En La pareja perfecta, la miniserie que estrenó hace unos días en Netflix, Nicole Kidman encarna a una madre rica envuelta de secretos que se ve atrapada en el centro de una investigación criminal en un deslumbrante entorno costero. El personaje resultará familiar a quienes ya la vieron en Big Little Lies, en la piel de una mujer que podría describirse exactamente igual, y también resulta casi inevitable detectar sus similitudes con los que la australiana interpretó en otras ficciones televisivas recientes: en The Undoing fue una neoyorquina adinerada y gélida cuyo marido adúltero tal vez cometiera un crimen; en Expatriadas, una elegante estadounidense con mucho dinero y muchos empleados del hogar, y azotada por un dolor inconfesable; en Nueve perfectos extraños, una gurú del bienestar que dirige un resort de lujo y cuya gélida fachada esconde tanto su pasado como sus verdaderas intenciones.
Su personaje en la nueva serie es el tipo de esnob que dice cosas como “cualquiera que use chanclas fuera de los confines de su propia casa debería ser arrestada”. Una parte de su fortuna se la debe a las dos docenas de novelas criminales que lleva escritas –el tipo de literatura que se lee de vacaciones, bajo una sombrilla–, y la otra ya la traía de casa su marido (Liev Schreiber), un vividor que se pasa el día fumando porros y trasegando gintonics; el matrimonio, por supuesto, dista de ser tan feliz como pretende de puertas afuera.
Al principio del relato, la pareja está inmersa en los preparativos de la boda del más insulso de sus tres hijos con la joven que ejerce de eje narrativo, que proviene de la clase media y por tanto es percibida por el resto como una intrusa o algo peor; la boda se celebrará en una de las propiedades de la familia, una mansión frente a la playa que cuenta con unas 1.500 habitaciones. Antes de que el evento tenga lugar, claro, uno de los invitados es hallado muerto, y no tarda en quedar claro que todos los demás personajes tienen secretos escondidos bajo sus atuendos de diseño y, por tanto, casi todos son sospechosos.
Además de no esconder las conexiones que mantiene con Big Little Lies a varios niveles, La pareja perfecta trata obviamente de parecerse a The White Lotus, la irresistible mezcla de thriller, sátira mordaz contra los ricos y comedia creada por Mike White. A diferencia de ambos títulos, eso sí, no es televisión de prestigio sino algo más parecido a una telenovela. Sus personajes ni son mínimamente interesantes ni están suficientemente desarrollados; prefiere escenificar disputas insignificantes y presentar otras pistas falsas en lugar de proporcionarnos información suficiente con la que tratar de adivinar quién cometió el crimen y, entretanto, se esfuerza por ser vistosa y chispeante, y lo cierto es que lo logra.
En otras palabras: la nueva serie proporcionará un buen rato a quienes se enfrenten a ella sin expectativas –está basada en una novela de Elin Hilderbrand, también autora exitosa de lecturas playeras, y ha sido dirigida por Susanne Bier, también responsable de The Undoing–, pero de ningún modo debe considerarse un producto distintivo o de calidad.
¿Siempre el mismo personaje?
Dicho lo cual, cabe preguntarse por qué Nicole Kidman decide interpretar una y otra vez personajes televisivos cuyos problemas, personalidades y estilos de vida resultan tan similares entre sí que resultan casi intercambiables, en ficciones que, como los libros que la matriarca de La pareja perfecta escribe, solo requieren de su público un ápice de atención. Después de todo, a estas alturas la actriz no necesita ampliar ni su patrimonio ni su currículum. Es una de las más respetadas de Hollywood gracias al Oscar que ganó por Las horas (2002), a las nominaciones recibidas por su trabajo en películas como Moulin Rouge (2001) y a sus respectivos trabajos a las órdenes de maestros como Stanley Kubrick, Lars von Trier y Jonathan Glazer.
Lo cierto es que este puñado de series no son los únicos proyectos en los que Kidman ha participado recientemente. Hace solo unas semanas, sin ir más lejos, obtuvo la Coppa Volpi a la Mejor Interpretación Femenina en la Mostra de Venecia gracias a su rotunda interpretación en el drama erótico Babygirl, en la piel de una ejecutiva tecnológica –rica y fría, por supuesto– atrapada entre el amor que le ofrece su devoto marido (Antonio Banderas) y la habilidad con la que su joven amante complace sus fantasías sadomasoquistas.
Sólo proyectos creados o dirigidos por mujeres
Y su trayectoria televisiva, cierto también, cobra especial sentido si se tiene en cuenta que Big Little Lies no solo obtuvo un éxito enorme sino también le proporcionó un premio Emmy y la reivindicó como una intérprete respetable en un momento en el que su carrera cinematográfica parecía estancada. Es más o menos por aquel entonces cuando Nicole Kidman aseguró públicamente que a partir de ese momento trabajaría en proyectos creados o dirigidos por mujeres cada 18 meses, y si ha cumplido su promesa a rajatabla es sobre todo gracias a su trabajo televisivo: seis de las ocho series en las que ha participado en los últimos años –casi todas ellas coproducidas por su propia compañía, Blossom Films– se sustentan en el talento femenino.
Y al respecto habrá quienes consideren, comprensiblemente, que la actriz estaría dando mejor uso a su poder si lo dedicara a ampliar la calidad y la variedad de las historias contadas por mujeres. Y por otro lado habrá quienes, también con motivo, opinen que a estas alturas Nicole Kidman no tiene nada que demostrar a nadie, y den por supuesto que, entretanto, la actriz puede sacudirse de encima las críticas recibidas por su trabajo en esas series usando los fajos de billetes recibidos a cambio de su trabajo en ellas.