¿Ha llegado el feminismo demasiado lejos? Las cuestiones que rodean el avance de las ideas feministas, de la igualdad al reparto de tareas, de los avances socioeconómicos a la pérdida de “preeminencia” de los varones, parecen ser el foco de la polarización, cada vez mayor, de los jóvenes. Y no sólo sucede en España.
El pasado 8 de marzo, Día de la Mujer, saltaban las alarmas en nuestro país. Una encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat de Catalunya (CEO) arrojaba datos que hacían pensar en una distancia cada vez mayor entre los jóvenes: un 54 % de las personas de entre 16 y 24 años está de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación de que el feminismo “ha ido demasiado lejos”. De igual forma, una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) revelaba que “el 44 % de los jóvenes considera que se han llegado demasiado lejos en materia de igualdad”.
Estas ideas, que se replican y reproducen en la manosfera, ese submundo de internet de “hombres que odian a las mujeres” o que sienten resentimiento hacia ellas, han tenido una consecuencia lógica, más allá de la violencia que producen en países como Estados Unidos: los varones jóvenes han virado hacia los valores tradicionales, que creen que les devolverán “su sitio” en la sociedad, mientras que las mujeres jóvenes buscan sentirse representadas y no retroceder en derechos.
Polarización en el mundo desarrollado
En The Economist han analizado datos de encuestas realizadas a 20 países ricos a través de centros de estudios como European Social Survey, America’s General Social Survey y Korean Social Survey. ¿Su conclusión? En la mayor parte del mundo desarrollado, las actitudes de los jóvenes se están polarizando. Hace apenas dos décadas, las diferencias entre hombres y mujeres de entre 18 y 29 años era mínima; sin embargo, a partir del año 2020, se ha ido acrecentando la diferencia, que va de “muy liberal” a “muy conservador” en una escala decimal: las mujeres se sitúan en un 4,2 y los hombres, en un 4,9.
Es decir, en 2020 los hombres jóvenes eran ligeramente más propensos a describirse a sí mismos como liberales que como conservadores, con una diferencia de solo dos puntos porcentuales. Sin embargo, las mujeres jóvenes eran mucho más proclives a inclinarse hacia la izquierda que hacia la derecha, con una enorme diferencia de 27 puntos porcentuales.
En todos los países grandes examinados, los hombres jóvenes son más conservadores que las mujeres jóvenes. En Polonia, la diferencia era de 1,1 puntos en una escala del 1 al 10. En Francia, la diferencia era de 1,2 puntos. En Estados Unidos es de 1,4, en Francia de 1, en Italia de 0,75, en Gran Bretaña de 0,71, en Corea del Sur de 0,74 y en España, de 0,73. Los hombres y las mujeres siempre han visto el mundo de forma diferente. Lo sorprendente, sin embargo, es que se ha abierto un abismo en las opiniones políticas, ya que las mujeres más jóvenes se están volviendo marcadamente más liberales, mientras que sus compañeros varones no lo son.
El origen: injusticias que persisten
Para muchas mujeres jóvenes es necesaria una nueva ola feminista. Los triunfos de las generaciones anteriores han sido superados, con la plena incorporación de la mujer al mercado laboral y su protagonismo en la vida pública (al menos como igualdad de oportunidades). Pero a las mujeres jóvenes les preocupan las injusticias que persisten, desde la violencia machista hasta las leyes sobre el aborto, las diferencias salariales o el reparto desproporcionado de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. La concepción liberal de las jóvenes se alinea con la sensación de que “queda mucho trabajo por hacer”, y aunque cuentan con aliados en el sexo opuesto, son minoría.
¿Cómo se ha traducido esto el voto? Según los datos recogidos, no de una forma directamente proporcional, aunque sí se puede percibir cierto patrón. En Estados Unidos se aprecia cómo, en las elecciones de 2022, el 72 % de las mujeres jóvenes votó al Partido Demócrata, mientras que en los varones el porcentaje descendió al 54 %. En 2008 no existía diferencia por sexos. En Europa se reproduce este patrón: las jóvenes suelen votar a partidos liberales de izquierda.
Así ha sucedido en Francia en 2022, en Alemania en 2021 (donde se registró la mayor diferencia en voto por sexos de su historia), en Portugal (con la aparición del partido de extrema derecha Chega) o en Corea del Sur, que en 2022 eligió a un presidente que se declara abiertamente antifeminista, Yoon Suk-yeol.
El problema español
“En España, según los datos de los sucesivos barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) desde 1984, hasta el año 2018, a nivel general, sin segmentar por edades, los hombres se posicionaban unas décimas más a la izquierda que las mujeres. A partir del año 2019 esto cambia y las mujeres ya se posicionan más a la izquierda y los hombres más a la derecha, con tres décimas de diferencia. Si segmentamos por edades, comprobamos que en 2024 la distancia entre géneros se ha ampliado casi seis décimas entre los jóvenes de entre 18 y 25 años”. Así lo analiza María Gemma Teso, licenciada en Ciencias de la Imagen y doctora en Sociología con una tesis sobre comunicación, desarrollo y cambio social, además de profesora en la Universidad Complutense de Madrid.
La investigadora recalca que en ciencias sociales es prácticamente imposible atribuir una relación causa efecto directa, ya que son fenómenos muy complejos en los que influyen múltiples factores. “Observamos tendencias y tratamos de formular hipótesis en relación con los datos y los acontecimientos vividos, para tratar de explicar un fenómeno como el que nos ocupa”, explica en conversación con Artículo14. Esto, sumado a la dificultad de definir lo que se entiende hoy en día por “conservador” y “liberal”, complica el análisis.
“La izquierda en su origen tiene más presente la problemática social, interesada en la defensa de los más vulnerables, en los derechos y la igualdad. Mientras que la derecha está más centrada en el crecimiento económico y en el desarrollo de la libertad de cada individuo”, añade Ana Díaz, psicóloga experta en jóvenes, que sí que entiende que, ante el avance feminista, muchos hombres han visto “peligrar” su privilegio en la sociedad, lo que ha derivado en el aumento de las opciones políticas ultraconservadoras.
“Coincido con los argumentos que aluden a la fuerza del movimiento feminista entre las mujeres, especialmente entre las mujeres jóvenes”, afirma Teso. “Estos movimientos se expanden entre los jóvenes aupados por corrientes como el Me Too, protagonizado por el mundo de la cultura: artistas, deportistas, etc. A este movimiento, se añaden otros, como el Black Lives Matter. Ambos movimientos se expanden a través de las redes sociales y buscan reclamar igualdad y la justicia”.
En el análisis de estos fenómenos sociológicos, la ultraderecha, “que ya había cosechado una gran victoria con su estrategia de comunicación en redes sociales con el Brexit, supo leer estos movimientos en clave cultural e introducir en sus estrategias un discurso antifeminista o antiinmigración para crear una guerra o batalla cultural e identitaria”, prosigue la socióloga. “Este discurso antifeminista en España ha llegado mucho a los jóvenes varones a través de la redes, con mensajes que pretenden hacerles creer que el feminismo supone una agresión a su identidad masculina y un menoscabo para sus derechos”.
¿Cada generación es más liberal que la anterior?
La diferencia de actitud entre los sexos tiene mucho que ver también con cómo se ven unos a otros. En una encuesta realizada a personas de 27 países europeos, se les preguntó si estaban de acuerdo en que “el avance de los derechos de las mujeres y las niñas ha ido demasiado lejos porque amenaza las oportunidades de los hombres y los niños”. Como era de esperar, los hombres estaban más de acuerdo que las mujeres. Sin embargo, cabe destacar que los hombres jóvenes eran más antifeministas que los hombres de mediana edad, lo que contradice la idea popular de que cada generación es más liberal que la anterior.
María Gema Taso desvincula esta conclusión de la franja de edad. “En mi opinión, el uso de las redes sociales como principal fuente de información para la ciudadanía, especialmente para los más jóvenes, está contribuyendo a una falta de información veraz y de calidad, a la simplificación de los problemas y a una peligrosa descontextualización que lleva hacia la derechización de la sociedad, no solo de los hombres, y hacia la polarización”, reconoce. “Pero no creo que sean los jóvenes lo más polarizados ni la franja de edad que muestra actitudes más machistas. Saltando a lo cualitativo, en mi experiencia, incluso jóvenes que se confiesan conservadores o que critican el feminismo no muestran actitudes abiertamente machistas o racistas”, concluye.
Las causas que explican esta creciente separación tienen que ver, ante todo, con la educación (cada vez más mujeres acceden a mayores niveles educativos), cómo experimentamos los cambios en las actitudes sexistas y con las cámaras de eco, aquellos entornos virtuales que activan los algoritmos con los que trabaja internet y especialmente las redes sociales, algo en lo que insiste la socióloga. El primer factor puede segmentarse por sexos: el 28 % de los varones no consigue el mínimo de capacidad lectora frente al 18 % de las mujeres, según el informe PISA. Lo mismo sucede en la universidad, donde hay mayoría femenina; además, el 46 % de las mujeres de los países desarrollados entre 25 y 34 años tienen educación de tercer nivel frente al 35 % de los hombres.
De la crisis de ideas a la crisis afectiva
Las diferencias educativas tienen como resultado diferentes actitudes. Así, aquellas personas que pasan por la educación universitaria tienen más posibilidades de abrir sus horizontes y absorber ideas más liberales e igualitarias. Por otro lado, las mujeres con educación universitaria suelen acceder a mejores posiciones laborales: hay mayoría de mujeres en las universidades de los países ricos, y por lo tanto hay cada vez más mujeres accediendo al mercado laboral y con capacidad para sostenerse por sí mismas. El resultado es una crisis afectiva, con cientos de matices: las mujeres no encuentran hombres a su altura, mientras que los hombres menos capacitados se sientes rechazados.
La consecuencia inmediata es la caída en la formación de núcleos familiares y el estrepitoso descendimiento de la natalidad, algo que ya se da como “connatural” a la Generación Z (aquellos nacidos a finales de los 90 y principios de los 2000). Las mujeres zetas, además, suelen incluirse dentro del colectivo LGTBIQ+ en más del 31 % de los casos. En cualquier caso, los hombres jóvenes son los más reticentes a abrazar los postulados del feminismo porque se sienten amenazados por el avance de las mujeres; en cambio, los adultos suelen sentir menos amenazados sus privilegios. En el estudio recogido por The Economist, la mayoría de los varones jóvenes europeos sienten “resentimiento hacia las mujeres”, lo que suele derivar en comportamientos misóginos, que se acrecientan a través de las mencionadas cámaras de eco y se agravan en la manosfera.
Si bien la izquierda política ha trabajado y conseguido persuadir a las mujeres jóvenes de que se preocupa por sus problemas, todavía no parece haber encontrado la forma adecuada de dirigirse a los jóvenes, que siguen virando hacia posturas conservadoras. De hecho, algunos políticos de la derecha han encontrado formas de conectar con los varones descontentos. Donald Trump es el mejor ejemplo de esto. Sus comentarios sexistas, machistas y antifeministas encuentran eco en un discurso amplificado. “Es un momento muy aterrador para los hombres jóvenes en Estados Unidos: puedes ser declarado culpable de algo que no has hecho”, afirmó en un mitin en 2018.
Diferencias estructurales, amplificadas por las diferencias educativas, sociales y culturales, y distorsionadas por las redes sociales, la falta de información y los discursos políticos descontextualizados y populistas. La polarización de los jóvenes es un hecho.