Obituario

Miguel Milá, el hombre que diseñó para las mujeres

El diseñador falleció ayer a los 93 años de edad. Conocido por su "sencillez", convertía objetos cotidianos en elegantes y funcionales

Miguel Milá (Barcelona, 1931) dedicó su vida a observar, deslizando su mirada sobre cada objeto como si buscara revelar sus secretos. Pero en realidad, lo que Milá encontraba eran deficiencias funcionales. De ahí su afán por resolver problemas, con el mínimo gasto posible, y repararlo casi todo. Desde su taller, en su casa de Esplugues, experimentaba con cualquier cosa que tuviera a mano. “No tiro nada. Algún día me sacarán de casa los trastos”, decía.

Milá fue un inventor que siempre procuró ser útil: simple, escueto, atendiendo la necesidad y la función como lo más importante. Un hombre con “hambre de herramientas” -decía que en pocos sitios era más feliz que en una ferretería– para quien trabajar era como estar de vacaciones. Él lo hacía como un científico, a base de prueba y error, buscando siempre la solución más sencilla: “Tengo una idea y voy quitando lo que sobra, hasta reducir la solución al mínimo”, explicaba. Así lo hizo en un puñado de diseños, como las lámparas TMC (1958), TMM (1961) y Cesta (1962) -que se venden desde hace más de medio siglo-, la chimenea A14, los bancos ‘NeoRomántico’ de Barcelona, o su elegante ‘Espantamosques’, objetos que son parte de la historia del diseño, y que muchos de ellos ideó, para solucionar necesidades familiares de las mujeres de su vida.

La lámpara de la tía Núria (TN LAMP) fue su primer diseño, creado en 1956 para que su tía, que era escritora, pudiera trabajar en su despacho. Este modelo terminaría convirtiéndose en la TMC, uno de sus diseños más icónicos, con el que cumplió su máxima: “una lámpara debe alumbrar y no deslumbrar”.

A María Valcárcel, Cuqui, su mujer, le diseñó un espantamoscas, pero elegante. Lo fabricó en su taller utilizando una caña de bambú y una pieza de cuero, y se lo regaló para que dejara de criticarle cada vez que usaba una pala cualquiera para ahuyentar las moscas. Cuando Cuqui lo vio, dejó de regañarle. Durante años, Milá obsequiaba a algunos de sus amigos con esta pieza, que se ha convertido en un imprescindible en las masías de l’Empordà.

Pero Milá no sólo diseñó para las mujeres de su familia. Cuando abandonó los estudios de arquitectura a finales de los 50 -fue muy mal estudiante-, se unió al despacho de su hermano Alfonso como interiorista. Era una época de escasez que aprovechó para crear nuevas cosas. Sus diseños pronto llamaron la atención de tres mujeres: Roser Ventós, Montse Tayà y Montse Tort, las fundadoras de Gres, una de las primeras tiendas de Barcelona especializadas en diseño moderno -cuando apenas se sabía qué era el diseño industrial- y que se convirtió en referente de la Gauche Divine. Así comenzó a colaborar con ellas: “La idea era hacer muebles sencillos, lo más baratos posible, pero que cambiaran las costumbres. Lo que ahora hace IKEA, pero entonces no existía” contaba Milá en el documental de Poldo Pomés. Lo consiguió y eso que jamás le preocupó ser innovador. “Lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor”, repetía. Y aclaraba: “Diseñar es ordenar los elementos que componen un todo”. Milá era orden -lo ordenaba todo- y método, cómo la artesanía, por la que tanto apostó en sus obra. “En cualquier momento puedes enderezar el proceso. Tiene una ventaja sobre el proceso industrial: que el resultado lo ves inmediatamente”, defendía.

Gran defensor del medio ambiente, era de reciclar y de no desperdiciar, y también de las energías alternativas —llevaba más de cuarenta años utilizando energía solar—. Se defendía de quienes le decían que estaba perdiendo dinero: “Me da satisfacción, y esa es la verdadera rentabilidad”. A Milá le daba más satisfacción el reconocimiento de los artesanos -con los que tanto trabajó-, que los premios, y eso que los celebró casi todos -desde el Compasso d’Oro al Nacional del Diseño, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o la Medalla de Barcelona, su ciudad-. Se empeñó en ser útil, y lo logró. Ha conseguido que sus obras acompañen sin molestar, como el mejor diseño.