María Zahara Gordillo Campos (Úbeda, 1983), cantante y compositora, marcó un antes y un después en el indie pop español con su noveno disco en 2021, Puta. Con este álbum, además de exorcizar sus demonios, usó el insulto más famoso para empoderarse y denunciar el lado oscuro de la industria musical y la sociedad.
Publicó después Reputa, un disco de versiones donde artistas como Delaporte, Alizzz, Carolina Durante, Cora Novoa, Shego, La Oreja de Van Gogh o Maria José Llergo versionan el icónico álbum. Una revolución musical, pero ante todo personal, liberándose del insulto que había marcado toda su vida consciente y denunciado de nuevo la violencia machista que ha sufrido sistemáticamente.
Todo este camino, toda esta historia, cristalizó en un disco, ahora relanzado y acompañado de una nueva gira y un documental. ¿Cómo te encuentras?
Ha sido un salto al vacío. Me miré a mí misma y encontré cosas que no me gustaban, y de ahí nació mi libertad. Pensaba: “Me da igual lo que piense la gente de esto. Me da igual a quién ofenda, a quién moleste. Me da igual”. Este “me da igual” forma parte de la propia contradicción del disco, porque a la vez canto que necesito más que nunca a la gente, les escribo una canción a mis seguidores, Taylor, y me abro en canal. Esta mezcla de emociones se cristaliza en este disco; porque aunque en todos he sido yo misma, incluso con mi necesidad de ocultarme, lo que ahora desaparece por completo es la complacencia. Mientras las componía sabía que tenía que hacer públicas las historias que estaba relatando, que no bastaba con ponerme frente a ellas, eso ya lo hacía en terapia. Compartirlas era parte fundamental del exorcismo.
Un disco que nace de la más pura necesidad de contar una historia, tu historia. ¿No sentiste vértigo?
La gente me dice: “¡Qué valiente!”. Y yo les contesto: “¡Qué inconsciente!”. De alguna manera no tenía la conciencia de que me iba a enfrentar a todo el mundo, no tenía la determinación de hacer algo significativo. La pura verdad es que abusaron de mí cuanto tenía 12 años, pero ante la denuncia se sigue dudando de la víctima. Más allá de esto, también me afectó lo que se me inculcó sobre el rol que como mujer se esperaba que yo asumiera en la sociedad y en la relación con los hombres. Abusaron de mí y en el colegio comenzaron a llamarme “puta” cuando yo aún ni siquiera había dado mi primer beso. Y nadie me creyó, nadie me protegió. Ahora, sin embargo, sí que reivindico mi valentía.
“Me afectó lo que se me inculcó sobre el rol que como mujer se esperaba que yo asumiera en la sociedad y en la relación con los hombres”
¿Cómo surge la idea de hacer ahora Reputa, y su documental?
–El disco de Puta nace de una manera involuntaria, sin dirección, con mi compañero Martí Perarnau y yo componiendo. Pero el proyecto crecía y nos dábamos cuenta de las implicaciones que iba a tener, la denuncia que iba a suponer. Entonces empezamos a grabar todo el proceso artístico, creativo y de marketing, todo lo que no tenía que ver con la música. Poníamos la cámara y nos olvidábamos. No teníamos presupuesto ni tiempo para desarrollar lo que habría supuesto hacer un documental sobre el proceso de denuncia de Puta. Pero yo sí quería explicar de dónde nacía esta canción tan visceral, que nace de este cabreo “histórico”.
El 12 de agosto de 2021 volvías en el tren con tu hijo cuando viste a una pasajera viendo vídeos y leyendo cosas sobre ti…
Ese día fue significativo. Yo era una madre, en un tren con su hijo, viendo cómo algo que intentaba denunciar se había vuelto en su contra. He recibido mucho odio y muchas críticas, amenazas, filtraron mi móvil, me acosaban… No fui capaz de procesarlo, ni de cabrearme; simplemente estaba aterrorizada. Unas semanas más tarde empecé a escribir sobre mi experiencia, y ahí salió todo.
¿Es esta la incongruencia en la que vivimos: cogen tu discurso para atacarte, volviéndolo contra ti, y cayendo precisamente en lo que denuncias?
Efectivamente. En ese momento a mí no me apetecía hablar; había mucha presión mediática para que yo me pronunciara, pero yo sólo quería hablar en el escenario, que es mi lugar. Por otro lado, me enfadaba que el titular siempre fuera el mismo, cuando el disco llevaba seis meses en la calle. Hice un disco para hablar de la violencia machista, para denunciar lo que yo misma había sufrido y sufren tantas mujeres, y se decidió erigir una guerra contra mí. Con el tiempo entendí que uno tiene que hacer su camino y contar su historia, y que lo que los demás hagan con ella no es nuestra responsabilidad, aunque duela y enfade. Pero me dio mucha rabia, me sentí muy utilizada.
Hay quien lo usó también políticamente.
¡Por eso el nuevo tema se llama Esto no es una canción política! ¿Cómo no va a ser político lo que a mí me ha sucedido, las consecuencias que ha tenido y sigue teniendo? Por supuesto que quiero incomodar, pero no para ofender, sino por mi historia. Quiero que mi historia, que es la historia de todas las mujeres, incomode. Ahora no quiero revictimizarme; he vuelto a contarlo todo pero desde el humor, ya no desde la rabia. Hay veces que una no sabe si el humor cura o convierte las cosas importantes en livianas, pero poder reírme de lo que a mí más me afectó, como de recibir cientos de mensajes sexuales que en el momento me hacían vomitar, ha sido terapéutico.
“Quiero que mi historia, que es la historia de todas las mujeres, incomode”
¿Por qué títulos tan impactantes como Puta y Reputa?
“Puta” es el insulto con el que las mujeres aprendemos a convivir. A mí me marcó de tal manera que condicionó mi manera de relacionarme con hombres y mujeres. Tanto es así que lo he convertido en un estandarte, como se hace con tantas palabras. Pero cuando era pequeña quería huir de esa palabra; me producía ansiedad, vergüenza, angustia, terror… Cuando surgió Reputa, la idea era que otras voces se apoderaran del relato y lo llevaran a otro lugar. Quería poseer el insulto que todas hemos recibido alguna vez, y que marcó mi vida, y hacerlo mío, hacerlo nuestro. Y liberarme.
¿Qué ha supuesto la electrónica para ti?
Es un lugar de libertad. Cuando concebí el proyecto de La Puta Rave [una gira con sets de música electrónica] tenía la necesidad de sentir esa libertad total, de experimentar, de mezclar, de “revolucionar mi música”. Esta ha sido la primera vez que componía así, pidiendo más caña, más bombo, más caja, ahora el beat, ahora el charles… ¡Como Amelie Lens! Para mí es importante que se entienda lo que es la rave en mi vida. No es una moda; quiero quitarle a la gente el prejuicio que tiene sobre las raves… y sobre mí. Como aparece en el documental, “la voz más sexy de España”… Pues esto es la voz más sexy de España. Nunca eres tan libre como cuando cierras la puerta de tu habitación, pones tu canción favorita y empiezas a cantar y a bailar. No hay nada más poderoso que ese sentimiento, pero rodeada de gente: toda tú, con todas tus virtudes y carencias, con todas tus vergüenzas a la vista, desinhibida total. Eso es una rave para mí. No podía pedirle a mi público eso directamente, así que decidí dárselo: hacerlo yo, bailar y vestirme y ser libre en el escenario.
“Quería poseer el insulto que todas hemos recibido alguna vez, y que marcó mi vida, y hacerlo mío, hacerlo nuestro. Y liberarme”
También hubo mucha crítica machista a esa libertad.
Absolutamente, porque esa sigue siendo la mirada. Yo no bailo para provocarte; tienes una mirada heterocentrista si me reduces a eso, o si te escandalice que me vista de cierta manera. ¡Revísate tú; yo ya he hecho mi trabajo! No es para ti. Y la mayoría de la gente lo entiende, y se siente segura, y goza. Incluso mis padres lo han entendido, cuando generacional y culturalmente están en las antípodas.
¿Y qué le dirías a quien no entiende tu evolución, o querría que volvieras a lo anterior?
Las críticas de los fans las entiendo. Entiendo a quien me dice que le gustaba mi etapa como cantautora, y que no conecta con lo que hago ahora; le quiero igual, y espero que ellos también. No hay por qué seguir a una artista en todas sus facetas y etapas. Pero yo no puedo sacrificar lo que yo siento por miedo a dejar de gustar a ciertos seguidores. Pero sí me da rabia tener que explicarle a ciertas personas que un sintetizador también es un instrumento, o a algunos críticos musicales (que se supone que entienden de esto) anclados en la old school que no saben lo que es una caja de ritmos o un sampler. No me enfada, pero desde la honestidad te digo que me da hasta vergüenza ajena. ¡Me han llamado terrorista musical! Por no hablar del comentario machista de aludir a mi tío Joaquín Sabina, de quien yo no he hablado jamás, que nunca me ha ayudado en mi carrera y con quien no tengo nada que ver. Se acabó.