Coppola emerge como un visionario en la extravagante aventura que es Megalópolis. Hay espacio para la ópera, el teatro, el circo, la política, Roma, la ciencia ficción, el futuro, la música, el periodismo, las celebridades, y por encima de este viaje a los abismos de la imaginación de Francis Ford Coppola está esa cuestión tan ‘Shakesperiana’ del ser o no ser.
Megalópolis se ha comido 120 millones de la fortuna del realizador, 40 años de su vida y una buena batería de críticas acusando al director de acabado. Puede ser un fracaso en la taquilla, puede no gustar, pero el cine necesita pioneros capaces que a sus 86 años quieran seguir siendo jóvenes. El realizador de clásicos como El Padrino y Apocalypse Now ha puesto su mirada en una fábula ambiciosa, que, sin lugar a dudas, el futuro descubrirá como una joya en el tiempo.
Coppola es el arquitecto de una historia donde se traza paralelismos entre los Estados Unidos y la antigua Roma. “Mis películas son un pequeño presente al público porque se relacionan con el futuro. Quería hacer de Estados Unidos la nueva Roma. Hoy Estados Unidos se equivoca y está a punto de pasar por la misma experiencia, por las mismas razones, por las que Roma perdió su República y terminó con un emperador. Esto va a suceder dentro de unos meses. En Roma, los senadores estaban más interesados en su poder y su propia riqueza que en administrar el país. Pues aquí ha pasado lo mismo. Nuestros senadores y nuestros representantes son todos ricos y manipulan su propio poder en lugar de gobernar el país” dijo Coppola.
Es Nueva York, remodelada como Nueva Roma, en algún momento del tercer milenio, aunque la mezcla de pantallas de alta tecnología con periódicos, flashes y autos de mediados de siglo sugiere un mundo que podría ubicarse en cualquier lugar entre 1930 y el año 3000. Bañada en un perenne tono dorado, la Nueva Roma se delata en decadencia indefensa ante la pegajosa corrupción. El cineasta, sin embargo, deja la ficción a un lado cuando se trata de confiar en los ciudadanos de su país. “En esta cinta conté con muchas personas que no están de acuerdo con mis ideas políticas. Hay actores en la película que votan de otra manera y hay personas que han sido canceladas. Pero en el rodaje todos trabajamos juntos y felices creativamente. No quiero que nadie diga que me he dejado influir. En este relato estamos por encima de la política. Tengo la esperanza de que podamos trabajar con personas que no están de acuerdo con nosotros, para avanzar hacia una meta más alta”.
Una apuesta personal
Después del costoso fracaso de su musical de 1982, One From the Heart, el director no pudo hacer despegar otra obra de amor de gran presupuesto, y el guion de Megalópolis languideció durante décadas en su cajón. Hace solo unos años regresó al proyecto, vendió parte de su negocio en la industria vinícola y aportó 120 millones de dólares de su propio dinero. Incluso después de terminar la producción, continuaron los contratiempos, desde dificultades para encontrar distribución hasta informes de que Coppola se había comportado de manera inapropiada con las mujeres en el rodaje, lo que el director no solo ha negado, sino que ha presentado una demanda contra la revista Variety por injurias. “Al final, solo el director sabe lo que está tratando de lograr”, apuntó Coppola. “Es muy difícil cuando hay personas que tienen ideas maravillosas, pero son diferentes a las tuyas. Eso hace que la colaboración sea un asunto complicado. La realización de esta película fue muy similar a la realización de Apocalypse Now, y Apocalypse Now todavía se puede ver 40 años después. Espero que Megalópolis sea una película así, donde cuanto más la ves más cambia en tu mente”. Aunque el alcance épico y la naturaleza profundamente personal de Megalópolis hacen que parezca una despedida para Coppola, él dice que todavía está ansioso por hacer más películas y seguir aprendiendo quién es como cineasta. En cuanto a ese estilo personal que siempre busca, se ha dado cuenta de que “sigo siendo alguien con un pie en el teatro y otro en el cine”. También es alguien que está emocionado de continuar su camino como un estudiante perpetuo. “A mi edad no puedo comer demasiado porque engordo. No puedo beber porque eso no es bueno para mí. Pero puedo aprender y escuchar música. Esos son los dos únicos placeres que me permito y es lo que sigo haciendo, sigo aprendiendo”.
Siempre gran colaborador de los actores, Coppola confiesa empujarlos a realizar actuaciones extrañas mientras mezcla citas de Shakespeare y emperadores romanos con juegos de palabras. “Es una epopeya romana, ¿qué puedo decir? Es una inmersión en un mundo que existe más de lo que debería. Por supuesto, se trata de lealtad, pero al final es mi visión sobre la esperanza”, dijo Coppola en el Festival de Cine de Toronto. “Hay seres humanos capaces de visualizar el futuro y afrontar cualquier desafío que se les presente para hacer un mundo hermoso para nosotros y para nuestros hijos. Es una película esperanzadora”. A lo largo de los años, Coppola ha aprendido a dejar improvisar a sus actores con la esperanza de que permanezcan en el papel mientras participan en actividades fuera de la película. Para El Padrino, los actores se unieron como si fueran una familia cocinando juntos una cena italiana; para Megalópolis les pidió que improvisaran en los ensayos. “Como nos los tenía a todos conmigo, les di a cada actor un suplente, y si un actor no podía estar allí, ensayaba con el suplente. Con esos ensayos sucedieron cosas que luego hemos incluido en la película. Cualquier valor que tenga Megalópolis proviene sustancialmente de mis colaboradores. Eso no es solo la película que yo quería hacer, es mejor porque es el resultado de una gran colaboración”.
Un hombre fuera del tiempo, el protagonista literalmente tiene el poder de detener relojes y remodelar el paisaje con su mente, sueña con construir una utopía que se conocerá como Megalópolis, lo que él llama “una ciudad con la que la gente pueda soñar”. “Ser artista significa no importarte lo que piensen de ti tus detractores y tampoco tus aduladores, ser artista es ser fiel a uno mismo” admite un realizador que, contra todo pronóstico, estrena en los cines Megalópolis tras pasar por los festivales de Cannes, Toronto y Nueva York e, independientemente de lo que se haya dicho de ella, merece la pena vivir la experiencia en los cines.