‘Poquita fe’ frente a la pantomima de vivir

La serie de Movistar+ ha vuelto a la actualidad gracias a que acertó el resultado de la eliminatoria contra Alemania

Poquita fe - Cultura
Fotograma de la serie de televisión 'Poquita fe' Movistar+

Los cómicos de ‘Pantomima Full‘ alcanzaron una de sus cumbres en un vídeo en el que trazaban la perfecta parodia del conformista de extrarradio. La pareja que vive la vida porque toca, sin más estímulos que hacer lo que haga el resto, aclimatada a sus lugares y a sus clichés “desidialistas”. Era divertidísimo, pero también era mentira.

Poquita fe, la extraordinaria serie de Movistar+ que prepara ya su segunda temporada, es la prueba viviente de que la pantomima es sólo eso y de que Andrés Montes tenía razón. La vida puede ser maravillosa, el costumbrismo es un género maravilloso y, si la sacas de los límites de la parodia cruel, la gente también suele serlo. Porque los protagonistas de Poquita fe tienen mucho más que ver con la vida. Sus tazones de magdalenas, su voluntad de buscar un lugar en el mundo, ya sea en Almuñécar o en Tailandia, y la resistencia a que cierto conformismo les convierta definitivamente en un zombi destinado a la gestación desganada, les hacen tan cercanos como lo fue en su día Paco Martínez Soria.

Me han puesto a huevo hablar de la serie por varios motivos. El más señalado fue que, coincidiendo con la promoción de que va a tener una versión en Alemania, Raúl Cimas terminó acertando casi por casualidad el resultado del último partido de Toni Kroos.

Otro motivo, menos viral, fue la celebración de los premios Seriemanía, de Cinemanía, en la que se llevaron el Premio Especial y el galardón a la mejor comedia. Quizá lo más gozoso, incluso más que si hubiese dado un discurso, fue un vídeo enviado por Cimas a la organización para justificar su ausencia, porque le había pillado atasco y además tenía un concierto de Andrés Calamaro.

Curiosamente, Poquita fe no sólo descansa en un reparto más preciso que Gareth Bale en el séptimo hoyo y en unos guiones descacharrantes. Reposa también en algunos aciertos formales que han convertido su formato de “falso documental” en algo totalmente novedoso, con cortes muy rápidos y una edición sobresaliente que contribuye al ritmo cómico y saca el producto de la línea inamovible que habían marcado otros. El mismo formato cimentado en The Office y al que siguen ateniéndose con firmeza en EE.UU. cuando la tele de masas lanza cosas como Abbott Elementary.

Con episodios breves y al pie para vidas breves y al pie, Poquita fe me devuelve a la gloria de la Días de futbol de David Serrano, a la épica de llamar a tu equipo de barrio ‘La Elipa me flipa’ y de tomarte algo con los amigos en el bar de abajo o de picnic en la sierra mientras intentas convencer a tu colega de que no puede ser psicólogo así a las bravas y de que quizá, sólo quizá, conviene ir sacándose ya el carné si va a seguir siendo taxista.

Berta somos todos, en nuestra voluntad de encontrar más sentido a la vida que el de la rutina, por trilladas que nos parezcan las alternativas que se le ponen por delante. José Ramón también somos todos cuando afronta esa crisis, o la padece, sin creer que vaya con él y desde una satisfacción pequeñoburguesa con la que me siento poderosamente identificado porque, a fin de cuentas, soy de Móstoles.

En el mundo hay personas que piensan en grande y creen que en otra vida fueron faraones. La Berta de Esperanza Pedreño se ve más Cleopatra que Cañizares. José Ramón, como yo mismo, probablemente piensa que los faraones no tenían baños alicatados ni plataformas de streaming.

'Poquita fe' frente a la pantomima de vivir

El póster oficial de la serie de televisión ‘Poquita fe’ (Movistar+)

Durante mi carrera como periodista viajé mucho y pude hacer cosas que normalmente escapan de la trayectoria vital de mucha gente. Quizá por eso, cuando pienso como José Ramón, lo hago a sabiendas de que Berta no se pierde tantísimo. Le cambio sus sueños tailandeses por pasar los sábados con mis hijos y mi santa comiendo el cocido de mi madre, o por una noche con el club de las hamburguesas en Maye’s Bistro.

Si las comedias románticas americanas nos pintan a profesionales follarines que buscan el amor entre bares canallas o conociendo hermosos veterinarios en los verdes pueblos de Connecticut, el costumbrismo español nos plantea la sorprendente belleza de la batalla por pagar la hipoteca, de soportar a los suegros, de los amigos sobrevenidos, de los problemas para guardar el equipaje en el coche y de las pequeñas batallas que tenemos todos en el trabajo, cuando lo hay.

Algo que no sabe mucha gente de mí es que tengo muchos primos. Una de ellos es Sandra, la amiga del alma de Victoria Martín, brillante cómica y mejor persona, por más mala que diga ser. Costumbrismo es la historia de cuando descubrió a su ex hablando al mismo tiempo con 75 mujeres. Una historia hilarante, pero también un cuento de hadas de lo más normal que va a tener final feliz. Una vida corriente de gente que vive en Rivas Vaciamadrid y se apellida Gómez, López o González.

Vidas maravillosas, como la de Berta o José Ramón. Vidas maravillosas, como la tuya. Ya tengas mucha fe o más bien poquita. Una vez más, ahora todos juntos: Andrés Montes tenía razón.

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