Para los niños de los años ochenta y noventa que crecieron sintonizando ansiosamente la juventud dorada de California en Beverly Hills, 90210 (que en España se tradujo como Sensación de vivir), o las aventuras de las bondadosas brujas Halliwell en Embrujadas, una serie de culto de la década de los 2000, Brenda Walsh y Prue Halliwell eran algo más que personajes televisivos entrañables. Agudas, cautivadoras y un poco rebeldes, parecían emocionantemente reales, y siempre estuvieron estrechamente relacionadas con la mujer que había detrás de ellas: Shannen Doherty.
Esta nativa de Memphis fue descubierta a los 11 años por Michael Landon, que le dio el papel de Jenny, la sobrina de Laura Ingalls, en La casa de la pradera. Más tarde aparecería en Parker Lewis Can’t Lose, 21 Jump Street y Heathers, junto a una joven Winona Ryder, antes de que Sensación de vivir la catapultara al estatus de ídolo adolescente.
Doherty fue diagnosticada de cáncer de mama por primera vez en 2015, pero entró en remisión dos años después. En 2020, sin embargo, anunció que el cáncer había regresado, y en junio de 2023 reveló que se había extendido a su cerebro. La muerte de Doherty fue anunciada por su publicista, Leslie Sloane, el sábado 13 de julio, dejando a sus seguidores huérfanos y comenzando una oleada de reconocimientos en prensa y redes sociales.
Icono transgeneracional
Doherty saltó a la fama en 1990 como la morena sexy pero inocente Brenda Walsh en la serie que estrenó Fox, uno más de los “high school tv shows” que se pusieron de moda en esa década. Junto con su hermano gemelo Brandon, interpretado por Jason Priestley, los Walsh eran la clásica familia que no encontraba su sitio después de mudarse de Minnesota a Beverly Hills. Juntos estudiaban y se reían de los niños ricos de Los Ángeles.
La propia Shannen Doherty personificaba la experiencia de crecer como mujer en los años 90. Al igual que su icónico personaje, contenía una volátil mezcla de angustia generacional (de la maldita Generación X), fragilidad adolescente y agallas feministas. Pudo con todo: ella misma se hizo hueco con piel de porcelana y pelo oscuro en un mundo de chicas californianas bronceadas y rubias, y asumió su identidad de joven enfadada antes de que Courtney Love y Elizabeth Wurtzel lo convirtieran en tendencia.
Sin embargo, la fama no siempre fue benévola con Doherty. Las aventuras del instituto West Beverly fueron subiendo poco a poco en los índices de audiencia, y los tabloides clavaron sus colmillos en el joven y fotogénico reparto, encasillando a Doherty –que aún tenía 19 años cuando se estrenó la serie– en el papel de villana. A esa edad, en ese entorno y con ese nivel de fama, todo era “demasiado” para quienes la encumbraron: sus fiestas, sus relaciones sentimentales y su “engreimiento” hicieron que la despidieran de la serie tras cuatro temporadas.
“Tenía 21 años, intentaba madurar y averiguar quién era”, explicó Shannen Doherty en una entrevista en 1998. “No pensé conscientemente: ‘Quizá debería pasar desapercibida y quedarme en mi casa’. En lugar de eso, pensaba: ‘Tengo 21 años y puedo salir y pasármelo genial y experimentar toda la vida universitaria'”.
Víctima de la ira de los paparazzis
La prensa sensacionalista y los paparazzis hicieron el resto. Su “historial” de citas tampoco ayudó: durante sus cuatro años en la serie, Doherty se comprometió tres veces: con Chris Foufas en 1991 y con Dean Factor y Ashley Hamilton en 1993. Posteriormente, Doherty pasó por el altar por primera vez en octubre de 1993, casándose con Hamilton, pero la pareja solicitó el divorcio en abril de 1994. Más adelante, en 2002, se casaría con Rick Salomon, pero se separaron nueve meses más tarde. La tercera y última vez fue en 2011 con Kurt Iswarienko, de quien se divorció en plena batalla contra el cáncer, hace menos de un año.
Volviendo a Sensación de vivir, no sólo su paso por la serie marcó a una generación (y a la que la heredaría), sino que su marcha también fue catártica. A pesar de los intentos del productor Aaron Spelling y del creador Darren Star de sustituir a Brenda por otras morenas rebeldes, la serie nunca fue la misma sin Doherty. Los personajes cumplían todos los clichés anticuados de películas para adolescentes, pero ella logró convertir su personaje, que debía ser la acomplejada chica que procede del Medio Oeste, en algo más auténtico y contemporáneo.
El personaje de Brenda Walsh fue siempre el más interesante. Cargada de mal humor adolescente, a veces insoportable, era sincera y aprendía a manejar sus sentimientos casi a tiempo real: su sonrisa y su mirada fulminante captaban los extremos emocionales de la adolescencia. Tenía sentido a principios de los 90, tras una década en la que se produjo una reacción masiva de la derecha contra las conquistas del feminismo de la segunda ola: Estados Unidos acogía por fin la rabia de una nueva generación de mujeres, y Shannen Doherty parecía representarlas.
Un nuevo feminismo
El feminismo traía sus contradicciones, claro. Brenda luchaba contra Kelly (Jennie Garth, de quien también se rumoreaba que era la mayor rival de Doherty entre bastidores) por Dylan en una de las tramas más memorables de la serie. Cuando ella perdió la virginidad con él al final de la primera temporada, se produjo una gran conmoción en la opinión pública: ¿qué era eso de representar el sexo adolescente sin sus terribles consecuencias? El personaje de Brenda se esforzaba demasiado por gustar a un chico. La historia de siempre, alimentada por la llamarada noventera.
La estela de chica rebelde puede rastrearse a algunas producciones previas. A mediados de los 80, Doherty se había integrado en la floreciente cultura adolescente de la década, acumulando nominaciones a los Young Artist Awards por papeles en series olvidadas como Our House, además de protagonizar la película Girls just want to have fun junto a Sarah Jessica Parker y Helen Hunt. Los espectadores pudieron ver por primera vez su fanfarronería de chica mala en Heathers (1989), la comedia negra de culto en la que compartía rodaje con Wynona Rider.
La polémica la siguió hasta la serie Embrujadas, gracias a la que se convertiría también en un icono para la siguiente generación, la milenial. Se trataba de un drama sobrenatural también producido por Spelling, donde durante tres temporadas a partir de 1998 interpretó a la mayor de tres hermanas brujas increíblemente atractivas. Sin embargo, los rumores hablaban de enfrentamientos con la coprotagonista Alyssa Milano, por lo que el personaje de Doherty fue eliminado y Rose McGowan firmó para sustituirla.
Tras este nuevo batacazo, Doherty se mantuvo al margen de la vida televisiva. Hizo una aparición telenovela de Fox North Shore y, dos años más tarde, presentó un reality show llamado Breaking Up With Shannen Doherty, en el que ayudaba a aspirantes a solteros a dejar a sus parejas.
A pesar de su abrupta salida de Sensación de vivir, la franquicia volvió a llamarla en 2008, con el reboot 90210 de la cadena CW. Y ella aceptó volver a interpretar el papel de Brenda –ahora una famosa actriz de teatro– en un episodio como invitada. “No quería que pareciera que seguía estancada en el instituto con la misma actitud”, dijo Doherty al Times en 2008, explicando que había examinado la nueva visión de los productores sobre Brenda para asegurarse de que el personaje había evolucionado. “Aunque no creo que Brenda fuera mala, reaccionaba a las cosas que pasaban a su alrededor, y reaccionaba como lo hace una adolescente”.
Doherty tuvo una última oportunidad de volver a interpretar a Brenda Walsh en BH90210, una serie de 2019 que pretendía ser un meta-revival algo bobalicón pero sobre todo divertido que contaba con el reparto original interpretando versiones exageradas de sí mismos. En tramas caricaturizadas de la vida real, Shannen era la de espíritu libre, la que seguía ahí después de la fama y la que tenía un sueldo que era la envidia de sus compañeros de reparto. Ese mismo año fallecía Luke Perry, quien hacía de su hermano en la serie.
“Creo que aún no lo he asimilado. Es un trago amargo”, reveló Shannen Doherty sobre la vuelta del cáncer en 2020. “Definitivamente hay días en los que digo: ‘¿Por qué yo? Y luego digo: ‘Bueno, ¿por qué no yo? ¿Quién si no?”. Ese otoño, Doherty seguía fuerte y reflexionó sobre su vida con una vulnerabilidad sin precedentes en un perfil que realizó la versión americana de la revista Elle. Tras un honesto examen de conciencia, explicó: “Lo que saqué en claro es que tengo un buen karma. Puede que no lo parezca, pero he sido un ser humano realmente bueno”. Así la recordarán las tres generaciones que la vieron en la pantalla y la admiraron… y las que estén por llegar.