Interiorismo

Lo que explica que nos guste tanto las casas de los famosos

Los Javis han abierto las puertas de su impresionante nuevo hogar precisamente en el momento en el que el placer de ver casas inalcanzables se encuentra en su punto álgido. Analizamos el fenómeno del voyeurismo inmobiliario

Escena de Selling Sunset.
Escena de Selling Sunset.

Tras haber dejado boquiabiertos a los asistentes al Primavera Sound al haber puesto en marcha un inolvidable concierto/misa de la mano del grupo pop religioso Stella Maris, nacido de la serie La Mesías, no esperábamos que Los Javis volvieran a ser noticia en tan poco tiempo. Sin embargo, no han necesitado ni siquiera una semana para hacerse con todos los titulares y dejar sin habla a las redes sociales. ¿El motivo? Su nuevo e imponente casoplón, concebido por los arquitectos Benjamin Iborra y Raúl Hinarejo. En realidad, ver la vivienda unifamiliar con todo lujo de detalles gracias a la revista AD ha hecho a muchos sentir que se habían mudado también de alguna forma, pues la pareja había convertido su anterior piso de Malasaña en un lugar fotografiado en diversas ocasiones y que gracias a la cantidad de obras artísticas y detalles curiosos que lo adoraban, era uno de los preferidos de las revistas de diseño. Si hace tiempo era la casa de Mario y Alaska, situada en la calle Libreros, la que aparecía tantas veces en la televisión como Pablo Motos, haciendo de su decoración kitsch casi un plató televisivo más, hasta hace bien poco era el piso de Los Javis el que había tomado el relevo.

Pero Ambrosi y Calvo se encuentran en otra etapa, y su nueva casa es el mejor reflejo de ello. Sin embargo, ¿por qué nos gusta tanto adentrarnos en las casas de las celebridades? ¿Cuál es el embrujo de los house tours? La Dra. Jessica Martin, socióloga de la Universidad de Leeds, explica a la revista Dazed cómo las relaciones parasociales que establecemos con los famosos se aseguran de alimentar la necesidad de ver contenido personal y doméstico de las celebridades. “Siempre hemos estado inmersos en la ilusión de intimidad que sentimos con algunas figuras famosas y, bajo regímenes de emprendimiento neoliberal, el espacio doméstico se ha convertido en una parte central de las identidades de muchas marcas de celebridades. Definitivamente vemos algo de Schadenfreude cuando vemos que las casas de lujo han sido decoradas con mal gusto”, asegura. Razón no le falta: es inmensamente disfrutable criticar la decoración de los multimillonarios o preguntarse quién necesita tener 10 baños.

Escena de Selling Sunset.

Escena de Selling Sunset.

Explica que incluso la emoción que sentimos al ver los impresionantes hogares de figuras a las que hemos visto alcanzar la fama ante nuestra atenta mirada se debe a que de alguna manera, sentimos ser también responsables de su éxito, por lo que celebramos sus logros… Mientras lo hacemos a través de la pantalla del ordenador, que tenemos sobre las piernas en nuestro piso de 30 metros cuadrados.

Relaciones parasociales y porno inmobiliario

Sin duda, ver casas a las que sólo unos pocos pueden acceder funciona como un aliado escapista en tiempos de crisis, especialmente si tenemos en cuenta que como aseguran los Registradores de la Propiedad, el cierre del año pasado destacó por un descenso del 9,8% en la compraventa de viviendas en nuestro país respecto al año anterior. Cuando cada vez menos personas pueden comprarse una casa, ver cómo otras pueden permitirse semejantes hogares resulta de alguna forma magnético. Tanto, que muchas personas ponen en marcha el porno inmobiliario, denominado también Zillow porn, que consiste en ver casas que jamás se podrían permitir. “Antes querías sexo, pero estas cerca de dejar atrás la treintena y ahora ya el sexo no es suficiente. Necesitas algo nuevo y excitante: Zillow”, dice un paródico anuncio puesto en marcha por el programa de humor Saturday Night Live, en el que promociona una agencia inmobiliaria inventada e ideada únicamente para salivar viendo hogares inalcanzables. “El placer que antes te proporcionaba el sexo proviene ahora de ver las casas de los demás”, aseguran en el divertido clip. Porque pocas cosas más deliciosas hay que poner un filtro de precios imposible y ver a qué tipo de hogares pueden acceder quienes de verdad tienen dinero, así como comprobar que para un minúsculo porcentaje, Ikea no es más que un lugar conocido por sus albóndigas, pues en sus casas sólo hay muebles de diseño.

Escena de Selling Sunset.

Escena de Selling Sunset.

Por supuesto, el confinamiento no hizo más que acrecentar nuestro interés por los hogares del 1 %. Comparar sus espacios inmensos y su decoración de diseño funcionaba entonces como la píldora escapista perfecta, e inmobiliarias como The Home Hunter, cuyas casas, pese a no ser mansiones dignas de Selling Sunset, son extremadamente cuquis y luminosas, se convirtieron en el oasis soñado para muchos, que disfrutaban viendo los reels de las hogares de su catálogo, que compartían con amigos que tampoco podían en realidad permitirse semejantes enclaves. De hecho, según una encuesta orquestada por Idealista, el 83% de los usuarios consultados ha visitado en alguna ocasión la plataforma en busca de ‘porno inmobiliario’, habiendo reconocido el 36% compartir con su pareja sus hallazgos, mientras que el 15% tiene uno o varios grupos de WhatsApp para compartir este tipo de contenido. La encuesta indica que ocho de cada 10 encuestados emplea la web para fantasear con viviendas de lujo. Existen además ‘heavy users’, que responden al 18% de los encuestados, que confiesa ver este tipo de contenido una vez al día.

Ante el placer de cotillear casas imposibles de comprar, no es de extrañar que el porno inmobiliario haya encontrado en Netflix un lugar en el que brillar. Fue en 2019 cuando Selling Sunset llegó a la plataforma de streaming, y los taconazos de Louboutin, los coches de Lamborghini y la pandemia hicieron el resto: la gente devoró cada episodio del reality, que ahora cuenta con infinidad de réplicas en las que lo fundamental es mostrar hogares titánicos al tiempo que las agentes inmobiliarias presumen de silueta, logrando así este género aunar dos de las mayores atracciones de las redes: colarnos en mansiones y ver a personas adineradas y bellísimas discutir.

Escena de Selling Sunset.

Escena de Selling Sunset.

Lamentablemente, el siguiente paso es el que duele: al apagar el ordenador, dejar el móvil en la mesa y poner en pausa algunos de estos programas, nos topamos con nuestra casa real, con sus medidas limitadas, sus muebles con nombres impronunciables y la esperanza de que tal vez, algún día, podamos tener también una infinity pool y una sala de cine en nuestro hogar.

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