¿Qué enfermedad incurable sufría Mario Vargas Llosa?

La enfermedad de Mario Vargas Llosa, cuyo nombre exacto sigue sin desvelarse públicamente, no fue nunca un protagonista en su biografía

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Una fotografía de archivo del escritor peruano Mario Vargas Llosa
EFE

Durante décadas, Mario Vargas Llosa fue sinónimo de vitalidad intelectual, compromiso literario y una presencia constante en el debate público. Escritor de la experiencia humana en todas sus dimensiones, pocas veces el autor peruano dejó que su vida privada eclipsara su obra.

Sin embargo, en el verano de 2020, un diagnóstico cambió el curso íntimo de sus últimos años. El autor peruano sufría una enfermedad incurable. Una dolencia que eligió llevar con discreción, casi en silencio, y que solo conocieron sus hijos más cercanos. Se desconoce el nombre de la enfermedad, pero sí el hecho de que Vargas Llosa sabía que su tiempo estaba llegando a su fin.

Un diagnóstico que marcó un punto de inflexión

El periódico El País ha revelado recientemente que fue en 2020 cuando Mario Vargas Llosa recibió la noticia de que padecía una enfermedad sin cura. Por entonces, vivía en Madrid con Isabel Preysler, en una etapa marcada por la exposición mediática, el brillo social y una “gran pasión”, como él mismo la definió.

Pero también por una soledad interior que, de pronto, se vio suavizada por el regreso de quienes siempre estuvieron: Álvaro, Gonzalo y Morgana. Sus tres hijos, a quienes él llamaba cariñosamente “la tribu”.

¿Qué enfermedad incurable sufría Mario Vargas Llosa?
Un dibujo que simboliza la imagen de la mujer en la obra del autor peruano
Kilo y Cuarto

Tras recibir el diagnóstico, Mario Vargas Llosa les escribió una carta íntima, conmovedora. En ella compartía no solo su estado de salud, sino su decisión de seguir adelante con su vida tal como era. Escribir, leer, viajar, pensar. Esa revelación, lejos de debilitarlo ante los suyos, reavivó la llama del vínculo paterno-filial, devolviéndole un refugio emocional que el propio autor había relegado durante años.

El escritor que eligió seguir escribiendo

A pesar de la enfermedad, Mario Vargas Llosa mantuvo su férrea disciplina. Se levantaba temprano para ejercitarse durante una hora, escribía todos los días de la semana y dedicaba las tardes a la lectura, su otra gran pasión. En la casa de Isabel Preysler, entre los salones cargados de historia y los perfumes de orquídeas, el Nobel fingía una normalidad que ocultaba visitas médicas frecuentes y un internamiento de tres semanas en una clínica marbellí, donde se sometió a un riguroso ayuno.

En público, la figura de Mario Vargas Llosa seguía siendo la del intelectual imbatible, el Nobel de Literatura, el eterno contendiente de las ideas. Pero en privado, la enfermedad avanzaba con un ritmo sutil y devastador, empujándolo poco a poco hacia los brazos de su familia de sangre, hacia ese núcleo afectivo que había aprendido a convivir con sus silencios y sus decisiones.

En abril de 2022, Mario Vargas Llosa fue ingresado en un hospital. Su hijo mayor, Álvaro, aseguró entonces que se trataba de un caso de COVID-19. Una explicación que se repitió en julio de 2023, cuando el escritor volvió a ser hospitalizado. Sin embargo, detrás de esas versiones se escondía la verdad que la familia había decidido preservar: la enfermedad incurable que minaba su salud desde hacía años.

¿Qué enfermedad incurable sufría Mario Vargas Llosa?
Una fotografía de archivo de Patricia Llosa y Mario Vargas Llosa
EFE

Poco después de su primer ingreso, Mario Vargas Llosa rompió con Isabel Preysler. Su vida dio entonces un giro radical. Regresó al seno familiar, reanudó la convivencia con Patricia Llosa, su exmujer y madre de sus hijos, y volvió a instalarse entre quienes conocían no al personaje, sino al hombre. Aunque la memoria comenzaba a debilitarse, y la enfermedad marcaba ya cada jornada, el escritor siguió participando en actos públicos, como su solemne ingreso en la Academia Francesa.

El adiós literario de Mario Vargas Llosa

Los últimos meses de Mario Vargas Llosa estuvieron marcados por el retiro paulatino de la escena pública. Dejó de escribir artículos en El País y publicó su última novela, Le dedico mi silencio (Alfaguara), como un cierre simbólico a una carrera literaria que lo convirtió en uno de los autores más influyentes de la lengua española.

Decidió volver a Lima, donde tenía una casa y donde podía estar rodeado de un equipo médico, de su familia y de los escenarios que habían inspirado sus novelas. Fue allí, en la capital peruana, donde Mario Llosa vivió sus últimos días. Paseando por lugares que le eran familiares. Acompañado por sus tres hijos, sus siete nietos, Patricia y un puñado de amigos íntimos. Un final a la altura de la leyenda.

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