Gira 'The Eras Tour'

Taylor Swift: eres perfecta, pero cuídate, por favor

La cantante Taylor Swift ha cerrado en Madrid dos conciertos redondos, los más multitudinarios de la historia de España, en un ejercicio de cultura pop perfecto y sin mostrar ni un ápice de debilidad

Concierto de Taylor Swift en Madrid - Cultura

La cantante y compositora estadounidense Taylor Swift ofrece un concierto este miércoles en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid EFE/JUANJO MARTÍN

Dos noches llenando el nuevo Santiago Bernabéu de almas entregadas a la causa no es una hazaña fácil de lograr. 130.000 swifties en total, más los cientos que se congregaban cada tarde en las inmediaciones del estadio blanco para corear, desde fuera, cada una de las canciones del infinito setlist de 45 canciones que la de Pensilvania ha regalado a sus fans en todo el mundo. Taylor Swift desciende para cantar y bailar con el común de los mortales para después volver a ascender al lugar que le corresponde: el de reina del cielo pop.

Efectivamente, es perfecta. Tres horas y media en las que Taylor Swift aparece, desaparece, corre, salta, baila, guiña el ojo, juega con su pelo y lanza besos. Y, por supuesto, canta. Y lo hace sin una sola inflexión fuera de lugar: cuerdas vocales entrenadas y coreografiadas casi tanto como cada uno de sus pasos de baile. Uno podría pensar que está reproduciendo, uno por uno, los temas de la setlist, porque suena exactamente igual que en sus producciones de estudio.

¿Es positivo o negativo? Ambas cosas. Uno espera ver a una Taylor Swift humana, identificarse con ella: que le falte el aliento después de recorrer los cien metros de su escenario, que jadee cuando baila Vigilante Shit (es, quizá, el momento más sexy del concierto, con ella tratando de sacudirse la imagen de niña buena y siendo ligeramente picante mientras entona I don’t dress for women, I don’t dress for men… Lately I’ve been dressing for revenge), que se emocione o salga medianamente mediocre en alguno de los infinitos primeros planos que las treinta cámaras y diez pantallas LED muestran de su inmaculado rostro.

Nada de eso ocurre. Podría tratarse perfectamente de un holograma, o de un robot, si no fuera porque sabemos que es humana. Y lo digo en el mejor de los sentidos: ¿puede haber alguien tan perfecto, y que permanezca perfecto en todos los sentidos durante casi cuatro horas, dos días seguidos?

Esta reflexión, así como el último de sus discos, The Tortured Poets Department, nos lleva a pensar en los niveles estratosféricos de autoexigencia (por no hablar de la exigencia externa) a los que se debe de someter Taylor Swift. Ella misma relataba su lucha contra la ansiedad y los trastornos alimenticios en un documental más que recomendable, Miss Americana: realmente ella es la encarnación millennial de “Miss Estados Unidos”, esa joven inteligente, talentosa, trabajadora, hecha a sí misma, canónica y heteronormativa que todos le piden que sea.

¿Un grito de ayuda?

Entonces, después de hablar de sus amantes y de sentirse torturada por la fama, se saca de la manga un disco en el que parece pedir ayuda. La primera de las canciones de esta era es Who’s afraid of little old me?, donde dice cosas como “you don’t get to tell me about sad” o le dice a los fans que realmente deberían temer a esa antigua versión de ella misma… “¿Es una maravilla que me haya roto? Vamos a escuchar otra broma sobre ello, y entonces podremos reírnos hasta llorar”. Y nos grita: “Era mansa y amable hasta que el circo de la vida me hizo mala”.

En el concierto, algunas swifties lo cantan sin dolor; otras, en cambio, parecen ser conscientes de lo que su ídolo está queriendo decirles. También lo grita en Down bad (con una ironía y autocrítica que duele, riéndose de sí misma al pensar que moriría por cada uno de sus antiguos amores fallidos) y Fortnightel tema que comparte con Post Malone y que empieza con el siguiente verso: “Se suponía que me enviarían lejos, pero se olvidaron de venir a buscarme. Yo era una alcohólica funcional hasta que nadie notó mi nueva estética”.

“Todas mis mañanas son lunes atrapados en febrero”. “Tomé la droga que te hace salir adelante, pero sus efectos fueron temporales”. ¿Hay algo más depresivo que esta frase? Taylor Swift recrea en el escenario ese manicomio en el que se siente atrapada (esto no se ve en su película The Eras Tour, pues es anterior a la publicación del nuevo disco). Es una pesadilla en blanco y negro en la que ella aparece, una vez más, perfecta. Perfecta pero pidiendo ayuda a gritos.

Imagen del "manicomio" que Taylor Swift recrea en el escenario de 'The Eras Tour'

Imagen del “manicomio” que Taylor Swift recrea en el escenario de ‘The Eras Tour’

“Habría muerto por tus pecados. En cambio, morí por dentro”. Los bailarines la “obligan” a vestirse y salir de nuevo al escenario, a falsear su eterna sonrisa y seguir dando espectáculo. Ella trata de resistirse (débilmente) en un tristísimo montaje interpretativo donde todas las imágenes se han vuelto asépticamente blancas, llenas de luz, en un sueño gótico en blanco y negro. Curiosamente, la visten con una chaqueta de maestro de ceremonias circense, y ella sale adelante, y canta la última de las canciones de esta era.

I can do it with a broken heart empieza literalmente dirigiéndose a sus fans: “Puedo leer vuestra mente: ‘Ella se está divirtiendo mucho. Ahí, en su apogeo. Las luces refractan estrellas de lentejuelas de su silueta todas las noches’. Puedo contaros tantas mentiras… (Uno, dos, tres, cuatro). Porque soy dura, aguanto el golpe. Me dijeron: ‘Guapa, necesitas fingir hasta que deje de ser mentira’, y eso hice”. La canción demuestra cómo ella puede seguir con esta locura de espectáculo incluso con el corazón roto, incluso “muerta por dentro”.

“Luces, cámara, sonríe, bitch, incluso cuando te quieras morir”. “Me derrumbo, me caigo al suelo. Todos mis trozos esparcidos mientras la gente me grita: ¡más!”. “Estoy tan deprimida, actúo como si fuera mi cumpleaños todos los días”. “Lloro mucho, pero soy muy productiva, es un arte”. Cuando la cantante Zahara conoció la historia de Taylor Swift, compuso la canción Taylor en su honor, entendiendo esa espiral de odio y autocompasión.

Taylor, eres perfecta, ¿pero a qué precio? Te queremos humana, no perfecta. Cuídate, por favor.

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