Priscila Heldes saltaba esta semana a las pistas brasileñas de voley compitiendo visiblemente embarazada. La jugadora lo hacía con 24 semanas de gestación. Esto ha generado un debate y una polémica en torno a la seguridad o los beneficios de que las atletas en cinta sigan en el alto rendimiento.
Desde principios del siglo XX hasta la antesala de París 2024, mujeres y atletas extraordinarias que han desafiado las leyes del deporte y los prejuicios sociales. Este es un recorrido por las historias de quienes, con vida creciendo en su interior, decidieron seguir compitiendo. Porque hay cuerpos que no se detienen, ni siquiera cuando dan vida.
Pioneras históricas
En los Juegos Olímpicos de Amberes 1920, la patinadora sueca Magda Julin se coronó campeona olímpica de patinaje artístico embarazada de cuatro meses. En una época donde poco o nada se hablaba del embarazo, su actuación sobre hielo fue tanto una proeza deportiva como una declaración de autonomía femenina.
Más adelante, la neerlandesa Fanny Blankers-Koen, madre de dos hijos, revolucionó los Juegos de Londres 1948 al ganar cuatro oros en atletismo. Aunque no compitió embarazada, su ejemplo demostró que ser madre no era obstáculo para brillar en el deporte de élite. La “mamá voladora” siguió compitiendo y ganando títulos en múltiples pruebas, como lanzamiento de peso o salto de longitud, hasta los 37 años de edad que consiguió su última victoria.
Historias que rompieron el molde
En Londres 2012, la estadounidense Kerri Walsh Jennings ganó su tercer oro olímpico en vóley playa, embarazada de cinco semanas. Lo supo poco antes de los Juegos, y decidió competir sin hacerlo público hasta tiempo después. Su ejemplo fue celebrado como símbolo de empoderamiento y resiliencia.

Ese mismo año, la tiradora Nur Suryani Taibi de Malasia compitió con ocho meses de embarazo en la prueba de tiro con rifle de aire. Aunque no pasó a la final, su sola presencia en la línea de fuego fue una victoria personal y colectiva: la de todas las mujeres que se niegan a ser encasilladas.
La historia también guarda lugar para la canadiense Kristie Moore, quien participó en Vancouver 2010 como parte del equipo de curling estando embarazada de cinco meses, o para la piloto de skeleton Diana Sartor, quien se deslizó por las pistas heladas en Turín 2006 embarazada de tres meses.
Valentía sin reflectores
En América Latina, la luchadora mexicana Diana Reyes fue también referente. Aunque su embarazo no coincidió con unos Juegos, ha defendido con firmeza el derecho de las mujeres. El derecho a decidir sobre su cuerpo y su carrera, y ha hablado abiertamente del embarazo como un proceso natural, compatible con el alto rendimiento, siempre que se cuente con acompañamiento médico adecuado.
El presente: voces que hacen historia
En marzo de 2024, la esgrimista egipcia Nada Hafez anunciaba algo histórico: no solo había clasificado para los JJOO de París por tercera vez consecutiva, sino que lo haría embarazada de su primer hijo. Su caso dio la vuelta al mundo. Hafez explicó que entrenó y compitió durante el proceso, siempre en comunicación con su equipo médico. Su presencia en París es la muestra palpable de que el deporte también puede ser un espacio donde las decisiones femeninas sean respetadas y acompañadas.

Begoña García: maternidad en silencio y con garra
La española Bego García, jugadora de la selección nacional de hockey hierba, vivió su embarazo de forma distinta pero igualmente poderosa. Disputó sus últimos partidos del preolímpico para JJOO 2024 embarazada de dos meses. Lo supieron su familia y su círculo más cercano, pero decidió no hacerlo público. No por miedo, sino por claridad: quería que se la valorara por su rendimiento, no por su condición.
“Sentí que mi hija ya estaba compitiendo conmigo. Que ya era olímpica antes de nacer”, dijo en una entrevista. Begoña fue titular en todos los partidos de aquel clasificatorio y, tras sellar el pase a París, anunció su embarazo. Su decisión de vivir el proceso en silencio fue, paradójicamente, un acto muy sonoro. Su hija ya forma parte del legado olímpico español.
La más reciente
El último caso que se ha conocido es el de Priscila Heldes. El pasado fin de semana la jugadora brasileña de voley saltó a la cancha para disputar la Superliga de Voleibol Femenino con el Fluminense. Su vientre, con cinco meses de embarazo, fue lo más comentado y lo que más llamó la atención. No faltaron críticas por su condición, ni tampoco aplausos por el hecho de mantenerse luchando con su club por el título.
Heldes remarcó que cuenta con un buen médico para participar. “El médico me dijo que si estaba bien y saludable, que adelante. Hay cosas que no puedo hacer, como caerme boca abajo, pero fuera de eso todo sigue igual”, comentó la brasileña. A pesar de las críticas, generó admiración por disputar los cuartos de final de la Superliga, en un momento tan especial para ella donde espera su primer hijo. “No soy la primera en seguir trabajando durante el embarazo, ni seré la última y eso es maravilloso”, declaró la voleibolista en sus redes sociales.
Cuando decir “no” también es fuerza
No es nada fácil todo lo que han conseguido estas deportistas, ni tampoco lo que tienen que hacer otras, como Cris Martínez. Durante el proceso de embarazo, todas ellas han recurrido a los médicos para también conocer su situación de cara a competir en cualquier deporte. En este sentido, hace unos días, la jugadora del Dépor ABANCA convocó a todas sus compañeras y staff técnico para comunicarles de que no podrá continuar jugando hasta próximos meses. El motivo de su baja es que está embarazada y así lo anunciaba el club, con un vídeo a través de sus redes sociales.
Situaciones como esta, son también valientes y con responsabilidad, sabiendo que a veces ser fuerte también significa saber cuándo parar. Su gesto es otra forma de romper moldes en un deporte que aún está aprendiendo a acompañar la maternidad. Cris, por motivos de salud, no competirá en los próximos meses y su decisión, también es un acto de compromiso, fuerza y firmeza.
Cuerpos que dan vida y hacen historia
Competir embarazada representa una afirmación clara de que la maternidad no tiene por qué interrumpir la trayectoria profesional de una deportista. Para muchas atletas, el embarazo puede coexistir con la ambición deportiva, el esfuerzo diario, el deseo de superación y el compromiso con la alta competencia.
Los casos de estas mujeres van más allá del ámbito deportivo. Cada una, desde su realidad y contexto, ha contribuido a visibilizar una dimensión del deporte históricamente invisibilizada, que es la maternidad como parte activa de la vida atlética. Sus experiencias han puesto sobre la mesa debates necesarios sobre salud, derechos laborales, acompañamiento médico y planificación de carreras dentro del deporte femenino.
Aunque aún persisten obstáculos estructurales y sociales, estos ejemplos suponen avances significativos. Demuestran que es posible construir entornos deportivos más inclusivos, donde el rendimiento y la maternidad no se presenten como caminos excluyentes. Cuando una atleta compite embarazada, lo hace con una motivación doble: la personal y la colectiva. Y ese impulso no solo se traduce en resultados sobre el terreno, sino también en cambios en la percepción pública y en el desarrollo de políticas más equitativas.