Quien le iba a decir a Beatriz Álvarez hace unos años que cuando ella y su compañera Montse Tomé, ambas ovetenses, jugaban juntas en el mismo equipo de fútbol, el destino les tenía reservados grandes planes para ellas. Hoy, una es la primera seleccionadora nacional en 113 años de historia, la otra, pionera en la presidencia de la Primera División femenina. Caminos entrelazados que se iniciaron cuando el balón era su única pasión.
A sus 41 años, Beatriz Álvarez puede presumir de haber pasado por todos los roles dentro del campo antes de haber llegado a los despachos. En el equipo de su tierra natal, el Oviedo Moderno, se inició como jugadora, y tras hacer el curso de entrenadora, dedicó su actividad en los banquillos durante dos temporadas, hasta acabar como presidenta en 2009. Trece años después y previo paso por el Consejo Superior de Deportes como vocal durante el mandato de Irene Lozano, asumió la dirección de la liga femenina, que pasaba a ser profesional.
Desde aquel 23 de mayo de 2022 el fútbol femenino ha vivido algunos de los capítulos más trascendentales de su historia.
Uno de los logros más importantes, fue el pasado mes de septiembre, cuando se firmó el convenio colectivo. Se rubricaba tras una huelga en la que las jugadoras exigían mejores condiciones salariales. Finalmente, la segunda liga bajo su mandato conseguía arrancar, pero no sin antes recibir la espantada del patrocinador principal. Finetwork se desmarcaba del acuerdo de los cuatro millones de euros que se habían pactado, y la liga femenina pasaba a llamarse Liga F. Entre un hecho y otro, las mundialistas se cosían la estrella en el pecho, en un mundial que acaparó todas las portadas y que fue, tristemente eclipsado por el escándalo de Rubiales y Jenni Hermoso. Casi nada.
Con la salida de Luis Rubiales, la Federación española y la Liga F han tendido puentes de reconciliación. Todo para el bien común y la estabilidad futura de dos instituciones que están condenadas a entenderse.
Objetivo, llenar los estadios
Quizá la asignatura pendiente es la que Beatriz Álvarez se ha marcado también como primer objetivo. Que la asistencia a los campos de fútbol crezca y que las audiencias mejoren. Aumentar, en definitiva, el interés de una liga que preside y en la que existen aún muchas desigualdades presupuestarias entre equipos. Estas diferencias económicas también se plasman, sobre todo, en el terreno de juego. El todopoderoso Barça encadena una goleada tras otra, con una superioridad que saca los colores al resto de equipos de la tabla clasificatoria. Su liga aúna 16 equipos muy distintos, catorce pertenecientes a clubes con sección masculina, y cuatro independientes.
A corto plazo, le queda también apaciguar a los sindicatos, quienes, una vez pactados los salarios, reclaman mejoras en las condiciones de las jugadoras ahora que los derechos televisivos de DAZN ingresan 5,7 millones de euros.
El Consejo Superior de Deportes dentro de un plan de ayuda para la mejora de las infraestructuras e instalaciones, puso en marcha una inyección económica de 16 millones de euros además de 1,5 extras para los clubes independientes. La apuesta está clara, el crecimiento del fútbol femenino es una prioridad para todas las partes. Su lema “Vamos ganando”, que se estrenó el octubre pasado, es la máxima de una competición que ya tiene un plan estratégico para los próximos años.
En la recta final de su segunda liga el optimismo es inevitable. Cada vez más personas se unen a la ola de una competición que hasta hace muy poco era prácticamente invisible. La responsabilidad de seguir dando ejemplo es la otra cara de la moneda. Sin duda el reto es mayúsculo.