Premios Goya

Mujeres de los Goya: ¿cine o ideología?

Un año más, los Goya ofrecen una notable presencia femenina, pero la duda para el cinéfilo persiste

Arantxa Echevarria, directora de 'La infiltrada'
Arantxa Echevarria, directora de 'La infiltrada'

Los Goya 2025 cuentan entre sus principales nominaturas con la presencia de varios significativos nombres de mujer. Arantxa Echevarría, con su thriller histórico y político La infiltrada está doblemente presente, en la categoría de mejor película y de mejor dirección. En esta última, compite también con Paula Ortiz, que este año nos trajo con La Virgen Roja su visión netamente feminista de la trágica suerte de Hildegart Rodríguez Carballeira, la súper-mujer socialista y republicana, pionera de la liberación sexual, cuya vida fue segada por su propia madre en 1933. Una historia hasta hoy contada en cine y teatro por hombres como Fernando Fernán Gómez o Fernando Arrabal, entre otros.

Por su parte, la categoría a mejor dirección novel, en la que lógicamente han destacado varios nombres de mujer durante las últimas ediciones, incluye en esta ocasión a Sandra Romero con su primer largometraje, el drama intimista Por donde pasa el silencio, versión extendida de su premiado corto del mismo título estrenado en 2020, así como el debut en la dirección de la veterana y popular actriz con su no menos intimista drama Rita, que también escribe e interpreta en uno de sus papeles principales.

Paz Vega posa en la alfombra roja de la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine que se celebra este sábado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada. EFE/ Miguel Ángel Molina

La presencia femenina en las grandes categorías de los premios de la Academia del Cine Español es ya una constante lógica y bienvenida año tras año. Nadie duda de que el cine ha sido durante demasiado tiempo un coto masculino cerrado en torno a las principales labores tras la cámara, como son las de dirección, producción y guión. La apertura de la industria cinematográfica no solo española sino internacional a una mayor participación de la mujer en sus entresijos esenciales no es solo justo reflejo del resultado de una lucha por la igualdad que se cuenta ya por siglos, sino también fundamental elemento performativo, de intervención social, cultural e idiosincrásica.

El público y la crítica cinematográficos son algo más que agradecidos receptores de esta transformación social, que enriquece las pantallas y sus múltiples ofertas artísticas y de entretenimiento: son también sectores activos que han exigido y exigen este cambio, esta apertura a una nueva era en la que terrenos a los que la mujer tenía injusta, irracional y torticeramente un acceso restringido estén sinceramente expeditos para aquellas que deseen labrarse un futuro como narradoras cinematográficas, como realizadoras profesionales o autoras independientes, si no ambas cosas a la vez. Más allá y más acá de aquellas labores en las que siempre han destacado las mujeres de película, aportando elementos de importancia primordial como decoradoras, sastras, directoras de producción, montadoras y editoras, diseñadoras de vestuario, escenógrafas o coreógrafas, cuya labor, por cierto está todavía por ser mucho más y mejor reivindicada históricamente (dejando aparte, por supuesto, el trabajo actoral, que es harina de otro costal).

Pero al mismo tiempo, todo gran cambio, toda transformación social y cultural, todo gran poder, exige una gran responsabilidad. En este caso, la de fortalecer creativa y formalmente un medio como es el cinematográfico en particular y el de la narrativa audiovisual en general, sometido también en este siglo XXI a mutaciones radicales que están alterando por completo su naturaleza, su papel dentro del arte y la industria del nuevo milenio, la manera en que es creado y más aún aquella en la que es recibido por el espectador. Y es aquí donde el cine de la mayor parte de directoras nominadas y ganadoras de los Goya en los últimos años provoca cierta inquietud en el analista, el cronista y crítico cinematográfico que indaga seriamente en la naturaleza de sus aportaciones.

La actriz Clara Segura recibe el premio a la Mejor Actriz de Reparto por 'El 47' de manos de Elena Anaya

La actriz Clara Segura recibe el premio a la Mejor Actriz de Reparto por ‘El 47’ de manos de Elena Anaya

Tomando como ejemplo las citadas directoras y películas nominadas este año, encontramos en ellas una obsesión por el retrato casi en exclusiva de personajes femeninos, algo que se repite también edición tras edición, como si el ser mujer cineasta implicara necesariamente limitarse a tratar personajes e historias femeninos. Algo que, obviamente, no afecta a Pedro Almodóvar, presente una vez más con una película de mujeres, con mujeres y sobre mujeres.Los terrenos favoritos de las directoras premiadas o finalistas en las pasadas ediciones y también en esta aunque quizá en menor medida, son, una y otra vez, los conflictos familiares, las relaciones entre madres e hijas, los dramas intimistas, habitualmente también con una cierta carga didáctica entorno a temas omnipresentes en la agenda político-social dominante: el ambientalismo, la violencia contra la mujer, la maternidad, la memoria histórica de heroínas y mártires progresistas, la relación entre mujer y naturaleza…

Lejos de mí negar el interés o la relevancia de estos y otros temas afines, pero la repetición e iteración de los mismos, una y otra vez, puede a veces no solo provocar cierto desinterés en el espectador, sino también la sospecha de una explotación descarada: al éxito de Alcarrás de Carla Simón le seguiría el de 20.000 especies de abejas de Estibaliz Urresola, como al de su anterior Verano 1993 le seguirían el de Las niñas de Pilar Palomero y el de Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa. ¿Tendencia, escuela… o moda santificada por los medios institucionales?

Al mismo tiempo, sus supuestas virtudes formales y narrativas, su búsqueda de un nuevo realismo cotidiano, la presencia de actores y actrices no profesionales, su fusión y confusión entre la ficción, el documental y la auto-ficción, tras un primer momento de deslumbramiento, se han convertido en pura convención, no solo dentro del cine dirigido por mujeres en nuestro país, sino en gran parte del ámbito internacional. La teórica novedad de este lenguaje neo-neo-realista amenaza convertirse en manierismo, sin que aporte algo realmente significativo desde el punto de vista formal.

Es esta, desde luego, una cuestión que va más allá de las directoras, pues afecta a gran parte del cine“autoral” español e internacional, profundamente intervenido por capitales ideológicos, literal y metafóricamente hablando, que poco interés tienen en cuestiones técnico-artísticas o estéticas, más allá de ponerlas al servicio de un mensaje o mensajes determinados. Relatos con moralejas de naturaleza didáctica, que encuentran en el realismo normativo su mejor expresión.

Mientras vemos cómo en el ámbito de Hollywood y de otras cinematografías aún fuertes, como la francesa, la italiana y desde luego las asiáticas, surgen mujeres que conquistan a crítica y público con películas que utilizan géneros, historias y lenguajes totalmente diferentes, aquellas que intentan lo mismo en nuestro país resultan poco menos que marginadas, invisibilizadas y automáticamente olvidadas. Alice Waddington, Carlota Pereda o Jimina Sabadú, al margen de sus mayores o menores virtudes, no se cuentan entre las favorecidas por los Goya, la Academia o, peor aún, por quienes con mayor ahínco defienden o dicen defender la plena incorporación de la mujer al cine español.

¿Qué pasa exactamente con nuestras directoras “goyescas”? ¿No pueden como Kathryn Bigelow, Karyn Kusama, Claire Denis, Mary Harron o Rebekah McKendry contar historias de y con hombres y mujeres? ¿No saben como Coralie Fargeat, Jennifer Kent, Julia Ducournau, Ana Lily Amirpour o Marielle Heller contar historias sobre y de mujeres a través de géneros, estilos y argumentos imaginativos y fantásticos, capaces de llegar a un número más amplio de espectadores? ¿No pueden hacer que una fábula feminista, cargada de mensaje, resulte al tiempo divertida, espectacular y atractiva para el público, como han hecho Jane Campion, Sophia Coppola, Elizabeth Banks, Greta Gerwig, Zero Chou o Margherita Vicario? ¿O es que no les dejan?

¿Están los Goya promocionando realmente a la mujer en el cine español… O sólo una mirada y una manera de hacer cine de y para mujeres ideológica y hasta formalmente predeterminada? En ese caso, no se trataría más que de un nuevo sexismo, disfrazado sutilmente de inclusión e igualdad.