María Paz Otero (Madrid, 1995), poeta y médica residente en psiquiatría, irrumpió en el ámbito literario ganando el premio de poesía joven Tino Barriuso con su libro Nimiedades (Hiperión, 2021) y en 2023 se alzó con el premio Vitruvio de Poesía con su segundo poemario, A la tarde.
Los atormentados (Rialp, 2024), su último poemario, ha sido reconocido con el 77º Premio Adonáis de Poesía Joven “por su indagación en los incómodos terrenos de las más dolorosas derivas de la mente, que aúna la aceptación insobornable de la realidad con una compasión de estirpe cervantina”.
¿Quiénes son “los atormentados”?
Los atormentados somos todos. En el libro hay poemas que están relacionados con historias concretas, partes que están inspiradas por amigas, conocidas, cuidadoras y otras partes de mi vida, pero son ideas. Cuando escribo nunca soy fiel a la realidad, pero tampoco me alejo tanto como para considerarlo ficción.
¿Cuál es la relación de este libro con la salud mental?
Escribí el libro en menos de un año, cuando estaba rotando en planta en el hospital y en un hospital de día de primeros episodios psicóticos. El hospital de día es un pequeño chalet en Madrid que permite una atmósfera muy hogareña y, aunque no estaba escribiendo, fue una compañera allí la que me invitó a retomarlo para contar lo que me impactaba. La psicosis tiene mucho protagonismo porque era lo que tenía más presente en aquel momento. Ahora, al volver al libro, me sorprende encontrar un hilo o un mensaje porque el libro está construido poema a poema y han sido estos los que han formado el todo.
En este proceso de escritura, ¿dónde acaba la María psiquiatra y comienza la poeta?
Es la misma. Lo que une esas dos facetas es la sensibilidad hacia ciertas cosas. Elegir psiquiatría y escribir poesía responde a una sensibilidad similar plasmada de formas diferentes. Mi profesión se basa en la generosidad y escribir es, en cierta forma, egoísta, porque responde a una necesidad propia.
Aparte de ese egoísmo, en el libro apareces poco, ¿por qué?
Me he escondido, aunque no ha sido adrede, porque me impone mucho este libro. Aunque sea inconsciente, le encuentro el sentido a que yo no esté presente.
En cambio, sí hay mucha presencia de la madre que sufre, la que llora, la cuidadora…
Es un reflejo de lo que veo y también hay parte de defecto profesional e incluso social. La mujer acaba adquiriendo el papel de acompañante y creo que en mi libro sale así porque es un reflejo de lo que hay en la sociedad. No creo que el hombre sufra más que la mujer, pero sí que quien más cuida es ella. Aunque este rol de cuidados esté cambiando, sigo viendo que es algo que está ahí.
También está muy presente lo inenarrable, lo inexplicable y lo inasible.
Muchas veces estas situaciones son inenarrables para quien lo vive e inasibles para quienes las observan. Las sensaciones y pensamientos son extraños y poco tangibles. Incluso me impone el libro porque lo siento ajeno al contar circunstancias imposibles de poner en palabras. Al final, los atormentados es poner en palabras cosas inenarrables que no describen la realidad, sino que intentan acercarse.
En las secciones del libro abordas lo extraño, pero también el silencio, las ventanas…
Primero lo extraño, porque a mí misma extraña y abruma estar expuesta ante situaciones tan difíciles. Además, muchos autores señalan que en la psicosis hay una ruptura con el lenguaje y yo justo hago lo contrario al poner palabras a cosas que no se pueden describir. La segunda parte, voces de silencio, responde a un intento propio de aprender a escuchar y de hacerlo también en el silencio. La psicosis tiene mucho de silencio al ser un mundo muy propio, introvertido. Después, las ventanas reflejan mi intención de asomarme a estas historias. Las ventanas, con un cristal muy limpio, dan sensación de cercanía; pero a la vez hay una distancia.
¿Crees que el libro puede acercar a la sociedad a estas situaciones?
Puede mostrar el dolor de una manera más compartida y cómo el dolor no es tan extraño como parece. No se trata de nuestro dolor y el de los pacientes, sino que es de todos. Las enfermedades mentales no son azarosas, sino que muchas veces hay experiencias muy dolorosas ante las que psicotizamos o brotamos. Es un dolor humano y somos susceptibles a él. Me gustaría, siendo consciente de que es un libro de poesía, que a alguien le acercase al dolor y lo viviese como un lugar común.
¿Podrá ayudar entonces a entender más acerca de la salud mental?
Creo que no podemos acercarnos a esto por la literatura. Quiero que los lectores sientan que ellos también han sentido así el dolor, aunque sin llegar a estos límites. Hay que vulnerabilizarse y entender que los que están en los hospitales por razones mentales no son tan diferentes a nosotros, que dentro del dolor también hay alegría y tristeza; como en el no-dolor también hay dolor.