Llevaba retirada desde 2011, debido al progreso inevitable de su esclerosis múltiple, enfermedad cuyos primeros síntomas había comenzado a padecer a comienzos ya de la década de los ochenta. Pese a ello, y a sufrir en 2006 un aneurisma que la tuvo en coma durante una semana, siguió trabajando en cine y televisión hasta casi el final de su aparentemente inagotable energía. Teri Garr falleció el pasado 29 de octubre, con 79 años, dejando tras de sí un legado casi sin paralelo en Hollywood: el de una actriz con múltiples registros, pero que hizo de la comedia su estilo favorito, trabajando con algunos de los mejores directores del género —Mel Brooks, Carl Reiner, Nora Ephron, Stan Dragoti, Jim Kouf y hasta los hermanos Farrelli—, además de en varias de las comedias más singularmente divertidas y peculiares de la historia del cine, como El jovencito Frankenstein (1974), de Brooks; Tootsie (1982) de Sidney Pollack, que le valió una nominación al Oscar a mejor actriz de reparto; ¡Jo, qué noche! (1985) de Scorsese o El juego de Hollywood (1992) y Prêt-à-porter (1994), de Robert Altman, director con quien colaboró en varias ocasiones.
Nacida en Los Angeles (California), el once de diciembre de 1944, su padre era un actor de vodevíl y comediante de origen irlandés, Eddie Garr, quien falleció cuando su hija contaba tan solo once años de edad. Su madre, Phillys Lind Garr (nacida Emma Schmotzer), procedía de una familia emigrada desde Austria, era bailarina, miembro de la famosa compañía de baile The Radio City Rockettes, modelo y responsable de vestuario en distintas compañías teatrales. No hay duda de que Teri llevaba el espectáculo en la sangre. De hecho, no tardó en estudiar primero danza y, tras trasladarse a Nueva York, arte dramático en el célebre Actor´s Studio de Lee Strasberg, que introdujo en Hollywood el “método” actoral del ruso Constantin Stanislawski. No mucho después de hacer sus primeros pinitos en teatro, cine y televisión, cambió su nombre de Terri a Teri, siguiendo el consejo de una numeróloga. No le fue nada mal.
Tras una larga serie de apariciones sin acreditar, generalmente como bailarina y go-go en comedias musicales juveniles, a veces junto a su amiga Toni Basil, y a pesar de tener por fin un papel con frase en el clásico psicodélico Head (1968), dirigido por Bob Rafelson y escrito por Jack Nicholson a mayor gloria del grupo The Monkees, Teri se centró sobre todo en el medio televisivo, interviniendo en multitud de populares programas de los años sesenta y setenta, en papeles cada vez más relevantes: Dr. Kildare, Batman, Star Trek (es decir: La conquista del espacio), Ladrón sin destino, M. A. S. H., La extraña pareja, Barnaby Jones o McCloud entre otros, incluyendo frecuentes colaboraciones en shows de humor como The Sonny and Cher Comedy Hour, The Ken Berry “Wow” Show y El nuevo show de Dick Van Dyke, por citar algún ejemplo. Nunca abandonaría la pequeña pantalla, trabajando en telefilmes de prestigio, series y hasta doblando personajes animados durante toda su carrera, siendo invitada habitual en los late night shows de David Letterman o Johnny Carson y presentando en al menos tres ocasiones el Saturday Night Live.
Pese a su preferencia por los papeles de comedia, a los que aportaba siempre una presencia llena de energía y vitalidad histéricas, con su carita atractiva y pizpireta, alejada de los estándares más llamativos de Hollywood, y una capacidad poco habitual para combinar tanto el humor físico como el verbal, gracias a su doble formación como bailarina y actriz del método, Teri Garr poseía un amplio registro dramático, que la permitió aparecer en musicales románticos tan particulares como Una del corazón (1981), el fastuoso y delicioso desastre que hundió a Coppola; en thrillers como La conversación (1974), también de Coppola, Mi familia o mi amante (1984) de Michael Apted o Perfect Alibi (1995) de Kevin Meyer, e incluso en dramas de ciencia ficción como Encuentros en la Tercera Fase (1977) de Spielberg y películas para toda la familia como El corcel negro (1979) de Carroll Ballard y su posterior secuela.
Sin embargo, es obvio que su vis cómica contribuyó a hacer de películas como las citadas El jovencito Frankenstein y Tootsie, más que merecidos éxitos de crítica y público que todo amante del cine recuerda con una sonrisa en la cara, haciendo también que un buen número de comedias más o menos irregulares acabaran por resultar memorables gracias a su presencia irresistible, como es el caso de El golpe II (1983), Out Cold (1989), Cuando papá y mamá salvaron el mundo (1992), Michael (1996) o A Simple Wish (1997), en las que Teri Garr consigue hacer siempre mucho más llevaderos sus altibajos y excesos de humor familiar, romance y buenas intenciones. Harina de otro costal son títulos como Honky Tonk Freeway (1981) de John Schlesinger, The Escape Artist (1982) de Caleb Deschanel, Cuando Papá se convirtió en Mamá de Stan Dragoti, con guion de John Hughes, o Let It Ride (1989) de Joe Pytka, estupendas comedias ochenteras, algunas con toque dramático, que merecerían todas ser rescatadas de su injusto olvido.
Durante las últimas décadas Garr ofreció notables apariciones como estrella invitada en sitcoms televisivas tan populares como Friends, donde fue entre 1992 y 1993 la madre no menos excéntrica de la excéntrica Phoebe que interpretaba Lisa Kudrow; en los mismísimos Teleñecos, en el drama médico Urgencias y en otras series como Felicity, Doctoras en Filadelfia, Ley y Orden o Crumbs, además de trabajar a finales del 2000 en varias representaciones Off-Broadway de los populares Monólogos de la vagina, junto a Sanaa Latham y Julianna Margulies.
Adorada por todos los actores y directores con quienes trabajara a lo largo de décadas, como Dustin Hoffman, Steve Martin, Michael Keaton, Richard Dreyfuss, Scorsese, Mel Brooks o Coppola, que solo tienen buenas palabras y recuerdos para ella; activista pro-derechos LGBTI+, por la visibilidad de la esclerosis múltiple y ferozmente contraria a las pruebas nucleares llevadas a cabo en Nevada a finales de los ochenta (fue detenida durante las manifestaciones de protesta contra las mismas), la herencia de Teri Garr es más que apreciable en actrices y comediantes como Lisa Kudrow, Jamie Lee Curtis, Jenna Fischer o Tina Fey. Resulta un poco triste que su fallecimiento no haya tenido, quizá todo el eco que merecía, como una de las actrices más brillantes y personales del Nuevo Hollywood de los setenta y ochenta. ¿Será quizá por haber sido sobre todo actriz de comedia? Si es así, no tiene maldita la gracia.