“Odio San Valentín”: contra el mito del amor romántico

Las expertas en igualdad inciden en la necesidad de desmitificar el amor romántico, que puede normalizar la dependencia o los celos en una relación, así como educar a los niños y niñas en el cuidado y el respeto entre iguales

Una escena de 'El diario de Noah'.

El patriarcado no es solo una estructura de poder, es un sistema que moldea nuestras vidas a través de herramientas que perpetúan la desigualdad entre hombres y mujeres y la más potente de todas es el género, que educa a cada persona en roles diferenciados, construyendo una escalera con dos peldaños: los hombres arriba y las mujeres abajo. Pero no es la única, existen otras muchas y una de las más dañinas es el mito del amor romántico, un relato cultural omnipresente que condiciona nuestras expectativas afectivas y que, en última instancia, genera violencia contra las mujeres.

El amor existe, y es el valor supremo. El amor en todas sus formas (sanas): el que eleva, mejora, une, cura, acerca. Pero el mito del amor romántico poco tiene que ver con el Amor, y mucho menos con algo tan burdo como San Valentín, una estafa consumista desde la introducción de las tarjetas producidas en masa en 1913 hasta la venta de rosas, chocolates con forma de corazón y tarjetas de regalo especiales a parejas que se sienten culpables por no apreciar lo suficiente a su pareja durante todo el año. Pero ese artículo ya se ha escrito antes, varias (demasiadas) veces.

Desde la infancia el mito del amor romántico hace acto de presencia en películas, canciones, novelas y refranes populares, se enseña que el amor debe ser absoluto, que una pareja debe completarnos y que una mujer sin un hombre a su lado está condenada a la infelicidad. Estas creencias no son inofensivas, tienen consecuencias, alimentan dinámicas de poder desiguales y perpetúan relaciones dañinas. La idea de que el amor verdadero ocurre en un instante lleva a ignorar señales de alarma, minimizar comportamientos dañinos y justificar el malestar con la excusa de que “ninguna pareja es perfecta”, reforzando el apego a parejas tóxicas. Es, de hecho, un recurso habitual de los narcisistas para manipular y retener emocionalmente a las mujeres.

¿La emoción por encima de todo?

El mito del amor romántico nos dice que el amor debe ser un torbellino de emociones incontrolables, al punto de hacernos perder la razón. En la película ¿Conoces a Joe Black?, el padre de la protagonista le aconseja que busque a alguien que le haga sentir “fuegos artificiales”, sin advertir que esa emoción extrema puede estar más cerca del peligro que del amor real. También nos repite que una mujer sin pareja está condenada a la soledad y la infelicidad, se nos hace creer que es mejor estar con un hombre problemático que sola porque el amor, supuestamente, todo lo puede. Y, sobre todo, nos dice que una mujer puede transformar a un hombre violento con su amor. La Bella y la Bestia es la mejor representación de esta mentira: Bella es la mujer ideal, paciente y comprensiva, que con su ternura convierte a la Bestia en un príncipe. Este mensaje cala hondo en la cultura y hace que muchas mujeres se queden en relaciones abusivas, convencidas de que, con suficiente amor, su pareja cambiará.

Almudena Amor y Javier Rey en 'La mujer dormida'

Almudena Amor y Javier Rey en ‘La mujer dormida’

Esta narrativa nos dice que mejor quedarnos con lo malo conocido, porque el tiempo pasa rápido y lo peor que nos puede pasar es estar solas. Así, el mito del amor romántico se convierte en una trampa que impide que las mujeres abandonen relaciones dañinas. Nos dice que una pareja debe compartirlo todo, hasta el punto de perder su individualidad. Se idealiza la fusión total pero en la práctica esto suele traducirse en que la mujer absorbe los gustos y la vida del hombre, anulando sus propios deseos. Además, los hombres han sido educados para esperar que su pareja se comporte como Bella: paciente, amorosa, dispuesta a soportar sus defectos. Cuando una mujer no cumple con ese rol, ellos pueden sentir frustración y reaccionar con violencia, creyendo que es su derecho corregir a su pareja.

El mito del amor romántico genera expectativas irreales en hombres y mujeres, pero la violencia siempre va en una dirección. Mientras ellos se identifican con Bestia y justifican comportamientos abusivos, las mujeres cargan con el peso de la transformación imposible. Nos han repetido hasta la saciedad que una mujer puede cambiar a un hombre con su amor y que cualquier sacrificio merece la pena por una relación, y así es como tantas mujeres acaban atrapadas en vínculos en los que sufren violencia, desgaste emocional y pérdida de su identidad. El amor romántico no es el único modelo de vida posible, existen otras formas de amar y de relacionarse que, hasta ahora, han sido menos visible.

Es fundamental que surjan más narrativas feministas que muestren alternativas reales, relaciones basadas en el respeto y el equilibrio y que ayuden a desmontar la estructura de poder que nos mantiene atadas. La cultura ha transmitido durante siglos una idea del amor basada en el sacrificio de la mujer, en su entrega absoluta y en la creencia de que su misión es sanar, cuidar y moldear a su pareja, y esta idea no solo perjudica a las mujeres, también crea hombres emocionalmente inmaduros que nunca han aprendido a construir relaciones sanas. Es urgente que se cuestionen estos relatos, que se planteen nuevas formas de amor y que se visibilicen historias en las que las mujeres no sean las eternas cuidadoras, salvadoras o víctimas.

Y San Valentín, que siga siendo un santo, sacerdote y mártir de la Iglesia Católica, no una excusa para consumir y gastar en uno más de los infinitos tentáculos de la cultura del usar y tirar.

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