“Siempre he pensado que el amor se nutre de un cierto tipo de distancia, que requiere una separación sobrecogedora para continuar. Sin ese alejamiento necesario, las minucias físicas de la otra persona se vuelven feas en su magnificación”. Esto que escribía Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) en su libro Todo cuanto amé se vuelve hoy más real, más carnal que nunca. Porque el amor de su vida, el escritor Paul Auster, ha emprendido la separación definitiva, y su amor se ha quedado despedazado por una distancia insalvable: la de la muerte.
Paul Auster y Siri Hustvedt formaban una de esas parejas que parecen existir únicamente en los marcos de la ficción. En 1979, el primer matrimonio del escritor neoyorquino se vino abajo y su padre, que un día parecía gozar de perfecta salud, murió al día siguiente, dejándole una herencia apenas suficiente para pagar el alquiler y seguir escribiendo. En 1981, apenas dos años después, decidió acudir a un recital de poesía y allí conoció a Siri Hustvedt. Ese mismo año se casaron.
A Paul Auster no pude conocerlo nunca, aunque como bien saben sus lectores, quienes han habitado su Trilogía de Nueva York, quienes han asistido a su Invención de la soledad o cuantos se han perdido con él en El palacio de la luna sienten como si fuera parte de su familia. Sin embargo, con Siri Hustvedt tuve la oportunidad de conversar en dos ocasiones. Ella ocupa un lugar propio en el olimpo de la literatura contemporánea, y defiende con vehemencia a quien osa dudarlo, aunque no le importaba –nunca le importó– hablar de su marido.
La reivindicación de una nueva feminidad
En 2022, y tras ganar el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019, Siri Hustvedt publicó un libro imprescindible para cualquier ser humano, pero muy especialmente para cualquier mujer. En Madres, padres y demás. Apuntes sobre mi familia real y literaria (Seix Barral) la escritora se pregunta cómo es posible que todos nazcamos de un vientre materno y vivamos de espaldas a este hecho fundamental de nuestras vidas. Ella misma es especialista en neurociencia y psicoanálisis, por lo que decidió emprender el abordaje de esta difícil tarea desde su historia familiar.
A partir de la relación con su madre, su abuela y su hija –la cantante Sophie Auster–, así como de las vivencias durante sus años de formación y del aprendizaje que recibió de las que ella califica como sus «madres artísticas», Jane Austen, Emily Brönte y Louise Bourgeois, Hustvedt reflexiona en este compendio ensayístico sobre el papel de la mujer hoy. Su militancia feminista la lleva a analizar la evolución de las perspectivas de género desde su nacimiento, y relaciona directamente esa evolución con un creciente sentimiento «de furia y rabia» por parte de los hombres.
En uno de sus capítulos, el titulado ‘¿Qué quiere un hombre?’, analiza los ataques que ha recibido por el hecho de ser mujer. “Misoginia viene del griego miso, ‘odio’, y gyné, ‘mujer’. He llegado a reconocerla en mi propia vida: las bofetadas verbales, la rabia farfulladora, el desdén furioso y las miradas de asco. La misoginia también pisotea, golpea, estrangula, viola, arroja ácido, apedrea, mutila y asesina a las mujeres. Es un odio extraño, porque todo ser humano ha nacido de una mujer».
“La misoginia también pisotea, golpea, estrangula, viola, arroja ácido, apedrea, mutila y asesina a las mujeres”
La llamada “Virginia Woolf del siglo XXI” se propuso entender por qué las mujeres recibían tanto odio. En su estudio, Hustvedt va eliminando capas hasta quedarse con un sentimiento central: el del miedo. “El miedo es lo que esta detrás de todo eso, el miedo ante el hecho de que todos nacemos del cuerpo de otra persona, de un ser femenino, y la cultura se aterroriza de esta realidad. Dependemos de ese cuerpo y, en lugar de decir que es maravilloso, la represión y la denigración crea una furia tal y una rabia que se ejerce sobre el proceso del embarazo”, apuntaba el año pasado durante la entrevista por el lanzamiento del libro. Ese miedo se traduce, según la novelista, en que estamos «desconectados de la madre que nos parió».
La maternidad, “una camisa de fuerza”
En su ensayo, una de sus piezas primordiales junto a El verano sin hombres, Todo cuanto amé, La mujer temblorosa o Elegía para un americano, Siri Hustvedt parte de su experiencia para reflexionar sobre otro de los temas centrales en su ensayo, el de la maternidad: “Puede convertirse en una camisa de fuerza cultural para la mujer”, advierte con su habitual ironía. Se pregunta de nuevo cómo es posible que naciendo todos de un cuerpo de mujer, vivamos de espalas a este hecho: “En la Historia se han omitido muchas cosas, muchas narraciones y puntos de vista, pero quizá el más importante es este: se omite la gestación, el embarazo, se omite el nacimiento. Y se omiten desde Grecia».
En esta colección de pensamientos imprescindibles para el mundo moderno afirma que la maternidad sigue anclada a “barbaridades sentimentales”, como que “la mujer se identifica primero como madre” o que sigamos teniendo en mente “la idea de la maternidad como sacrificio, en tanto que tarea doméstica”. Precisamente el punto de Siri Hustvedt era este: el de relacionar la ruptura de las jerarquías, la reflexión sobre el lugar de la mujer y la desconexión con el hecho mismo del nacimiento con la aparición de la misoginia. “La elevación de la mujer produce misoginia, furia y rabia”.
¿«A la sombra» de Paul Auster?
El hecho de ser una escritora casada con un escritor de renombre como es Paul Auster la ha llevado a desarrollar su resiliencia. Una resiliencia que le ha permitido atravesar todo tipo de situaciones. “Se supone que la mujer no ha de saber más que el hombre”, lamentaba Hustvedt, antes de afirmar: “Por eso yo soy una bofetada en la jerarquía social preestablecida”. Por fortuna, ahora se siente libre para reaccionar ante situaciones como aquella, pero confiesa que le llevó mucho tiempo y le hizo mucho daño “este tipo de hostilidad”.
“Yo soy una bofetada en la jerarquía social preestablecida”
Durante años, Siri Hustvedt tuvo que soportar que en las entrevistas le preguntaran si era Paul Auster quien escribía sus novelas. “He tenido que tragarme paternalismos y condescendencias. Sobre todo si el entrevistador es un hombre. Enseguida se dan cuenta de que no soy tonta y de que sé mucho, y como eso les enfada, entonces sacan a relucir el hecho de que mi marido es escritor, para golpearme”.
Hustvedt se licenció en Historia en el St. Olaf College y se doctoró en 1986 en Literatura Inglesa por la Universidad de Columbia con una tesis sobre Charles Dickens. Junto a Paul Auster, cuya obra emergió con tanta fuerza en aquellos años y durante la década de los noventa, ella se hizo novelista, además de una erudita y experta en neurociencia y psicoanálisis, y, como su marido, tuvo unos inicios poéticos, lo que a fin de cuenta los unió en los 80 y cambió sus vidas para siempre. “El futuro es la tierra de nuestras expectativas, esperanzas, fantasías y proyecciones, o, dicho en otras palabras, el futuro es una ficción”, escribe Hustvedt en Madres, padres y demás. Ojalá siga siendo una ficción escrita por ella muchos años después de la desaparición de “su marido”.