MÚSICA

Muere Marianne Faithfull, la chica que quiso ser canción

Actriz y cantante, fue musa de los Rolling Stones, novia de Mick Jagger y la mujer que acabó siendo más fuerte que él. Símbolo de una generación que buscaba romper moldes y explorar nuevos horizontes, nos deja a los 78 años

Marianne Faithfull (EFE)

Hay personas que nacen para hacer historia y otras que nacen para que la historia las atraviese. Marianne Faithfull fue ambas. Fue la chica más guapa de Londres, la voz más frágil de los sesenta y la sombra más oscura de los setenta. Fue la musa de los Rolling Stones, la novia de Mick Jagger y la mujer que acabó siendo más fuerte que él; un rostro angelical en la portada de los periódicos y una cara desencajada en las calles de Soho. Fue una estrella fugaz y una superviviente. Murió a los 78 años, pero en cierto modo, lo hizo muchas veces antes.

Nació en 1946 en Reading, hija de un espía británico y una baronesa austriaca; un cóctel perfecto para acabar en el centro de todas las miradas. Fue descubierta en una fiesta por Andrew Loog Oldham, el mánager de los Rolling Stones. Al poco tiempo le cedieron una canción escrita por Jagger y Richards, As Tears Go By, y con solo 17 años se convirtió en la princesa del swinging London.

Pero el cuento de hadas duró lo que duran las drogas en hacer efecto. Su relación con Jagger fue el centro de todo, tanto de su gloria como de su caída. Se amaban con la intensidad de una canción de los Rolling, con la pasión de una generación que no creía en el mañana. Pero el mañana llegó, y con él, los estragos de la heroína, el alcohol y las malas decisiones.

Marianne Faithfull y Mick Jagger

En 1967, una redada policial en la casa de Keith Richards la inmortalizó envuelta en una alfombra de visón, supuestamente desnuda. El rumor de que escondía una tableta de ácido en su cuerpo se convirtió en leyenda urbana. Aquello fue el principio del fin.

Cuando Jagger la dejó en 1970, Marianne ya estaba al borde del abismo. Cayó en la heroína, perdió su casa, vivió en la calle. Su voz, que había sido cristalina y dulce, se volvió ronca y rasgada, como si hubiese tragado todo el humo del Londres de los setenta. “Fue un milagro que sobreviviera”, diría años después.

Y entonces, cuando nadie lo esperaba, resurgió. En 1979 publicó Broken English, un disco que no tenía nada que ver con la adolescente angelical de los sesenta. Era oscuro, sucio, brutal. Sonaba como si hubiera cruzado el infierno y hubiese vuelto para contarlo. La crítica lo adoró. Se convirtió en un icono del punk, una precursora del grunge sin haberlo intentado.

Desde entonces, se reinventó una y otra vez. En los noventa, en los 2000, en 2010. Grabó discos, actuó en películas, escribió memorias donde contaba toda la verdad. Nunca quiso edulcorar su historia y nunca intentó parecer la víctima. “Hice lo que hice. Y aquí sigo”, solía decir con una sonrisa entre cínica y orgullosa.

‘Broken English’ fue el sexto álbum de estudio de la cantante inglesa Marianne Faithfull, descrito por ella misma en su autobiografía como su “obra maestra”, 1979

Una de las últimas grandes damas del rock

En 2020, la pandemia por COVID-19 casi se la lleva. Perdió la voz durante meses, pero volvió a cantar. Volvió a Londres, volvió a sus recuerdos, volvió a su vida. Esta vez, sin embargo, no hubo regreso. Marianne Faithfull ha muerto, pero su historia sigue viva. Su voz aún suena en vinilos polvorientos, en playlists de Spotify, en los recuerdos de quienes la vieron brillar y caer y volver a levantarse.

Jagger, su viejo amor, la ha despedido con unas palabras cargadas de cariño. “Era una amiga maravillosa y una mujer increíble”, dijo Jagger. Las redes se han llenado de homenajes. Keith Richards, el otro gran testigo de su historia, ha compartido una vieja foto en la que Marianne sonríe, con ese aire de estrella caída que nunca terminó de tocar el suelo. Patti Smith ha escrito que fue “una de las últimas grandes damas del rock”. Nick Cave, que la adoraba, ha publicado un fragmento de Broken English, como si no hiciera falta decir nada más.

 

Un adiós sin despedida

El adiós a Marianne Faithfull no es solo el adiós a una cantante o a una musa. Es el cierre de una era que cada vez tiene menos testigos vivos. Se van los rostros que llenaban las portadas de los sesenta, las voces que marcaron el siglo XX, los supervivientes de una época en la que todo era posible y todo era peligroso.

Nunca quiso ser un mito. No dejó grandes frases para la historia ni se esforzó en construir un personaje. Se limitó a vivir, con toda la crudeza y la belleza que eso implica.

Hoy, su voz sigue sonando. En As Tears Go By, que ahora parece escrita para este momento. En Broken English, donde suena como un lamento de alguien que vio demasiado. En cada una de las canciones en las que puso su vida, con la certeza de que la música era lo único que realmente quedaría. Y así será. Porque Marianne Faithfull no fue solo una mujer que cantaba: fue una mujer que se convirtió en canción.

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