¿Qué tienen en común Mary, Teresa, Bonnie, Lux y Cecilia Lisbon (Las vírgenes suicidas), Charlotte (Lost in translation), María Antonieta y Priscilla? Sofia Coppola es una cineasta con voz propia y uno de sus discursos más potentes es la construcción del universo femenino en el séptimo arte, a la vez que deconstruye con sutilidad y elegancia la mirada patriarcal, tan arraigada en la industria de Hollywood.
Sofia Coppola atribuye casi todos sus papeles protagonistas a mujeres, a menudo atrapadas en mundos de conflicto interior, incomunicación, confusión y tristeza como punto de partida, para devolverles el poder de decisión y la liberación que tanto ansiaban, a través de diferentes casuísticas.
De la frustración a la liberación
El punto de partida de estas mujeres es la frustración. En el caso de las hermanas Lisbon, de Las vírgenes suicidas (1999), sus padres son un matrimonio ultrarreligioso y conservador, que tienen unas estrictas normas sociales para ellas. Para Charlotte (Scarlett Johansson, en Lost in translation), los días en Tokio con su marido se acaban convirtiendo en una tediosa soledad y un vacío existencial que la lleva a replantearse su matrimonio e incluso sus ambiciones personales. La reina adolescente encarnada por Kirsten Dunst (Maria Antonieta, 2006) es obligada a abandonar su tierra natal, Austria, a su familia y su entorno natural, para contraer matrimonio con un hombre que no conoce, y será presionada para concebir un hijo varón, misión principal de una reina consorte. Tanto María Antonieta como Priscilla (que finalmente serán madres de dos hijos cada una) se verán enclaustradas en casas de lujo con todos los caprichos, pero a un alto precio: la retención por parte de sus parejas. La incomunicación atraviesa transversalmente las cuatro historias.
Todas se hallan “perdidas”, de alguna manera, pero lo más interesante es que viven una transición, y Coppola muestra cómo la propia crisis que las hace sufrir también las empuja a reflexionar, de un modo más introspectivo, a mirarse por dentro, encontrarse con ellas mismas, para llegar, finalmente a una “transformación”. En la mayoría de estas películas, la protagonista transforma ese dolor en una decisión, en un paso hacia el frente, en una liberación. Y aquí es donde conectamos con esa deconstrucción de la mirada patriarcal: la mujer entra en acción.
Deconstrucción del patriarcado
Desde el protagonismo narrativo, las cuatro historias giran en torno a mujeres, aunque en Las vírgenes suicidas, el punto de vista narrador son los chicos que seguían a las hermanas Lisbon. Aquí son ellos los que admiran a las chicas, y no al revés: “Empezamos a enterarnos de su vida, llegando a recordar cosas que no habíamos vivido. Supimos lo que era ser una chica, y como el serlo te hacía soñar y saber qué colores combinaban bien. Supimos que las chicas eran mujeres disfrazadas que entendían el amor e incluso la muerte, y que nuestro trabajo era hacer el ruido que las fascinaba. Lo sabían todo sobre nosotros, y nosotros nada sobre ellas”. Las hermanas Lisbon lucharon hasta sus últimas consecuencias, defendiendo los instintos amorosos por encima de los criterios de la razón, las decisiones personales frente a las convenciones sociales, todo un canto de Coppola a favor de la emancipación de la mujer.
Atmósfera de intimidad
Coppola muestra una habilidad especial para poner en escena la intimidad de sus personajes. Desde la tristeza y el dolor que llevaron al suicidio de las hermanas Lisbon en Las vírgenes suicidas hasta el aislamiento de Priscilla Presley en su renuncia a llevar una vida convencional de adolescente para estar con Elvis, así como la sensación de confusión y vacío que siente Charlotte en Lost in translation al pasar sola unos días en Tokio, mientras su marido trabaja como fotógrafo.
Coppola consigue transmitir las emociones que sienten las hermanas Lisbon, Priscilla, Charlotte y María Antonieta no solo por sus gestos y sus palabras, sino también, y principalmente, por su puesta en escena: en Lost in translation retrata Tokio como un escenario cosmopolita de masificación de personas, luces, sonidos, coches y estímulos urbanos para contrastar con la sensación de vacío, incomunicación y abandono que experimenta Charlotte, que reflexiona en sus paseos por la ciudad, extasiada por la saturación de estímulos urbanos.
La cineasta recrea la metáfora de la cárcel de oro con los personajes de Priscilla y María Antonieta: La primera se siente perdida, aturdida y sola en Graceland (la famosa casa de Elvis), así como María Antonieta se disipó en el lujo y el esplendor del palacio de Versalles. El largometraje de Priscilla está filmado con filtros que oscurecen la imagen, creando una atmósfera tenue y lánguida, como fantasmagórica, en reflejo de lo que siente el personaje.
Mitos y estética
Una técnica narrativa con la que Sofia Coppola ha trabajado en dos ocasiones es la reinterpretación del mito. Es el caso de María Antonieta y Priscilla, ambas adaptaciones personalísimas de la historia de dos personajes históricos: el de la reina consorte de Francia y la esposa de Elvis Presley, adolescentes al iniciar sendas relaciones afectivas (si es que la María Antonieta se puede calificar así).
La cineasta reescribe la historia de estas dos adolescentes, tomando referencias históricas reales y añadiendo elementos estéticos y narrativos creados por ella misma para resaltar aspectos que le interesan: la estética pop en María Antonieta (queda patente en los colores, la música, algunos elementos del atrezzo) y la relación de Priscilla con Elvis, dejando de lado cualquier otro aspecto de su vida. Además, los elementos estéticos que la directora utiliza para ello conectan directamente con la naturaleza femenina: planos detalle de cómo Priscilla se tiñe el pelo, se pone laca, se maquilla o se pinta las uñas, pero también escenas que muestran a la joven estudiante esforzándose por sacar su formación académica adelante, y en la cinta de María Antonieta divertidos planos de los impresionantes vestidos que María Antonieta elegía, peinados, zapatos –Coppola saca a relucir su experiencia profesional con la moda– o incluso dulces y champagne para compartir con sus amigas.
A pesar de la herencia y la ayuda recibida por parte de su padre, el gran Francis Ford Coppola, y de su familia, con gran arraigo profesional en Hollywood, lo cierto es que la cineasta ha desarrollado su propia marca personal, ha demostrado tener su estilo propio y ha sabido transmitir con sensibilidad y creatividad el abanico de virtudes, trastornos, procesos y heridas que acontecen a las mujeres, o al menos, a las mujeres de sus películas. ¡Esperamos ansiosas su próxima obra!