La masculinidad ha cambiado: mientras las mujeres llevan ya unos lustros preguntándose por los modelos de feminidad y los roles asociados a los mismos, mientras conversan y discuten y escriben sobre qué significa ser mujer hoy, mientras se asocian y se rebelan, se pelean y se manifiestan, se piensan a sí mismas y se explican… Los hombres se revuelven e incomodan por un sistema, el patriarcal, ya caduco en muchas de sus expresiones.
La cultural es una de ellas. La masculinidad hegemónica, la virilidad que apabulla y se impone sin un espacio para la reflexión, el encuentro o la sensibilidad, tiene cada vez menos cabida en un mundo no sólo cambiante, sino fluido. Las expresiones culturales dejan cada vez menos espacio a la masculinidad tóxica, que aún pervive en espacios como el audiovisual, aunque con el creciente número de mujeres pensando y creando contenidos y reclamando, como espectadoras, un cambio significativo, el paradigma empieza a invertirse.
Donde es clara la revolución es en el ámbito musical. El viejo roquero o el músico-estrella, encerrado en sí mismo y emocionalmente inaccesible, ha dado paso a varones generalmente más conscientes, menos arquetípicos, “deconstruidos” (en el mejor de los sentidos). Es el caso de personajes como Bad Bunny, el icono puertorriqueño del trap-reguetón, o de Frank Ocean, la primera gran estrella de la escena hip hop y urbana en declararse abiertamente queer. Es paradigmático el caso de Tyler the Creator: cuando empezó, hace una década, en sus canciones se escuchaba a menudo la palabra “faggot” (“maricón”), y empleaba el término “gay” como insulto. Pero con el tiempo, el rapero californiano (y colaborador cercano de Ocean) ha ido dejando atrás ese vocabulario hasta convertirse en un modelo de las nuevas masculinidades: menos toxicidad y más apertura.
Sen Senra, el ejemplo español
En España, esta nueva masculinidad la representa, sobre los escenarios, Sen Senra. Ni Carolina Durante, ni C. Tangana (aunque sí parecía que iba a ser un poco el “nuevo hetero”, pero se acabó convirtiendo en lo contrario), ni Alejandro Sanz, ni Quevedo. El vigués Christian Senra (Pontevedra, 1995) publicó en 2019 su tercer disco, Sensaciones, y al año siguiente, con 25 años, rompió todos los esquemas con Corazón cromado. Entonces, la industria musical reconoció que nadie en este país estaba haciendo nada parecido.
No se prodiga nunca, ni en entrevistas ni en redes sociales. Pero cuando habla, destila: “No saco un tema para que pegue y se olvide. Quiero darte cosas. Que cuando te pares a escuchar, puedas percibir que hay cariño metido en lo que he hecho”, declaró entonces. Sobre el escenario de las Noches del Botánico era uno de los más esperados: dio igual que lloviera, que hiciera frío, que fuera un mal día. El madrileño jardín botánico estaba lleno hasta la bandera de sus incondicionales, que, todo hay que decirlo, no suelen superar la treintena. Es a la vez una alegría y una pena.
Su filosofía se podría resumir en dos frases: “La vida tiene mucha mierda. Y si eres capaz de sacarle la magia a toda esa mierda que te está pasando, es la hostia”. A partir de ahí, reconoce un proceso de cambio entre ellos. “Sí que hay una mayor abertura a mostrar tus debilidades, la sensibilidad que todos tenemos. Antes había cierto miedo pudor en decir: estoy llorando por una chavala y se lo suelto a todo dios”, reflexionaba en unas declaraciones que dio en El Mundo. “Yo no te voy a vender que soy un jefe ni el más duro. Porque no lo soy”.
“Porque ya no te hago falta”
Sobre el escenario habla poco, canta sin tapujos, se emociona, baila en clave moderna, a medio camino entre el rap y el perreo. Los arreglos y la construcción de las canciones, así como el juego de luces de la tarima, son un ejemplo de la idea de que el género musical como concepto ya no existe: Sen Senra bebe del pop y del rock ambiental, mezcla la percusión de la música urbana con el autotune. Y por encima de todo, su voz aguda, que canta: “No hace falta que me enseñes los dientes, si ya no te hace gracia y no quieres más de mi corazón”.
La fragilidad, dice Senra, es la nueva fortaleza. “Me parece un acto de valentía, de pureza, de verdad: abrirte así y mostrar esa sensibilidad. Aunque luego también puedas hacer una canción de ponerte la chaqueta de cuero e ir de cabrón”, afirma, recordando que todos pasamos por cosas parecidas, y por eso es necesario abrirse y compartir: entenderse con el otro.
En las Noches del Botánico subió al escenario a Juan Habichuela. El maestro rasgaba la guitarra con un Sen Senra emocionado, que entonó Familia sin solución de continuidad. Las canciones de su reciente disco, ‘PO2054AZ’, protagonizaron la noche, como lo han hecho toda la gira: Está Sexy, Tumbado en el jardín viendo el atardecer o No quiero ser cantante enardecieron a un público entregado. El artista también sacó a pasear su sencillo más reciente, Hermosa Casualidad, aunque sin Aitana, y se permitió transformar las canciones de su versión tradicional incluso a sonidos flamencos. Estuvo en la tarima casi dos horas y para cuando se bajó de allí tenía un control absoluto del público.
Nostalgia y “morriña” destilada gracias al pop, R&B, música urbana y un sonido y universo lírico muy personal e intimista que muchos identifican con el bedroom pop, y que sirve de inspiración y consuelo para una nueva generación de jóvenes que buscan nuevos referentes porque los roles y arquetipos heredados no les valen. Sen Senra ha venido para ayudarlos.