Entrevista / Rita Payés

Rita Payés: “No me moriría si no hiciera música, pero es una muy buena compañera de vida”

En su tercer álbum, ‘De camino al camino’, la artista catalana deja atrás las versiones y presenta canciones escritas de su puño y letra inspiradas en la belleza de lo cotidiano

La música Rita Payés, durante su entrevista con Artículo14
La música Rita Payés, durante su entrevista con Artículo14 Javier Cuadrado

Rita Payés (Vilasar de Mar, 1999) lleva años conquistando la industria paso a paso, con sensibilidad y delicadeza y con mucha, muchísima personalidad. Así es como entiende la música, también la vida, esta cantautora y trombonista catalana, que se saltó a la fama tras irse de gira con C. Tangana en 2022, consiguió la veneración del público con su actuación en los Premios Goya 2022 y acaba de lanzar De camino al camino, su tercer álbum, el primero hecho enteramente con temas originales suyos.

Pero no solo El Madrileño se ha asociado con el talento de la joven artista. Silvana Estrada, Salvador Sobral, Jon Baptiste, Kiko Veneno, Silvia Pérez Cruz o Maro son solo unos pocos de los artistas que han colaborado con ella antes de llegara este disco, una obra sumergida en la búsqueda de la belleza en las cosas cotidianas.

La hija de la guitarrista Elizabeth Roma se rinde así al placer de las raíces musicales, un camino vital y musical que culmina una propuesta artística arriesgada e innovadora (pero ya consolidada) y respaldada por reconocidos talentos. Es el suyo un viaje musical donde convergen la emoción, la maestría y la conexión con las raíces. Aunque criada con el jazz como bandera, su trayectoria la ha llevado a ampliar sus inquietudes estilísticas: es así como se enamoró de la canción y ahora deja que su música beba de esa influencia, como explica a Artículo14.

La música Rita Payés

La música Rita Payés, en una imagen de su nuevo disco ‘De camino al camino’

Este verano has lanzado De camino al camino, tu tercer álbum. ¿Qué significa este título? ¿Nunca dejamos de caminar?

Elegí el título porque quería que tuviera ese sentido de continuo aprendizaje, de que esto es un camino que nunca se acaba. Llegas a una meta y resulta que no era una meta, sino un nuevo comienzo. Así me siento: estas canciones, este disco, viene a ser eso: he agrupado estos temas y ha sido un recorrido, pero ahora de nuevo me siento al inicio de algo.

Cada canción es una pequeña historia, que empieza y acaba pero a la vez forma parte de algo más grande, de un proyecto completo.

No esperaba tener todas estas canciones para hacer un disco; es decir, no han nacido para formar parte de un disco. Hubo un momento que empezó a brotar todo y tuvo sentido juntarlas, no tanto estilísticamente, porque hay muchas cosas muy distintas, sino por tener esa foto de mi vida. Esto ha nacido y tiene un principio y un final aquí.

Es la primera vez que todas las canciones son tuyas (menos una, que es de tu hermano). ¿Qué cambia para ti?

Es la primera vez que es “más mío” (de hecho, lo firmo yo sola). Los discos anteriores los había hecho de la mano de mi madre, y son casi todo versiones, aunque en el disco anterior ya había algunos temas propios. Las canciones me han nacido todas a mí, y me da vértigo mostrar lo que llevo dentro. Con las miles de canciones preciosas que hay, me pregunto: ¿por qué hago yo canciones? Quiero pensar que tengo algo que decir, y que estoy contribuyendo a crear “lo actual”, este nuevo folklore.

Hay quien escribe, quien pinta, quien compone música porque si no, se moriría. ¿Es tu caso? ¿Es una necesidad para ti?

Sí, aunque es algo que he vivido desde siempre. Yo nazco de ahí, por lo que raramente me he hecho esta pregunta. Desde el inicio he sabido que iba a ser músico, no se me ocurría que pudiera hacer otra cosa. No es que me hayan obligado, ni mucho menos, pero siempre lo tuve claro. No creo que me muriera si no hiciera música, pero es una muy buena compañera de vida, y algo que me encanta es que se puede disfrutar desde muchos lugares: componiendo, interpretando, produciendo, siendo instrumentista, siendo técnico o escenógrafo, escuchando… Y a la vez, la música tiene una infinidad de estilos, de raíces, de lugares; si empiezas a investigar, no acabas nunca. Jamás te aburres de la música.

Y es un arte que no pide nada para ser disfrutado: todo el mundo puede acercarse a la música.

Esa es la gracia: la música es el idioma, y es universal. Y de hecho está estudiado el bien que hace la música, a la salud, a las emociones… es muy poderosa.

A la vez, parece que la música se ha vaciado de concepto y, cuando lo hay, se produce a posteriori, como una suerte de excusa que apoya al discurso musical. ¿Tiene que tener el arte, la música, un discurso?

Últimamente me molesta en cierto modo que se nos exija tener un discurso, un concepto, una imagen; toda una indumentaria que englobe la música que haces. Es bonito si la hace crecer, pero me gusta reivindicar que la música por la música ya es muy potente. Ojalá fuéramos capaces de parar, de escuchar y de gozar solamente con eso, porque además así ha sido desde siempre. La música es en sí suficientemente fuerte, no hace falta adornarla con nada.

Rita Payés ha publicado su tercer álbum, 'De camino al camino'

Rita Payés ha publicado su tercer álbum, ‘De camino al camino’

Dices que estás “sumergida en la búsqueda de la belleza en las cosas cotidianas”. ¿Vives así, buscando la belleza cada día?

La verdad es que sí. Creo que la belleza está aquí, es ahora: estamos hablando y está sucediendo, es una presencia. Es muy típico hablar de la belleza del ahora, de lo pequeño, pero es así. Tampoco es que me haya iluminado, pero tenemos muchas cosas alrededor de las que no nos damos cuenta y son increíbles: que vuele un pájaro, que entre la luz del sol por la ventana… Es muy fuerte. No me quiero pasar de hippie, pero realmente me asombra. Y creo que hay que tenerlo en cuenta y valorarlo, porque se nos pasa y realmente producen paz y ayudan a afrontar la vida mejor. A mí me sale hacer la música de corazón cuando nace de aquí.

No es tan típico vivir ensimismado con la belleza…

Mi punto es que la realidad ya es en sí increíble. Estamos empeñados en el “guau”, en añadir filtros y fuegos artificiales, pero ya está todo. De hecho, la clave para mí está en quitar capas: lo que hay, la esencia, es ya es brutal.

La intro del disco, sin letra, ¿busca esto, quitar el ruido, lo accesorio?

Exacto. Es una propuesta: vamos a concentrarnos, a respirar, y entramos en lo esencial. Y además el disco se acaba de la misma forma: empieza y termina con la misma canción pero diferente. Ha habido todo un recorrido, y volvemos al mismo lugar, pero ya no es el mismo. Ha habido un cambio, un aprendizaje.

Uno de los singles, El cervatillo, dice: “Andaba buscando, andaba perdido… ¿Qué será de su suerte? ¿Qué será de la mía?”.

Es una historia real: me crucé un cervatillo en la carretera y se me quedó mirando, y esa mirada se me quedó clavada. Mezcla el jazz, tiene aire de bossa nova y esencias afro, pero fundamentalmente nace de ese impacto: quise dedicarle una canción a un ciervo.

 

Y en Tantas cosas, cantas: “Nunca pensé que de una tripa pueda nacer carne que yo ame con locura y ella me ame del revés”. ¿Cómo te ha atravesado la experiencia de la maternidad?

Es lo más fuerte que he vivido, sin duda. Inevitablemente es una inspiración muy fuerte: es algo que te toca las entrañas, y aunque se puede vivir de muchas maneras, yo tengo la sensación de que me ha revuelto toda, porque yo también tenía ganas de que así fuera. He flipado, porque es muy fuerte, muy surrealista. Eso sí que es la belleza toda, entera, para ti.

¿Encuentras diferencias en ti cuando cantas en catalán y cuando lo haces en español?

Es como si de golpe la canción no fuera mía, y eso me da paz. Hay una separación, al no ser mi lengua materna: me permite verla y habitarla desde otro lugar. Me quita un peso. En realidad lo digo, pero me sale así. Este disco tiene tres canciones en catalán, y no sé muy bien por qué: creo que es porque he conseguido desnudarme del todo. Nana Per Les Mamas es una reflexión sobre todo el tiempo que pasamos las madres intentando dormir a nuestros hijos: es una cosa preciosa, pero a veces tienes ganas de que te acunen también a ti. Las otras dos canciones en catalán son más imágenes, no narran una historia; en ese sentido, creo que me pasa porque no me expreso de forma tan directa.

“Cuando el ángel de la guarda te ha acariciado una vez, esa vez vale por todas”, escribes en Se transformará. ¿Crees en ‘la gran belleza’, en ese instante único que sucede una vez y se queda contigo para siempre?

Mi intención era hablar de esa sensación en la que de repente sucede algo que le da la vuelta a todo. Incluso pensando en inquietudes más globales, como el fin del mundo: estás agobiado con la sequía pero de repente llueve. Esa canción para mí habla de la esperanza, algo que me he encontrado: he sentido que estaba al límite y algo ha irrumpido para hacerlo todo nuevo. Además, es la más jazzística del disco, y eso tiene mucho sentido: ese “se transformará” significa que, aunque yo vengo de ahí, ya no soy eso.

Transversalmente se aprecia un mensaje: esa idea de la apertura. Apertura a lo que venga, a lo que suceda, al amor; la idea de las puertas abiertas en El panadero, “un soplo tibio del sol de invierno”, de acoger lo que viene, aprovechar cada resquicio, cada brizna… Y apertura también en lo musical.

Es algo tan amplio, hay tantas cosas de la música que me atraen (no sólo el trombón o el jazz, que es de donde vengo), ¡muchas más de las que soy capaz de hacer!, que la apertura es el único camino. Me he dado cuenta de que en realidad nadie me juzga, solo yo misma.

La música es parte de tu vida, de tu familia, pero ¿de dónde te viene a ti esa libertad creativa?

Es la forma en la que me han educado. No se me ha privado de nada. Y de hecho veo a los colegas tocar, que hacen lo que les da la gana, y siempre he querido esa libertad para mí. Pero no es real que no haya prejuicio, porque también lo hay. Yo estaba casada con el jazz, que me da un respeto muy grande y a día de hoy no sé en qué lugar me coloco dentro del género, pero de golpe sentir que no soy solo eso y que puedo explorar y modificar…

¿Crees que el encorsetamiento de los géneros viene más de fuera, o es algo que también te exiges?

Yo he bebido mucho jazz, mucho nuevo bolero, y mucha canción, y al final lo que yo hago tiene que ver con las cosas que a mí me han ido gustando. Mi música es una mezcla de todas las cosas que me gustan y que escucho, es así de fácil mi inspiración. Después hay muchas cosas que admiro pero sé que no podré hacer jamás, como cantar flamenco o música india, que son de otro mundo. Son lenguajes tan diferentes… ¡pero quién sabe!

¿Has sentido un prejuicio hacia ti, sobre lo que se espera de ti musicalmente?

Realmente no. En general tengo la sensación de que siempre he hecho lo que he querido y que me ha ido bien; tampoco me he encontrado con la otra cara, con que a nadie le guste lo que yo hago. He tenido mucha suerte y estoy muy agradecida. Tengo siempre mucho trabajo y a veces me tengo que plantear si quiero dedicarle todo mi tiempo a la música: ahora, además, con la maternidad, he aprendido a decir que no.

En tu exploración, aunque tengas claras tus fuentes y tus raíces, ¿ha cambiado la música que escuchas y que te atrae ahora mismo?

Cambia a menudo. Tengo mis básicos (Billie Holiday, Cécile McLorin Salvant, João Gilberto…), pero escucho cosas muy diferentes. En este momento exacto no escucho mucha música porque el silencio se ha vuelto algo muy preciado, pero me encanta Juan Quintero, un cantautor argentino que me inspira muchísimo.

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