Eurovisión

¿O todas zorras o todas monjas?

Yolanda Domínguez, María Dabán, Melisa Rodríguez y Lucía Etxebarria se pronuncian acerca del Festival de Eurovisión, la perspectiva femenina del certamen y su constante y creciente politización

El Festival de Eurovisión no es solo una fiesta; nunca lo ha sido. Ha sido siempre una expresión de voluntad sobre la infinidad de temas de actualidad que afectan al continente europeo. En cada edición se ven reflejadas las problemáticas, los deseos, las preocupaciones y las expectativas vitales de los eurofans (y también de aquellos que, aun viviendo de espaldas al certamen, se encuentran dentro de su ámbito de influencia). ¿Quién o qué domina el debate público? Sea lo que sea, se abrirá paso en Eurovisión.

El hecho de que España y RTVE, en los últimos tiempos, hayan estado ciertamente apáticos en la construcción de ese relato puede entenderse como una cierta inhibición a la hora de construir el continente. Sin embargo, hay dos temas fundamentales que han cogido peso y fuerza, y de los que ya no es posible sustraerse: por un lado, el espectro político del certamen, con problemáticas como la cancelación de Rusia el año pasado tras la invasión de Ucrania o los problemas con la inclusión del colectivo LGTBI. En esta ocasión, las repercusiones del conflicto entre Israel y Hamas en la franja de Gaza está avivando la polémica: la participación del país hebreo sigue originando protestas y gestos a favor del pueblo palestino, incluso en el propio escenario de un certamen musical apolítico, según sus reglas.

Chanel

Chanel, interpretando ‘SloMo’ en 2022

El último, sin ir más lejos, el de Eric Saade este martes en la primera semifinal. El artista sueco, cuyo padre es de origen palestino, actuó con un pañuelo palestino atado a su muñeca izquierda. “Nos parece triste que utilice su participación de esta manera (…). Lamentamos que Eric Saade haya optado por ignorar el carácter apolítico del evento”, aseguró Ebba Adielsson, productora ejecutiva del concurso por parte de la televisión sueca SVT.

El otro tema fundamental es la representación de las mujeres y el enfoque con el que se suben al escenario. Ya hemos visto que ser mujer tiene sus implicaciones, y conlleva cierto posicionamiento: el género femenino se posiciona con su estética, con sus movimientos, con el tema de la canción y con el género musical; se posiciona con el maquillaje, con los bailes y con la letra de las canciones. Todo tiene que ser intelectualizado y armado con un discurso único y coherente. En 2022, Chanel fue criticada y ensalzada a parte iguales por su interpretación de SloMo; este año, la canción Zorra, de Nebulossa, se debate entre la reivindicación y el insulto. De hecho, grupos feministas se han mostrado en contra de la canción elegida para representar a España en el festival de Eurovisión.

“La exaltación del sexismo, la misoginia, y la banalización de la violencia representará a España. Este es el panorama. No es cultura, es el ensalzamiento del machismo más zafio. Veréis a vuestras hijas reivindicándose ‘zorras'”, ha asegurado en un mensaje en la red social X la activista feminista y exportavoz de Igualdad del PSOE en el Congreso, Ángeles Álvarez. En la misma línea se ha mostrado la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, que ha criticado que los medios tilden el mensaje de la canción de “empoderante”. “Dicen los medios que la misoginia y la zafiedad son empoderantes (para las mujeres) y muy mucho feministas. El sonido de fondo son decenas de voces gritando zorra a una mujer. El coste de #BenidormFest 2023 para las arcas (públicas) de RTVE fue de más de 4 millones de euros”, ha recalcado la organización.

Para hablar de estos temas y del festival de Eurovisión en general, Artículo14 ha preguntado a algunas de sus columnistas.

Melisa Rodríguez

La distorsión del feminismo y la doble moral también llega a eurovisión. Hace unos años vimos cómo se criticaba de manera rancia y poco tolerante a Chanel, la representante española; por su sensualidad, por su coreografía, por su vestuario… Pareciese que a un sector del “falso feminismo” le corroía la envidia de una mujer libre y con talento explotase su feminidad y mostrase su arte. Ella nunca estuvo cosificada, la intentaban cosificar mujeres que reniegan de la feminidad y que pretenden decirnos a las mujeres cómo debemos ser, cómo debemos vestir, cómo debemos actuar.

Este año Nebulossa, nuestros representantes, van con una performance, que si se le aplicase el mismo rasero que a Chanel debería despertar adjetivos como “cosificación del hombre”. Creo sinceramente que la canción es un hit, y que tendremos Zorra para rato, y hay que reconocerle a los artistas el mérito de conseguir algo así en una época de saturación musical y creaciones efímeras. Reconociendo esto, es necesario abordar los valores que representa la canción y la crítica que establece. A mi manera de entenderla, intenta confrontar con la idea manida de que las mujeres hemos de ser de una manera concreta, y que si no lo somos, pues nos descalifican de manera muy sencilla.

La doble moral viene cuando se politiza todo hasta el extremo. Lo que se debería celebrar en este y en todos los festivales es la libertad de expresarse y de enseñar su arte, además de colocar el mismo rasero a todos. En realidad el debate de fondo no es otro que el de grupos de mujeres falsamente llamados feministas que censuran todo lo que tenga atisbo de feminidad, que cancelan a artistas por su belleza o sensualidad, por bailar en tacones de vértigo y que quieren decir a las mujeres cómo hemos de ser.

España en Eurovisión 2024 - Cultura

Nebulossa, la representante española en Eurovisión 2024

Lucía Etxebarria

Eurovisión tuvo una época dorada hasta la llegada de la televisión por cable. En los primeros años, un artista que ganaba Eurovisión conseguía muchas cosas: Julio Iglesias, Mocedades (aunque no ganaron), Céline Dione, Lulu… Hasta los años 80, participar en Eurovisión te garantizaba una gran carrera. Pero a principios de los 90 la televisión amplía el número de canales, por lo que la audiencia del certamen desciende estrepitosamente. Por entonces se redujo a un festival que gustaba especialmente a los homosexuales, mientras que había nacido como algo familiar. Yo recuerdo verlo con mi madre, y por eso soy tan eurofan.

A partir de 1997, el concursante de Finlandia, Paul Oscar, se declaró gay. En ese mismo certamen, Dana Internacional, una cantante trans israelí, ganó el concurso con una abrumadora calificación de 172 puntos gracias al tema Diva. A partir de entonces pasó a ser un hito de nicho, absolutamente gay, que busca a un público determinado, y lo consigue. En España hay un problema: que las canciones se eligen por política, no por calidad musical.

En 2022 yo defendí a Chanel, recibiendo amenazas, como ella misma o la directora de TVE, porque la gente quería a Rigoberta Bandini, apoyada por Irene Montero, o a Las Tanxugueiras, apoyadas por el BNG. Ellas eran opciones de izquierdas, que entroncaban con el público que ve Eurovisión, y por eso cuando salió Chanel se posicionaron en su contra… aunque acabaron subiéndose al carro.

Sin embargo, Zorra no tiene ninguna calidad vocal, y eso nos va a perjudicar, porque hay países, como los eslavos, que mandan a cantantes de ópera (es el caso de Ucrania). Nebulossa susurra, no canta; no llega a las notas más altas, pero como el autotune está prohibido, le han añadido un coro por debajo, y encima no tiene presencia en el escenario. El cantante de Croacia se pone de cuclillas y realiza una danza tradicional croata mientras canta; las ucranianas tienen una gran calidad vocal; las irlandesas bailan ballet… Por eso creo que vamos a hacer un ridículo espantoso.

Pero mientras sigamos cogiendo a candidatos sólo porque los vota el eurofandom político, y no por gustos musicales, nos seguirá sucediendo esto: que acabemos con una candidata que ni sabe cantar, ni sabe bailar. Y lo peor es que sale de nuestros impuestos… Y además, una canción que nos llama Zorras no es de mi gusto, por mucho que tenga “un deje irónico y de empoderamiento”. Con la letra me lo habría creído, pero con dos señores en corsé y tacones y enseñando el culo pierde toda la credibilidad. Gran parte de los comentaristas de Eurovisión están de acuerdo en este análisis. Si esto es feminismo… yo soy una medusa.

Por último, hay que destacar que Pedro Sánchez dijo que no entendíamos de feminismo porque “el feminismo es divertido, y Zorra es una canción del feminismo divertido”. Querido Pedro Sánchez, el feminismo no es divertido, es una corriente de pensamiento que procede de la Ilustración y que aboga por los derechos de las mujeres, no por divertirse. Además, el feminismo siempre ha estado en contra de la objetificación del cuerpo, de considerar que el cuerpo es una mercancía (lo mismo me da que sea un hombre que una mujer).

Rigoberta Bandini

Rigoberta Bandini perdió en la semifinal para representar a España frente a Chanel en 2022

María Dabán

Yo lo siento, pero no me gusta Eurovisión. No lo sigo, no sé cuáles son las canciones favoritas de este año, y ni siquiera sé por qué lo son. Apenas conozco la que va a representar a España en este 2024, aunque a buen seguro sonará mucho este verano. Lo único que me gusta de este certamen (certamen suena a viejuno, que es a lo que me suena a mí el festival) es la ilusión que genera en muchos de mis amigos que, entusiasmados, te convocan a una cena “para ver Eurovisión”. Y es entonces cuando hay que recordarles, un año tras otro, que, gracias, pero no, prefiero un certamen de bailes regionales. La última vez que seguí Eurovisión, unos finlandeses pintados como si fueran a ser extras de El Señor de los Anillos ganaron. Y ahí me quedé.

Admito que cuando era pequeña seguía con cierto interés todo ese sistema de votaciones entre países mientras José Luis Ulibarri echaba mano de su sabiduría para augurar que, “tradicionalmente, Portugal nos suele dar doce puntos”, y nos los daba. Qué tiempos. Me encantaba, además, cuando le concedían puntos al Reino Unido, porque en francés sonaba algo así como “leguayominí”, y quedaba chulo. De todas formas, mi opción es clara: ¡vamos, Nebulossa!

Yolanda Domínguez

Este año hay varios motivos por los que no veré Eurovisión. El principal es la masacre que está llevando a cabo Israel, nadie debería pasar por alto un conflicto humano tan grave. La canción con la que participa España este año ni me gusta ni me representa. Respeto totalmente los gustos del colectivo LGBTI, pero sus estrategias de empoderamiento no tienen por qué coincidir con las de otros grupos humanos que tienen unas problemáticas diferentes. Como mujer, la palabra “zorra” no me resulta empoderante sino humillante.

El empoderamiento tiene que ver con la independencia de las personas y su plena autonomía para resolver cualquier necesidad por sí mismas. El término se utiliza para referirse a grupos humanos que están en situación de dependencia con respecto a otros y que, gracias a procesos de aprendizaje, dotación de recursos, reconocimiento de derechos u otros, recuperan el control de su propia vida. La primera vez que se utilizó el término para referirse a las mujeres fue en 1985 en la Conferencia Mundial sobre las Mujeres de Nairobi. La organización DAWN (Development Alternatives With Women for a New Era) lo propuso para referirse al proceso por el cual las mujeres pueden acceder al control de los recursos, ya sean materiales o simbólicos, reforzando de esta forma sus capacidades y su protagonismo.

El concepto de empoderamiento tiene un fuerte carácter político y cuestiona el papel de la parte más rica del mundo (mayoritariamente en el norte del globo terráqueo) con respecto a la más pobre (mayoritariamente en el sur), ya que una mantiene su riqueza a través de la explotación y dependencia de la otra. Utilizar un término cuyo objetivo es incentivar el proceso de emancipación de las mujeres, especialmente de aquellas que sufren la pobreza y el racismo, para otras cuestiones es una forma de desarticular la herramienta que poseen para reclamar sus derechos.

Los medios de comunicación se empeñan en etiquetar todo lo que haga una mujer como feminista o empoderante porque es lo que vende, pero no todo lo que hacen las mujeres lo es. Lo que están consiguiendo es el efecto contrario: distorsionar el significado y que la posición de las mujeres no cambie. No hay ninguna emancipación en ser putas, zorras, motomamis, ni en tener un sugar daddy.

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