sabía que la de su enfermedad estaba en los primeros metros.

La parte más dura llegó durante el verano “se me hizo eterno, las sesiones de quimioterapia me debilitaban cada vez más. Mi marido Julián no se separaba de mi, sólo para estar con los niños para que no me viesen que no me podía ni mover. Sin él y sin mi familia no hubiese podido pasar por eso”. En septiembre al fin, el infierno de la quimio dio paso a la radio, “eso fue mucho menos agresivo, sólo notaba calor, pero claro, te están quemando por dentro y eso hizo que la operación de reconstrucción del pecho se me complicase muchísimo, me la tienen que repetir en unos meses”.

Ocho sesiones de quimio , veinticinco de radio, una operación para quitarle el pecho derecho y otra intervención para reconstruir su pecho después, pudo empezar a ver cerca la bandera a cuadros.

En este devenir de médicos, pastillas, y muchas buenas caras forzadas para que el resto no sufriese, Rosa volvió a correr la edición de 2023. Su pelo ya había nacido, y su energía estaba volviendo a convertirla en el torbellino que era antes del cáncer.

Los días más duros “no se los deseo ni a mi peor enemigo” y aunque su espíritu siempre quiso ser positivo hubo momentos que no sabía si sería capaz de seguir viviendo así. Su grupo de terapia Fantasía, que incluye también pacientes de cáncer metastásico, le ayudó casi más que cualquier familiar, y entre ellas crearon un vínculo indisoluble que las hermanó de por vida. “Nos gusta estar juntas, nos entendemos todas, nos damos mucha fuerza las unas a las otras”.

Este domingo de 2024, Rosa y otras 35.000 mujeres que han agotado las inscripciones, correrán una prueba que comenzó siendo la “locura” de su fundadora Yolanda Vázquez y hoy, 20 años después, tendrá ni más ni menos que a Lydia Valentín amadrinando la carrera, a “Ella Baila Sola” cantando en la meta y a patrocinadores de la talla del Santander, Volvo o Oysho apoyando. Un domingo que festeja las ganas de vivir de una marea rosa de mujeres unidas por la solidaridad. Todo lo recaudado irá a distintas asociaciones que luchan por investigar, frenar y mitigar esta lacra llamada cáncer.

La lucha de todas ellas hoy se traduce en una historia de esperanza y final feliz, porque Rosa Hernán, dorsal 8925, va a cruzar la meta ya como una mujer sana.

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