Sonia Martínez, la mujer que fue cancelada por ser libre hasta su muerte

La madrileña tenía solo 30 años cuando, en septiembre de 1994, falleció en una clínica en la que llevaba ingresada dos meses y medio

Sonia Martínez, la presentadora de televisión que murió hace 30 años
Sonia Martínez, la presentadora de televisión que murió hace 30 años

Se cumplen treinta años de la muerte de Sonia Martínez, una de la presentadoras infantiles más famosas de los años 80 y que se convirtió en uno de los casos de cancelación —antes incluso de internet— que peor acabó en la historia de la televisión española. En 1982 comenzó a presentar el programa 3, 2, 1… contacto y, tras su suspensión, se hizo cargo de Dabadabada, sustituyendo a Mayra Gómez Kemp, ambos emitidos en Televisión Española. Su popularidad continuó en ascenso gracias a su papel en Perras callejeras (1985), de José Antonio de la Loma, maestro del cine quinqui.

Pero todo se truncó poco tiempo después. “No puedo decir que no haya tenido suerte en la vida, sino que yo misma la he tirado por la ventana”. Así comenzaban las memorias que la presentadora publicó en la revista Pronto en la primavera de 1991. Atrás quedaron sus años de fama, debido precisamente a la difícil situación que empezó a atravesar durante el rodaje del filme Perras callejeras, que coincidió en el tiempo con la etapa más dura del cáncer terminal de su madre.

'Perras callejeras', película en la que aparecía Sonia Martínez

‘Perras callejeras’, película en la que aparecía Sonia Martínez

“Murió en mis brazos, y a mí se me quedó en la cabeza el tremendo complejo de que la había matado yo”, confesó tiempo después. “Entonces comenzó mi derrumbamiento. En ese momento hubiese necesitado un buen psiquiatra. Al día siguiente de la muerte de mi madre, no era capaz de encontrarme a mí misma. Me reía, y mi padre tuvo que abofetearme en varias ocasiones para hacerme llorar. Estuve abrazada al féretro durante horas y no dejaba que se lo llevasen”.

La vida de Sonia Martínez empezó a naufragar, aunque todo respondía a un duelo no procesado. En lugar de compañía y empatía, la sociedad le dio la espalda: comenzó a ser blanco fácil de las implacables revistas del corazón. Chismes, mentiras y especulaciones rodeaban constantemente su nombre. Se le llegaron a atribuir aventuras amorosas con el hijo de la Duquesa de Alba, Cayetano Martínez de Irujo, o los futbolistas Butragueño y Maradona.

Cancelada por rodar en topless

Rechazó ser azafata del Un, dos, tres y también participar en la película La Vaquilla, de Berlanga, aunque todavía reunió fuerzas para rodar algunos largometrajes como Epílogo o Segunda enseñanza. Ya convertida en una de las profesionales más conocidas de TVE, con Rafael Romero Marchent trabajó en Violines y trompetas (1984), adaptación fílmica de una obra de Santiago Moncada que, desde su estreno en 1977, venía siendo uno de los grandes éxitos de la escena española. Sonia Martínez fue una chica de su época en toda la extensión de la palabra.

Sin embargo, su estado anímico y psicológico no dejaba de empeorar. En otoño de 1985 realizó una estancia en Estados Unidos, trabajando una temporada en Nueva York, donde buscaba nuevas oportunidades profesionales y vivir alejada del ruido mediático de su país. Pensando que las aguas se habrían asentado, decidió regresar a España y consiguió un contrato en televisión, en parte alentado por tratarse ella de un personaje público muy jugoso para la morbosa sociedad de entonces. Por la puerta pequeña regresó a la pantalla presentando En la naturaleza. Sin embargo, en verano de 1986 aparecieron publicadas en la revista Interviú unas fotografías que le habían hecho en topless mientras rodaba un filme en Ibiza, ¡trabajando!, y poco después su rostro desapareció de TVE. Todos se temieron lo peor.

Revista 'Pronto' de 1991, donde se le atribuyen a Sonia Martínez romances con Maradona y Butragueño

Revista ‘Pronto’ de 1991, donde se le atribuyen a Sonia Martínez romances con Maradona y Butragueño

Lo cierto es que varios altos cargos del ente público se escandalizaron con la aparición del reportaje y concluyeron que Sonia Martínez no era apta para seguir al frente de un programa infantil, así que la despidieron. Ella decidió pleitear para defender sus derechos y consiguió forzar un nuevo contrato, aunque solo de tres meses, para hacerse cargo de La bola de cristal, que llevaba ya un tiempo en emisión. El caso llegó incluso al Congreso de los Diputados. El responsable de RTVE, José María Calviño, interpelado por el diputado socialista Francisco Javier Rojo, argumentó que el despido de la popular presentadora obedeció únicamente a razones contractuales.

Sin embargo, los poderosos se salieron con la suya, y cancelaron el programa antes de que ella empezara a presentarlo tomando el testigo de Alaska. Esta fue la estocada final para la difícil situación de la presentadora: sola, hundida por la muerte de su madre, avergonzada por una sociedad que la señalaba constantemente y sin ver salida al escrutinio al que se la sometía, cayó en la heroína en un momento en el que estaba a la orden del día. Fue en esa época cuando más se aficionó a las fiestas nocturnas en locales de moda donde, como ella misma reconocería, “si eres una chica famosa, y encima estás bien de aspecto físico, no te faltan las invitaciones”

Series como Segunda enseñanza (1986), donde fue dirigida por Pedro Masó, y películas como Los invitados (Víctor Barrera, 1987) siguieron aumentando su filmografía, pero su imagen y su actividad profesional comenzaron a verse afectadas por su toxicomanía. Sus compañías tampoco ayudaban en este sentido, aunque durante una relación con el futbolista Fede Castaños, con el que se fue a vivir a Burgos, donde buscó trabajo en un gimnasio, dejó temporalmente las drogas. Así, de Sonia Martínez empezó a dejarse de hablar hasta que fue internada en una clínica de desintoxicación que años más tarde sería declarada como secta.

Cocaína, heroína, indigencia, sida

La ruptura con Castaños fue otro durísimo golpe para Sonia Martínez, que volvía a encontrarse al filo de la navaja. Entonces conoció en un pub a José Manuel Padilla, Lolo, un exdrogadicto que se ganaba la vida como transportista… y con el que en seguida empezó a consumir. Se trató de una espiral hacia los recovecos más oscuros de la adicción, y ambos lo perdieron todo: trabajo, dinero, amigos, casa… y salud. Una vez en la calle, Sonia Martínez vivió prácticamente en la indigencia, moviéndose por los bajos fondos madrileños, aunque su padre tuvo compasión y decidió ayudarla.

Sonia Martínez en una imagen de los 80

Sonia Martínez en una imagen de los 80

Los últimos cuatro años de su vida transcurrieron entre recuperaciones temporales, recaídas y apariciones en medios que abusaban de su vulnerabilidad para rentabilizar su drama. A finales de 1989, Sonia se casó por lo civil con Lolo, en una ceremonia a la que solo acudió la familia del novio, y a la vuelta de su luna de miel recibió una oferta para trabajar en Antena 3, pero su falta de fuerza de voluntad por abandonar las jeringuillas frustró el proyecto.

En marzo de 1990 recibió la noticia de que era portadora del VIH, y al poco se quedó embarazada de su hija Yaiza, quien nació con anticuerpos y síndrome de abstinencia. Ella misma confesó que seguía metiéndose durante el embarazo. Tras contarlo en el programa de Pepe Navarro, el músico José María Cano, del grupo Mecano, se ofreció para ponerla en contacto con la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Pero Sonia Martínez confesó sólo sentir rechazo de todo el mundo: “No me dejan meterme en un gimnasio ni depilarme las piernas”, dijo ella, bastante desesperada. “El rechazo es angustioso. Parece que tienes lepra”.

Después de dar a luz se separó de Lolo y, al poco de ser detenida en posesión de veinte papelinas de heroína, se vio obligada a llevar a su hija a un centro tutelar de menores. Las revistas se ensañaron con ella, mostrando distintas fotografías en las que se veía su rostro plagado de heridas y desvelando que se había puesto a ejercer la prostitución para poder costear sus adicciones. Sonia Martínez acabó muriendo de forma prematura en 1994 por complicaciones derivadas del sida. Terminó así la vida de una mujer que pudo ser y no fue, y con la que los medios se enseñaron profundamente, convirtiendo su declive en un show mediático.

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