Sentarse a hablar con Teresa Bedman es como abrir un libro de Historia; mejor, es como emprender un viaje con una de las mejores guías por uno de los capítulos más trascendentes de la humanidad. Porque a pesar de ser la máxima experta en su especialidad, junto al también egiptólogo Francisco J. Martín-Valentín, su espíritu pedagógico, su afán divulgador y su absoluta pasión por Egipto les ha llevado no sólo a ser reputados en todo el mundo, sino a ser los responsables de algunos de los descubrimientos más importantes del último siglo.
Teresa Bedman estudió Egiptología en Manchester y es miembro de Honor de la Sociedad Mexicana de Egiptología o de la Fundación Sophia de Palma de Mallorca, entre otras. Especializada en el papel femenino en Egipto, ha publicado libros como Hatshepsut, de reina a faraón de Egipto (Madrid, 2009) o Reinas de Egipto: el secreto del poder (Madrid, 2003).
Entre el 33 % y el 51 % sufren acoso
Por eso, tras la publicación del reportaje sobre el #MeToo silenciado de la arqueología española en El periódico de España, que afirma que entre el 33 % y el 51 % de las trabajadoras han sufrido acoso sexual, recurrir a sus amplios conocimientos sobre el campo en el que ella se ha granjeado su reputación es incuestionable. “En las misiones arqueológicas la gente va un poco ‘de Erasmus’. Se convierten en un totum revolutum, y suele suceder de todo. Pero no en mis misiones arqueológicas: jamás lo toleraría. Quizá porque soy mujer”, explica en conversación con Artículo14.
Teresa Bedman, junto a Francisco J. Martín-Valentín (que creó la Asociación Española de Egiptología, que después pasó a ser el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto y ahora es la Fundación Instituto de Estudios del Antiguo Egipto), dirige en la actualidad una importantísima misión arqueológica en Egipto: tras investigar en Luxor, ahora se centra en el Proyecto Visir Amen-Hotep Huy. “La Fundación Instituto de Estudios Antiguo Egipto tiene dos misiones arqueológicas. Fue Egipto el que nos demandó que tuviéramos una misión: teníamos buena relación con los egipcios, y durante mucho tiempo habíamos ido a Luxor a investigar, buscar fotografías, entrar en sitios especiales para documentar nuestros libros y nuestros artículos, profundizar en nuestras ponencias… Pero fue el director del Alto Egipto el que nos encargó la misión de la tumba de Sen en-Mut (arquitecto de Hatshepsut), una tumba descubierta por los americanos en los años 20 que había que estudiar”.
En sus misiones, sin embargo, Teresa Bedman vigila que no haya ningún tipo de malentendido, incomodidad ni, por supuesto, acoso o agresión sexual. “Si diriges una misión, tienes que estar pendiente de todo, desde la relación de las personas que están bajo tu responsabilidad hasta de comprar cemento. En mi caso, yo hago que firmen un documento comprometiéndose a que no se dan relaciones inapropiadas; si entra en nuestro conocimiento que es así, la persona es expulsada de la misión”, continúa.
“Hechos conocidos, pero no generalizados”
“Cuando acaba la excavación, cada uno puede hacer lo que quiera, pero no durante la misión. Además, estamos lejos de España, normalmente en países musulmanes, y puede ser muy difícil”, explica la arqueóloga, que actualmente continúa en la misión de Luxor, en Egipto. En el caso de que sucediera una agresión sexual, lo primero que tendría que hacer ella es denunciarlo en la embajada, ya que tienen un estatus semidiplomático. “Hay un protocolo de actuación para estos casos de obligado cumplimiento”.
Sin embargo, aunque ni ella ni ninguna de las integrantes de las misiones en las que ella ha participado ha sufrido esta situación, sí conoce casos. “No voy a decir nombres, pero hay profesores universitarios y arqueólogos que, para llevarte a excavar, exigen derecho de pernada”, afirma muy seria. “Han sido sus propias alumnas quienes me lo han contado, y es algo sabido, aunque no generalizado”.
Según el Informe de Acoso Sexual en Arqueología, elaborado por las autoras María Coto-Sarmiento, Lara Delgado Anés, Lourdes López Martínez, Jesús Martín Alonso, Ana Pastor Pérez, Apen Ruíz Martínez y María Yubero Gómez, el acoso se da hasta en un 51 % de los casos. Para la elaboración de este trabajo, encuestaron a 358 participantes, 326 de ellos españoles. Se eliminaron cinco de esos participantes “por sospecha”. Las mujeres que respondieron, una amplia mayoría de 227, certificaron la prevalencia del acoso sexual en el sector de la arqueología.
Un 51,1 % de ellas confirmó haber sufrido alguna vez algún tipo de acoso sexual durante su carrera arqueológica, ya fuese como estudiante, trabajadora, investigadora o docente. El género de la persona que acosaba era en un 89,86 % de los casos masculino. En casi 9 de cada 10 casos, no hubo consecuencias.
“Estos datos me escandalizan, como me escandalizaba cuando me lo contaban mis alumnas. Les pedí que lo denunciaran, pero les daba miedo, porque esos hombres son quienes las evalúan, quienes las examinan y quienes les conceden las misiones arqueológicas. Esto no se puede consentir, no estamos en la Edad Media”, revela a Artículo14, confirmando que hay una espiral de silencio movida por el miedo y las posibles represalias posteriores.
Teresa Bedman apuesta por la vía más legalista, hace firmar documentos y propone que haya denuncia para actuar. “Tiene que existir una denuncia”, insiste, mientras asegura que en su caso, nunca ha sufrido ningún tipo de acoso ni discriminación por ser mujer. “Sinceramente, yo no lo he consentido. Tienes que saber dónde plantar los pies. Si transiges una vez, estás muerta: es como con la mafia. Hay que poner barreras e incluso pegar bocados o patadas, metafórica o literalmente”, defiende.
Y por el lado de los acosadores, insiste en que en el mundo actual es fácil desenmascararlos. “El que lo hace una vez, lo hace de forma reiterada. Una denuncia, especialmente en el ámbito académico o universitario, tiene futuro; quizá hace 60 años era más difícil, pero hemos avanzado mucho y hemos sido muy pedagógicos para decir que no es algo que vayamos a consentir. Hay que romper estas prácticas, hay que dejar de verlas como normales”, sentencia.
Lo mismo le sucede a una conservadora y restauradora que ha trabajado en diferentes campos del sector, y que prefiere guardar su anonimato por miedo a posibles represalias. “Personalmente no me ha ocurrido, y no conozco de primera mano a nadie que lo haya sufrido, aunque sí tengo constancia de que es algo que sucede”, explica en conversación con Artículo14. “Suceden cosas que son, como mínimo, inapropiadas. A veces se produce acoso, y a veces son prácticas consentidas por las dos partes”, añade.
Denuncias sin nombres
El único caso conocido que trascendió a los medios de comunicación fue el del yacimiento romano de Bílbilis, en Calatayud (Zaragoza). En 2017, la Universidad de Zaragoza comenzó a estudiar estos posibles abusos sexuales por parte de un profesor a alumnas de los primeros cursos de la carrera de Arqueología mientras llevaban a cabo sus labores en la excavación. Según declararon algunas estudiantes a elDiario.es en aquel entonces, “era un secreto a voces”, aunque prefirieron no identificarse y el nombre del docente no se publicó.