Por qué ver ‘Bridget Jones’ con las gafas del feminismo te la arruinará para siempre

'El Diario de Bridget Jones' fomenta la gordofobia, el sexismo y el vivir siempre pendiente de la mirada masculina y la aprobación de los hombres

Cuando El diario de Bridget Jones llegó a los cines en 2001, fue un fenómeno. Adaptada del exitoso libro de Helen Fielding, la película se convirtió en la historia de referencia para mujeres solteras de treinta y tantos años que intentaban encontrar el equilibrio entre la vida profesional, amorosa y personal. Más de dos décadas después, verla con una perspectiva feminista puede hacer que la magia se desvanezca.

Lo que en su momento parecía una comedia romántica entrañable y empoderadora hoy revela un retrato problemático de la mujer moderna, repleto de estándares de belleza tóxicos, relaciones de poder desiguales y dinámicas machistas normalizadas.

Un diario lleno de gordofobia

Bridget Jones (Renée Zellweger) se presenta como una mujer “desastrosa” de 32 años que, entre sus propósitos de Año Nuevo, se obsesiona con perder peso. Sin embargo, su “problema” con la báscula no tiene fundamento real: su peso ronda los 60 kilos, una cifra absolutamente normal para su estatura. Sin embargo, la película insiste en que está “gorda” y que su aspecto es un obstáculo para encontrar pareja.

Bridget Jones, interpretada por Renée Zellwegger

Bridget Jones, interpretada por Renée Zellwegger

Su madre le sugiere constantemente que “se arregle más” para atraer a un buen hombre, y el propio Mark Darcy (Colin Firth) le dice que la quiere “tal y como es”, como si fuera un acto de generosidad aceptar a una mujer con un cuerpo supuestamente imperfecto.

Da igual cuántos logros consiga la protagonista en la película, que tenga un trabajo satisfactorio, un grupo de amigos cariñosos y presentes en su vida, un piso propio en el que vive sola… hay un problema en su vida: no consigue perder peso.

Si se analiza desde el feminismo actual, este enfoque refuerza la presión social sobre las mujeres para que encajen en ideales estéticos poco realistas. Además, la autoimagen de Bridget Jones está profundamente influenciada por su relación con los hombres, en lugar de construirse desde la autoaceptación.

Relaciones laborales que hoy serían acoso

La relación entre Bridget y su jefe, Daniel Cleaver (Hugh Grant), es otro punto de conflicto. Desde el principio, Daniel le envía mensajes con comentarios sexuales inapropiados en el trabajo, como aquel en el que le pregunta por sus faldas cortas y su trasero. Bridget Jones, en lugar de denunciarlo, lo toma como un flirteo halagador y acaba involucrándose sentimentalmente con él.

Si esta relación se planteara en 2025, Daniel sería señalado por abuso de poder en el entorno laboral. Sus constantes insinuaciones serían vistas como acoso, y el hecho de que Bridget termine enamorada de él perpetúa la idea de que el acoso puede ser romántico si el hombre es atractivo.

La relación entre Bridget Jones y Daniel Cleaver podría considerarse de acoso

La relación entre Bridget Jones y Daniel Cleaver podría considerarse de acoso

Rivalidad femenina tóxica

Otro aspecto problemático de la película es cómo retrata la relación entre mujeres. Natasha, la prometida de Mark Darcy, es mostrada como una abogada ambiciosa y sofisticada, lo que automáticamente la convierte en la “villana” que impide la felicidad de Bridget. En lugar de plantear una amistad entre dos mujeres exitosas con diferentes formas de ser, la película refuerza la idea de que las mujeres deben competir por la atención de un hombre.

Este tropo es recurrente en el cine de los 90 y 2000, pero en la actualidad choca con los discursos feministas que promueven la sororidad en lugar de la rivalidad basada en la atención masculina.

La obsesión con encontrar pareja

A lo largo de la película, el mayor objetivo de Bridget no es su crecimiento personal, ni mejorar en su trabajo, ni siquiera disfrutar de su vida de soltera. Todo gira en torno a conseguir un novio. La narrativa refuerza la idea de que una mujer sin pareja está incompleta y que el éxito personal se mide en función de la vida amorosa.

Bridget Jones es cosificada y sexualizada en la película constantemente

Bridget Jones es cosificada y sexualizada en la película constantemente

Desde una perspectiva feminista actual, esto es problemático porque minimiza otros aspectos de la identidad de las mujeres y refuerza la presión social para que encuentren pareja antes de cierta edad.

La “feminista loca” como chiste

Bridget Jones trabaja en una editorial donde su jefa es una feminista que siempre lleva un pañuelo con el símbolo de Venus y que aboga por la independencia de las mujeres. Sin embargo, en lugar de ser mostrada como un personaje inspirador, se la retrata como un chiste. Es ruidosa, intensa y aparece como una figura poco atractiva que vive en soledad, insinuando que ser feminista implica renunciar al amor y la diversión.

Este tipo de representación, aunque en clave de humor, ha contribuido a la caricaturización del feminismo, perpetuando el estereotipo de que las feministas son “amargadas” o “demasiado intensas”, cuando en realidad han sido ellas las que han permitido que hoy Bridget Jones se vea con una mirada crítica.

¿Sigue siendo una película disfrutable?

A pesar de todo, Bridget Jones sigue teniendo cierto encanto y puede disfrutarse desde la nostalgia. Su humor, su banda sonora y su retrato de una mujer que no encaja en los estándares de la comedia romántica tradicional la convierten en una película icónica. Pero verla con las gafas del feminismo actual la transforma en una historia que ya no resulta fresca ni transgresora, sino como un reflejo de una época en la que la cultura popular disfrazaba de empoderamiento femenino lo que en realidad eran estereotipos tóxicos.

Quizás la mejor forma de revisitar Bridget Jones sea reconociendo sus fallos y usándola como ejemplo de cómo ha cambiado la forma en la que entendemos las historias de mujeres en el cine. Y, sobre todo, cómo seguimos evolucionando para que ninguna Bridget de 2025 tenga que escribir un diario lleno de inseguridades que la sociedad le ha impuesto.

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