Richard Gere llega a los Goya como parte de la casa. La Academia de Cine ha decidido reconocerlo con el Goya Internacional, un galardón que, en apenas unos años, ha pasado de ser un premio a la trayectoria a convertirse en una especie de pasaporte oficial para aquellas figuras que se han ganado el respeto por su compromiso y su honestidad en el oficio. Él, a sus 75 años, ha demostrado en sus más de cuatro décadas de carrera que la fama puede ser efímera, pero el verdadero legado de un actor es la capacidad de mantenerse íntegro en medio de la vorágine.
No es de extrañar que la Academia haya le elegido para este reconocimiento. Su contribución al cine es indiscutible: American Gigolo, Pretty Woman, Días del cielo, Oficial y caballero o Las dos caras de la verdad son solo algunos de los títulos que lo inmortalizaron en los años 80 y 90. Nunca ha sido sólo un rostro en la pantalla; a lo largo de los años le hemos visto como un tipo comprometido, consciente del poder que su fama le otorga y que ha usado para visibilizar causas como el activismo por el Tíbet, su trabajo en favor de los derechos humanos y su defensa contra el cambio climático.
“El actor y productor estadounidense recogerá el premio el 8 de febrero en Granada por su extraordinaria contribución al arte cinematográfico, protagonizando algunas de las películas más icónicas de la historia del cine, y el compromiso social manifestado en lo personal y profesional”, ha escrito la Academia de Cine en un comunicado publicado este jueves.
Uno de los rasgos que siempre ha definido su carrera ha sido la diversidad de roles que ha elegido a lo largo de los años. Se ha movido con fluidez desde el drama romántico hasta el thriller, sin miedo a enfrentarse a personajes que requieren de una gran carga emocional y psicológica. Ha trabajado con algunos de los mejores directores de su generación, como Martin Scorsese en El vuelo del tigre, o John Curran en The Jackal, pero también ha sabido resistir la tentación de seguir siempre el mismo camino.
Tras dejar atrás los focos de Los Ángeles o Nueva York, el actor acaba de instalarse en Madrid, donde ha encontrado la paz y la estabilidad junto a su mujer Alejandra Silva y sus hijos, y donde ha comenzado a tejer una nueva parte de su historia, alejada del cine de Hollywood.