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Carolina Marín, patrimonio nacional

El fallecimiento de su padre y una doble lesión de rodilla, rotura de ambos ligamentos cruzados, le han hecho vivir los años más duros de su vida

Carolina Marín celebra tras ganar a la suiza Jenjira Stadelmann en su partido de la fase de grupos de los Juegos Olímpicos de París 2024 este domingo en el pabellón Arena Porte de Chapelle en París, Francia. EFE/ Julio Muñoz

Quedarse a las puertas de Tokio 2020 fue uno de los varapalos más duros para Carolina Marín. No el único. Ese dicho callejero de que todo lo que te mata te hace más fuerte es sin duda aplicable a la jugadora onubense de bádminton. Así lo contaba el doctor Leyes, especialista en tratar y recuperar (casi haciendo milagros) a deportistas para poder volver al alto rendimiento. “Cuando le dijimos a Carolina la lesión que tenía que implicaba no poder ir a Tokio fue un momento tremendamente duro”.

Se quedaba sin unos Juegos a los que iba a acudir defendiendo el oro olímpico. Aún se ponen los pelos de punta al recordar ese momento en Río 2016, cuando tras el último punto, un grito de euforia antes de arrodillarse en el suelo, llorando, tapándose la cara con las manos entre emoción, alivio y alegría a raudales previo al abrazo con su entrenador.

El esfuerzo de todos los años previos, los sacrificios, los entrenos interminables habían dado el mayor fruto que un deportista de élite podría haber imaginado. Y es que por Carolina Marín casi podríamos decir que hemos conocido un deporte del que antes de ella, tan sólo teníamos vagas referencias.

Carolina Marín se consagraba como estrella del bádminton mundial, congregando miles de fans en todo el mundo, especialmente en el continente asiático donde Marín es una verdadera celebrity. Podría decirse que a partir de ahí, empezó una cuesta arriba que no ha empezado a allanarse hasta ahora, en París. O quizá en los meses previos, cuando recibió uno de los mayores galardones que un deportista español puede atesorar: el de Premio Princesa de Asturias del Deporte. Lo recibió por unanimidad del jurado, por sus éxitos deportivos, sus valores, y por su contribución a exportarlo por el mundo.

El fallecimiento de su padre y una doble lesión de rodilla, rotura de ambos ligamentos cruzados de por medio, le han hecho vivir los años más duros de su vida. Pero en la capital francesa Carolina Marín quiere resarcirse de todo, y volver a conquistar el oro olímpico. Ese fue sin duda el principal motivo por el que Marin declinó el hecho de ser abanderada de la delegación española.

La princesa de Asturias, Leonor de Borbón y la infanta Sofía conversan con la deportista olímpica de bádminton Carolina Marín. EFE

8 horas de pie en una larga ceremonia y competir al día siguiente no era compatible. Como las horas de baile, de fiesta, de cumpleaños o de quedadas con amigos. Bien lo sabe su entrenador, Fernando Rivas, tantas veces tratando de que la joven y dicharachera Carolina se limitase en su ocio, a modo deportista de élite.

A pesar de no portar la bandera en el desfile de apertura, en el corazón de la delegación seguirá siendo una de las máximas representantes. Recibió la suerte de la Infanta Leonor y la Infanta Sofía en las gradas de su primer partido de fase de grupos ante la jugadora suiza Jenjira Stadelmann que solventó cómodamente, unos dieciseisavos sobrada ante la irlandesa Rachael Darragh y los octavos ante Zhang sufriendo, nos sigue haciendo confiar en la máxima condecoración  olímpica.

Carolina Marín no es una deportista que representa a España, ya es patrimonio nacional.