La encontrarás por todas partes. Es la única pintora que tiene el divino don de la ubicuidad: está en tazas de desayuno, camisetas, calendarios, mecheros… Es un icono del feminismo, cuya biografía, conocida a grandes rasgos por toda persona con un mínimo interés en la cultura del siglo XX, representa a la perfección el vía crucis doloroso de una mártir sacrificada por el patriarcado: mestiza, enferma de polio, destrozada por dentro a causa de un trágico accidente, casada y poco menos que abusada por el genio del muralismo Diego Rivera, con quien compuso un tormentoso matrimonio, y muerta prematuramente, aunque vivió lo suficiente para ver como Breton y los surrealistas reivindicaban su obra, esta volvió a caer en el olvido hasta los años setenta y ochenta. Fue en ese momento cuando las nuevas olas del feminismo encontraron en ella el ejemplo por antonomasia de la mujer artista sensible y políticamente comprometida, oscurecida y marginada por el establishment masculino y machista del mundo del arte.
Desde entonces, su figura más grande que la vida no ha hecho más que crecer, quizá demasiado. Películas, biografías, novelas gráficas, canciones pop, documentales, exposiciones incontables, reproducciones de sus cuadros coloristas, nativistas y mágicos hasta, literalmente, en la sopa… Finalmente, lo que era un acto de justicia a todas luces necesario, recuperar y reivindicar la obra y personalidad de Frida Kahlo, se ha transformado en un ejercicio descarado de reificación comercial y populista, que está teniendo un efecto tan indeseable como contraproducente: ocultar al resto de grandes mujeres artistas, más o menos relacionadas todas con el Surrealismo, que pulularon alrededor del epicentro representado por Rivera y Frida, creando una obra tan importante o más que la de Kahlo, quizá incluso superior desde el punto de vista artístico.
Aunque algunas de estas figuras, como Leonora Carrington o la española Remedios Varo, han conocido también cierta recuperación, su obra dista mucho de ser tan popular y reconocida como la de Frida Kahlo. No se trata de infravalorar o restar importancia a Kahlo, pero sí quizá de la necesidad de desmitificar un tanto su posición hegemónica dentro de un conjunto de creadoras que conforman uno de los momentos más brillantes de la historia del arte moderno.
No hablamos solo de Carrington y Varo, sino de tantas otras excelentes artistas que frecuentaron el círculo Rivera/Kahlo, imán para expatriados europeos fugados del fascismo y para los aventureros del Movimiento Surrealista, que viajaban en busca de raíces universales, experiencias límite y magia arcaica. ¿Quién recuerda a Alice Rahon? Surrealista hasta la médula, nacionalizada mexicana tras su divorcio de Wolfgang Paalen, fue amiga de Kahlo, con quien compartía también la fragilidad física, pero persiguió mayores ambiciones artísticas, pionera de la abstracción mexicana y del uso de técnicas mixtas. ¿Y a Rosa Rolanda? Habitual del mismo círculo, no se limitó a las artes plásticas, siendo también bailarina y coreógrafa, trabajando en cine y fotografía, casada con el artista e historiador mexicano Miguel Covarrubias. ¿Quién sabe que existió una gran muralista mexicana, capaz de desafiar a Rivera, Orozco y Siqueiros? María Izquierdo sí que sufrió el desprecio del machista mundo artístico oficial mexicano, cuando su proyecto muralista fue rechazado para serle entregado a “Los Tres Grandes”. Alumna de Rivera, defendió con uñas y dientes su posición independiente de modern girl mexicana, sin dejar de criticar un feminismo que veía como seudo-intelectual y a menudo cómplice en la dominación de la mujer. Algo más tarde aparecería también la fascinante Bridget Bate Tichenor, surrealista británica, modelo, editora de Vogue y amiga íntima de Man Ray, que acabó recalando en México a finales de los años cuarenta, encontrando allí no solo espíritus afines como los de Carrington, Varo, Rahon o la fotógrafa Kati Horna, sino una profunda identidad con los mitos precolombinos.
Todas estas mujeres de diferente procedencia y clase, unidas por su amor a la magia de un México ancestral y rabiosamente moderno al tiempo, por sus concomitancias con el Surrealismo y el realismo mágico, por su ideología izquierdista y progresista, que frecuentaron el trato, la amistad y complicidad de Frida Kahlo, han sido tapadas por su sombra. En lugar de un faro que alumbre la existencia de este grupo, casi un movimiento, de artistas cuya obra es equiparable, cuando no superior, a la de los mucho más reconocidos creadores masculinos con quienes estuvieron asociadas intelectual y sentimentalmente, la reivindicación de Frida Kahlo se ha transformado en un foco que solo a ella ilumina deslumbrante, invisibilizando al resto. Aprendamos la lección que Ángel de la Calle nos ofrece con su biografía gráfica de Tina Modotti (Reino de Cordelia), dejemos descansar un rato en paz a la sufrida Frida, y recordemos que aún queda mucho trabajo por hacer.