En las tranquilas calles de Beverly Hills, una pesadilla se desató una noche de verano que sacudiría no solo a una familia, sino a toda una nación. El 20 de agosto de 1989, José y Kitty Menéndez fueron brutalmente asesinados en su mansión. Detrás de la apariencia de una familia perfecta, los responsables de este macabro acto eran sus propios hijos: Lyle, de 21 años y Erik, de 18. Este crimen, lleno de intriga, avaricia y controversia, aún resuena en la memoria colectiva. Hasta Netflix se ha sumado al carro lanzando una serie llamada Monstruos donde Javier Bardem interpreta al padre de las criaturas.
Era una noche como cualquier otra en el exclusivo vecindario. Mientras Kitty se relajaba en el sofá viendo televisión y José revisaba papeles en su despacho, los hermanos entraron en la casa con escopetas. Lo que siguió fue un ataque implacable. José recibió el primer disparo en la parte trasera de la cabeza, muriendo al instante. Kitty, al escuchar el estruendo, intentó huir, pero fue alcanzada por los disparos mientras suplicaba por su vida. Los hermanos dispararon 15 cartuchos.
Tras cometer el asesinato actuaron con una frialdad escalofriante. Esa misma noche fueron al cine. Poco después llamaron a la policía, simulando haber descubierto el crimen y gritando histéricamente: “¡Alguien ha matado a mis padres!”.
Inicialmente los hermanos interpretaron el papel de huérfanos afligidos, pero sus acciones posteriores encendieron las alarmas. Apenas unas semanas después del crimen, gastaron un dineral en relojes de lujo, coches deportivos y una vida de excesos. Es como si intentaran maquillar el dolor, lo que los psicólogos llaman “desplazamiento”, pero en su versión más despiadada y superficial.
“Por supervivencia”
Cuando finalmente fueron arrestados, los hermanos ofrecieron una defensa que sacudió al país: “No lo hicimos por dinero. Lo hicimos por supervivencia”. La historia que contaron era espantosa: abusos sexuales, maltrato psicológico, terrores infantiles que supuestamente los llevaron a creer que la única forma de salvarse era eliminando a sus padres. Afirmaron que su padre planeaba matarlos para evitar que revelaran el supuesto abuso que habían sufrido durante años. Esta defensa dividió a la opinión pública: ¿eran víctimas que actuaron en un momento de desesperación o fríos asesinos que eliminaron a sus padres para quedarse con su fortuna?
El proceso legal se convirtió en un espectáculo mediático, con detalles escalofriantes que capturaron la atención de millones de personas. Tras dos juicios ambos fueron condenados a cadena perpetua. Los jurados rechazaron la versión de los hermanos sobre el abuso, concluyendo que el crimen fue motivado por la codicia y el deseo de controlar la herencia familiar.
Pero aún hay más. Actualmente Lyle y Erik Menéndez cumplen su condena en prisiones diferentes. Sin embargo, incluso tras las rejas, sus vidas han continuado de manera inesperada. Lyle se casó con una exmodelo…que luego se divorció de él al descubrir que mantenía correspondencia con otras mujeres. Años más tarde contrajo un segundo matrimonio con una periodista. Erik, por su parte, se casó con una mujer que incluso publicó un libro sobre su relación. Ya lo dijo el torero Rafael el Gallo: “Hay gente pa’tó”.