Tim Burton sella la marca imborrable de ‘Beetlejuice’ para la nueva generación

A pesar de la diferencia de más de 30 años, las dos cintas mantienen un balance entre lo grotesco y lo cómico

Escena de 'Beetlejuice, Beetlejuice'.

Las segundas partes nunca fueron buenas… o al menos no tanto como las primeras, y esta no es la excepción que confirma la regla. Después de treinta y seis años sin ver en la gran pantalla al bio-exorcista más famoso de la historia del cine, Beetlejuice Beetlejuice por fin se estrenó en cines el pasado 6 de septiembre, tras su premiere mundial en el Festival de 81º Festival Internacional de Cine de Venecia.

La primera entrega de Beetlejuice (1988) se convirtió rápidamente en un clásico de culto gracias a su estilo visual único, su humor oscuro y la memorable actuación de Michael Keaton como el irreverente Beetlejuice, mientras que en la segunda, Tim Burton ha sabido revitalizar este mundo para una nueva generación, respetando al mismo tiempo los elementos que hicieron del original un clásico. Juntas, aseguran la permanencia del personaje en el imaginario colectivo y… ¿quién sabe? quizá hasta podría haber una tercera entrega.

Personajes insertados

Beetlejuice Beetlejuice, título que se ha adaptado ridículamente al castellano como Bitlechús Bitlechús, resulta en conjunto algo desestructurada, inconexa y abrumadora, como una especie de collage entre gags que funcionan bien, otros que funcionan mal, demasiados personajes y alguno de ellos mal anclado a la historia esencial, que se centraba en la relación entre los vivos y los muertos en un contexto más familiar y local. Sin ir más lejos, el personaje de Monica Bellucci juega un papel poco relevante en la trama –o las tramas– principales, por lo que acapara pocos minutos de metraje, pero su amado le ha querido obsequiar con una escena protagonista de mujer fatal mientras se recompone y suenan las notas de una canción transgresora.

Michael Keaton en ‘Beetlejuice, Beetlejuice’.

Dirigida por un nuevo equipo creativo pero con Tim Burton como productor ejecutivo, la secuela cuenta con un enfoque más moderno, aunque mantiene el tono irreverente de la original, trae consigo una evolución tanto en la narrativa como en los efectos visuales. La trama sigue a una nueva generación de personajes, quienes accidentalmente invocan a Beetlejuice. En esta ocasión, el personaje está más interesado en el caos a gran escala, y la película explora temas como el choque entre generaciones y la sobreexplotación de los fenómenos paranormales. Lo mejor es que la nueva entrega retoma a algunos personajes icónicos de la primera película, incluyendo a Lydia Deetz –una fantástica Winona Ryder-, ahora adulta y con su propia familia, lo que establece un puente directo entre ambas cintas.

Sin embargo, al haber introducido nuevos personajes -quizás demasiados-, no todos se acoplan bien a la trama original. En esta segunda parte, la trama del novio de Lydia es la que peor funciona: El personaje de Rory solo sirve para reforzar mejor al personaje encarnado por Ryder, quizás fue la única manera para explicar al espectador sus habilidades sobrenaturales y su rol de “médium mediadora” en el late TV show.

Escena de ‘Beetlejuice, Beetlejuice’.

El plot del novio de Astrid se sostiene con pinzas, tiene credibilidad con el encuentro en la casa del árbol, pero todo pasa demasiado deprisa y el match es inmediato, como por arte de magia, siendo el personaje de Astrid el de alguien que apunta a tener dificultades para relacionarse con otros chicos de su edad, aunque algunos gags sí tienen gracia, como el del disfraz de James Dean.

Creatividad sin límites

Como suele ocurrir con Tim Burton, se maneja mucho mejor en el mundo de los muertos que en el mundo de los vivos, y así se percibe en el guion y en la construcción de los personajes y la puesta en escena. La creatividad de Burton para expandir el submundo de no tiene límites: con su particular toque y mezcla entre lo grotesco y lo cómico, consigue mejorar las galerías laberínticas del inframundo con gags hilarantes y una ambientación vibrante y espléndida. Burton hace un guiño a la actualidad política con la inserción del personaje femenino de la manifestante que parece tomar el relevo al equipo de jugadores de rugby que aparecía en la primera película, posiblemente en homenaje a los fallecidos jugadores de rugby en el polémico accidente aéreo en Los Andes. El “soul train” es la gota que colma el vaso en el caótico y surrealista -como no podía ser de otra manera- submundo de los muertos y funciona de maravilla como escenario del accidentado desenlace familiar.

Jenna Ortega en ‘Beetlejuice, Beetlejuice’.

Si bien el universo cinematográfico de Beetlejuice ha dejado una marca imborrable en la cultura popular desde el estreno de la primera película en 1988, ahora, con la llegada de Beetlejuice Beetlejuice en 2024, impulsado por una considerable campaña de marketing, se ha reavivado el interés por este peculiar y excéntrico personaje.

La conexión entre Beetlejuice y Beetlejuice, Beetlejuice es clara, no solo por la continuidad del personaje principal, sino por la preservación del estilo oscuro y humorístico que caracteriza a ambas películas. A pesar de la diferencia de más de 30 años entre los estrenos, las dos cintas mantienen un balance entre lo grotesco y lo cómico, haciendo que el público siga cautivado por el mundo que gira en torno a Beetlejuice.

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