El amor como algo finito, temporal, eventual. El amor como algo que se descarta, que se apaga, que pierde su brillo… y entonces ya no sirve, y se desecha. Hay mucho empoderamiento y mucho feminismo en reclamar el propio deseo, en buscar relaciones afectivas estables o a la medida de nuestro corazón. Pero también hay mucha filosofía barata, mucho abandono, egoísmo y relativismo moral.
Esta particular forma de entender el amor, o la relación estable de pareja, incluso el matrimonio, se ha colado en las comedias románticas francesas (bueno, podríamos decir que en el cine en general, con algunas excepciones como Terrence Malick). Por un lado es positivo que se desmonte el mito del amor romántico ensalzado y engrandecido por Hollywood; por otro, ¿no estamos hechos acaso para el amor?
La proliferación de películas que van “contra” el amor ha provocado, en cierta manera, un cambio en la forma de acogerlas, ahora mucho menos crítica. Triunfan esos largometrajes en los que un matrimonio bien avenido pero aletargado acaba rompiéndose porque uno de los miembros, cuando no ambos, deciden tener aventuras extramatrimoniales. No es una idea muy original y, sin embargo… siempre funciona. Y esta es precisamente la idea detrás de Iris, la nueva película de Caroline Vignal, que retrata los miedos y la insatisfacción congénitos de nuestro tiempo en una “típica comedia romántica francesa”.
Iris
Laure Calamy protagoniza esta comedia romántica francesa: interpreta a una mujer a punto de cumplir 50 años que, a pesar de tener una vida aparentemente perfecta, decide buscarse un amante. Es odontóloga, tiene una vida cómoda, un marido tranquilo y una edad comprometida que la hace sentirse insegura con su atractivo y vida sexual. El guion propone una solución extrema y ella se lanza a la actividad clandestina de acudir a citas sexuales con desconocidos.
Sin una razón aparente más que el aburrimiento, Iris decide romper sus votos matrimoniales y traicionar la promesa que le hizo a su marido. Más allá de esto y sin caer en moralismos, la película tiene un incontestable punto gracioso, con escenas eróticas divertidas e incluso un número musical en el que Laure Calamy interpreta It’s raining men. Hay que reírse… o quizá no.
Back to Black
Tras el oscarizado documental Amy (2015), centrado en su caída a los infiernos, ahora llega a los cines Back to black, dirigido por Sam Taylor-Johnson, con la intención de celebrar el legado de la artista, más allá de la tragedia. Algo que, sin embargo, no consigue, maltratando la figura de la cantante y haciéndola prácticamente responsable de su caída en desgracia.
Con música de Nick Cave y Warren Ellis, este documental biográfico se mete en la vida personal y profesional de la también compositora, que comenzó como cantante de jazz para convertirse en una superestrella mundial de la música, aunque sólo pudo vivir 27 años, ya que en 2011 su vida se truncó debido al abuso del alcohol y drogas (y a las malas compañías, algo que la película no termina de retratar).
La mujer dormida
Laura Alvea, directora de casting y asistente de director en cerca de cuarenta trabajos (el último, la serie La chica de nieve), se adentra en el mundo de los fenómenos paranormales en su debut, La mujer dormida, un thriller dramático con tintes sobrenaturales en torno a una relación problemática.
Ana (Almudena Amor), auxiliar de enfermería, comienza a sentirse atraída por Agustín (Javier Rey), el marido de una mujer en estado vegetativo a la que ella cuida. Es entonces cuando empieza a ser acosada por extraños fenómenos que parecen tratar de echarla de la casa y separarla de Agustín.