Hildegart (Alba Planas) es concebida y educada por su madre Aurora para ser la mujer del futuro, convirtiéndose en una de las mentes más brillantes de la España de los años 30 y un referente sobre sexualidad femenina. A sus 18 años, Hildegart conoce a Abel Velilla (Patrick Criado), quien la ayuda a explorar un nuevo mundo emocional y a desmarcarse del férreo nido materno, mientras Aurora (Najwa Nimri) teme perder el control sobre su hija. Las dos mujeres se enfrentarán durante una noche de 1933 poniendo fin al ‘Proyecto Hildegart’.
Entrevistamos en exclusiva a Paula Ortiz con motivo del estreno de su película en el 72º Festival de Cine de San Sebastián, en Sección Oficial fuera de concurso.
La frase “Su estela fantasmal permanece” aparece destacada en los créditos finales. ¿Te habías planteado hacer una película sobre ella antes de que te propusieran hacerla?
En cierta forma sí, es una historia que a mí me obsesiona, lo he contado más veces en la universidad: es una historia que me ha acompañado toda mi vida. Incluso cuando después he sido profesora, he propuesto proyectos que empezaban con las cartas de Hildegart. Cuando me llamó María Zamora para hacer esta película fue fuerte porque efectivamente es algo extraordinario que te llamen para hacer una película que tú querías hacer.
Teniendo en cuenta que es una historia real la que adaptas, ¿qué partes del guion son introducidas libremente por ti? Algún personaje, alguna situación…
Hemos intentado ser muy respetuosos con el momento histórico porque el momento histórico forma parte radical, es médula espinal del propio conflicto individual de los personajes, porque es una historia política, es una historia de una mujer que mata por un proyecto ideológico. Con ese contexto hemos intentado ser responsables y recoger el máximo posible, dentro de lo que cabe en una película. Pero sí que es cierto que aunque los personajes son reales, hay personajes cuya historia está muy ficcionada para ayudar al conflicto dramático, como por ejemplo el personaje de Macarena y el de Abel. De Abel Velilla, de hecho, hay muy pocos datos, no sabemos casi nada de él, no sabemos qué relación tenían, sólo que se conocían, que eran amigos, que había algo… Pero la constitución de la historia de amor ha sido más una construcción dramática para la película.
El personaje de Macarena (Aixa Villagrán) aporta un tono cómico, ¿te habías propuesto esto para equilibrar la parte dramática?
Aporta un tono de tierra, aterrizado. Macarena es la persona que admiramos y que no vemos exclusiva y únicamente en el mundo de las ideas. Macarena es la que da amor, la que da afecto, la que tiene una dimensión de la justicia, de la realidad. Uno de los momentos que a mí más me gustan de la película es cuando ella dice: “Cariño, tu discurso está muy bien, pero la vida no funciona así”. Me parece muy revelador.
La escena final, el funeral de Hildegart, tiene mucha fuerza. ¿Esta escena es creada por ti o es también una adaptación?
Esa escena es muy emocional, en ella hay una atención muy fuerte a los personajes que han acompañado a Hildegart y a cómo les afectó su muerte, a Abel, a Macarena, a Germán, a los compañeros de las asambleas del Partido Socialista. Esto fue real, la gente fue con sus libros y con lirios rojos, flor que simbolizaba la República, y aunque hay una parte recreada de manera dramática y simbólica, sí que cierto que es la escena que hemos reproducido de manera más fiel porque teníamos fotos de la prensa de la época. De hecho, lo que intentamos con la imagen final es reproducir la imagen de los periódicos del día siguiente, en el que algunos titularon: “La virgen roja ha muerto”. Lo acompañaban con imágenes de ese funeral masivo que demuestra que ella murió realmente como una líder, una persona tremendamente significativa e influyente: murió siendo una rockstar.
La estética es siempre fundamental en tus películas. Sin embargo, viniendo de Teresa y de La novia, esta puesta en escena es más sobria. ¿Estuviste tentada de plantear un diseño de arte diferente o siempre tuviste claro que sería así?
No sé si es más sobria, lo que pasa es que le ocurre una cosa al lenguaje dramático, narrativo y estético de esta película, y es que a diferencia de las otras, donde yo siempre me he movido de manera más natural en los lenguajes contemplativos, esta película, por la brutalidad del conflicto dramático, y por lo eléctrico del contexto histórico, arrolla, no se puede detener. No puedes dedicarte a la contemplación, avanza de una manera frenética, y necesita avanzar. Eso me ha obligado a hacer una puesta en escena y una planificación que exigía otro tipo de narrativa. También porque a diferencia de las otras historias que he contado, en esta algunas escenas afectan a la colectividad y son escenas de grandes masas y grandes movimientos, y eso me ha requerido otro lenguaje, o sea, aprender de otros narradores y narradoras para ejercer otro lenguaje. Esta película está más empujada por ese hecho histórico y por la naturaleza del conflicto central de la película. Pero es un diseño también estético donde se ha sublimado, “se ha tratado la casa” de Aurora y Hildegart. Por ejemplo, como es una película nietzscheana (porque es la película de una mujer que, igual que Nietzsche crea al súper hombre, quiere crear a la súper mujer), toda la concepción estética es nietzscheana; es decir, toda la puesta en escena, los colores, la casa, es apolínea, es clínica, es ordenada, es moderna, a diferencia del mundo, que es muy dionisiaco, muy imperfecto, muy cálido, muy pasional, muy sucio, injusto. Ahí hay un contraste estético que hemos construido, pero sí que es cierto que está construido desde una puesta en escena que empuja la narración imparablemente.
Quizás algunas personas puedan entender que la película es una crítica al feminismo extremo. ¿Ha habido alguna motivación de este tipo por tu parte para hacer la película?
Para nada, a mí la película, como la historia de Hildegart, me parece profundamente feminista. Primero, no solo por sacar a la luz la obra de una de las feministas más brillantes y desconocidas de nuestra historia, que reivindica con una audacia y una modernidad escalofriante – porque hemos cambiado muy poco– algunas de las teorías del feminismo, sino porque de lo que habla la película es que el sueño de la razón engendra monstruos, que incluso las ideas más iluminadoras y más ilusionantes (como es el feminismo) cuando se vuelven de estructura rígida, dogmáticas y totalitarias, son susceptibles de convertirse en un gesto violento. A mí personalmente como feminista me parecía fascinante ahondar en el fascismo desde el feminismo, y atreverse además, como feministas, a contar las permutaciones oscuras. Me parece un reto que también está pendiente. Precisamente la película es profundamente feminista porque tampoco niega esa parte oscura: me refiero a la posibilidad de que los sueños de la razón pueden engendrar monstruos y esa es la historia del siglo XX.