El artista con la mirada de niño

Miquel Barceló: “Pintar es una forma de vivir”

“Yo si tuviera 20 años iría a los toros porque es lo más transgresor y radical que hay en el mundo ahora mismo”, dice el artista mallorquín, que exhibe en la galería Elvira González hasta finales de marzo en la exposición 'Flores, toros y peces'

El artista mallorquín Miquel Barceló
El artista mallorquín Miquel Barceló

“Todo lo que pinto ahora ya lo pinté de niño”. Para los que creen, como Miquel Barceló (Felanitx, 1956), que pintar es recordar, o que pintar es vivir, como dice el mallorquín, encontrarán en él no sólo un referente, sino un verdadero mentor. El artista habla con la naturalidad de quien ha vivido y encarnado lo que dice; es una experiencia hecha grumo, hecha trazo, hecha carne. “No hay nada nuevo: cada vez que pinto algo, tengo la impresión de que ya lo había pintado cuando era preadolescente”.

Aparece en el Instituto Francés de Madrid con su look despeinado y su americana oversize en calidad de ‘padrino’ del programa cultural francés en España para 2025, presentado este martes por la nueva embajadora gala, Kareen Rispal. Y él mismo lo confiesa: es afrancesado porque ha pasado treinta años viviendo entre Francia y Mallorca, en un intercambio muy productivo: ha vivido y trabajado durante muchos años en París, donde se consagró internacionalmente y donde mantiene uno de sus estudios. “Mi vida ha sido así: cuatro meses en París, cuatro meses en Mallorca y cuatro meses en Bamako. Así durante 30 años. Siempre voy con retraso…”, confiesa.

La exposición 'Flores, peces toros', de Miquel Barceló, en la Galería Elvira González de Madrid

La exposición ‘Flores, peces toros’, de Miquel Barceló, en la Galería Elvira González de Madrid

En la inauguración de su exposición ‘Flores, peces toros’ en la Galería Elvira González de Madrid, Miquel Barceló declaró: “La pintura está ligada a la infancia. Seguramente sea cierto que aprendemos lo importante antes de los diez años […] En Mallorca aprendí el nombre de los árboles, los peces, los pájaros. Aprendí a silbar, tirar piedras, pescar, matar y destripar liebres y corderos, y cocinarlos. Suelo pintar lo que mato o lo que como”.

Sin embargo, de la pesca y la caza pasó a ambientes más refinados en la capital francesa, a la que llegó de joven y donde se movió en un círculo de escritores y poetas. “Pintores había pocos, no estaba de moda”, recuerda. Sin embargo, la ciudad se convirtió en su refugio intelectual y creativo, un lugar donde podía sumergirse en el cine, en las exposiciones y, sobre todo, en los museos, que para él son “estados mentales” más que lugares. De hecho, su relación con el Museo Louvre ha sido especialmente intensa. “Ya habían expuesto un cuadro mío antes, pero cuando te pasas tanto tiempo en un sitio y luego te invitan a exponer allí… es diferente”.

Ahora, el museo le ha abierto sus puertas de noche para que, como un copista del siglo XIX, trabaje en su versión de La balsa de la Medusa, la monumental obra de Géricault. “Estoy haciéndola como si fuera un taller del artista o un ring de boxeo”, comenta. Tiene carta blanca para recorrer las salas desiertas, tomar apuntes y observar en silencio la trágica escena de aquel naufragio que acabó en canibalismo y locura.

“Soy pintor, pero mucho más lector que escritor”

Miquel Barceló ha adoptado el francés como lengua de expresión para su libro de memorias De la vida mía. “Soy pintor, pero mucho más lector que escritor. El francés es mi lengua culta, me permite tomar distancia y sentirme menos responsable de lo que escribo que si lo hiciera en catalán o en castellano”, asegura. “La vida de un pintor es solitaria. Te la pasas hablando con fantasmas y en París hay mucho”, relata mientras detalla las mil formas en las que París le inspira y cuenta cómo muchos de sus amigos de entonces murieron de sida, “una enfermedad que atravesó a mi generación”. Es el único momento en el que Barceló hace una pausa reflexiva.

'De la vida mía' (Galaxia Gutenberg), libro de Miquel Barceló

‘De la vida mía’ (Galaxia Gutenberg), libro de Miquel Barceló

A pesar de que París le ha dado tanto, el gran viaje iniciático de Barceló fue en África. En Malí encontró su particular “gran universidad” y aprendió la lengua dogón, “que sirve para pensar”. “Siempre fue un lugar de piratería, el último en ser colonizado, con una cosmogonía animista impresionante”, explica. Pero su fascinación por la cultura maliense no es ingenua: “Parecía mentira que un país africano hubiera tenido ese desarrollo, pero eso es solo la visión europeísta y colonialista”, aclara. Su periplo por el continente africano se vio interrumpido por el creciente peligro en la región. “Pensé que nos iban a secuestrar en el Festival del Desierto de Tombuctú al que fui con Manu Chao, pero sobrevivimos”. Ahora, ve desde la distancia la paradoja de Malí: “Malí es un país gigantesco y pluricultural, con nómadas musulmanes y sedentarios animistas. Hay culturas de todos los tipos. Su paradoja es ser uno de los países más pobres del mundo y a la vez uno de los más ricos en cultura”.

Miquel Barceló tiene el tono de quien ha vivido en todas partes y a la vez en ninguna. “Siempre que llego a un sitio monto un taller, un lugar donde vivir y trabajar”. Como Raymond Roussel construyó una ‘roulotte’ para viajar sin moverse, cree Barceló que “el taller es una nave espacial en la que viajas sin moverte”. Sus estancias por el mundo han sido innumerables: “He vivido en más de cien países, desde el Himalaya hasta Australia”, relata. Esa movilidad constante también se refleja en su visión del mundo actual, un mundo que, según dice, “siempre ha sido convulso”. Sin embargo, hay algo que le desconcierta: “Si tienes buenas intenciones, hoy te tratan como a un peligroso comunista”. Por eso le gusta Europa y lo que representa: “París representa a Europa en ese sentido”.

Los artistas Ai Weiwei (Pekín, 1957) y Miquel Barceló (Felanitx, 1957), dialogan y reflexionan con sus obras acerca del mundo y la naturaleza

Los artistas Ai Weiwei (Pekín, 1957) y Miquel Barceló (Felanitx, 1957), dialogan y reflexionan con sus obras acerca del mundo y la naturaleza

El tema de las residencias artísticas (más allá de que en su caso instale su taller allí donde va) ha dado también pie a que hablara sobre la importancia de traspasar las propias fronteras. “Uno escoge y es escogido, y está bien salir de la zona de confort: y para eso hay que viajar. Y lo digo yo porque soy un chico de pueblo de una isla, es decir, de una isla dentro de otra isla. He necesitado viajar”.

La presencia de Barceló en el Instituto Francés también sirvió como presentación del programa ‘Escenas Francesas: Juntos, creativos, europeos’, la temporada cultural francoespañola de 2025. Un ambicioso proyecto que incluirá exposiciones, cine, danza, teatro y una fuerte apuesta por el arte contemporáneo. Como en el arte de Barceló, donde las fronteras entre culturas se desdibujan y se reformulan en cada pincelada, la programación busca poner en diálogo las distintas voces de la creación actual. Entre los eventos destacados está el homenaje a Costa-Gavras, una muestra de cine francés con lo mejor del año y una exposición de Nicolas Floc’h en el marco de PhotoEspaña.

“Mi vida en Mallorca es pintar y nadar, pero en París, como no puedo nadar nada, mi manera de nadar es ir al Louvre”, ironiza el artista, para quien “pintar es una forma de vivir”. Y, aunque en París no pueda nadar, sigue flotando entre lienzos, museos y recuerdos de una vida siempre en movimiento.

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