Meg Ryan es una de las figuras esenciales de la historia de la comedia romántica. Protagonizó las tres películas que representan el máximo exponente del género en los años 80 y 90, Cuando Harry encontró a Sally (1989), Algo para recordar (1993) y Tienes un email (1998), todas ellas escritas por Nora Ephron, y también prestó su singular vis cómica y su infalible adorabilidad a alrededor de una decena más de rom-coms de éxito hasta que, en parte por decisión propia y en parte por necesidad, su carrera cambió de dirección.
Por eso es fácil entender que Ryan haya elegido una comedia romántica como vehículo a bordo del que efectuar su regreso a la pantalla grande tras ocho años de ausencia de ocho años. Sin duda ese es el reclamo comercial de la nueva película que coprotagoniza junto a David Duchovny y que asimismo representa su segundo trabajo como directora después de Ithaca (2016). Se llama Lo que sucede después, y está dedicada a Nora Ephron.
Sus personajes principales son Willa y Bill, que fueron novios 25 años atrás y que se reencuentran inesperadamente en un aeropuerto a causa de los retrasos de sus respectivos vuelos. No tarda en quedar claro que su relación no terminó de forma amistosa, y que el tiempo los ha convertido en personas muy diferentes entre sí. Tras dejarse de formalidades, la pareja empieza a discutir y a reabrir así viejas heridas, y vamos descubriendo qué fue lo que los separó y algunos de los sinsabores que han experimentado posteriormente.
¿No hay final feliz?
En otras palabras, la nueva película podría entenderse como una secuela espiritual de las arriba citadas, que permite al espectador ver más allá del supuesto final feliz de hace tres décadas y confirmar que lo que sucede después es amargura y desamor. Sin embargo, la película traiciona una y otra vez su propia lógica, a través de varios elementos argumentales y escenas cursis que ponen en duda su autenticidad y su honestidad emocional. A través de unas pinceladas de fantasía, va evidenciándose que el aeropuerto mismo es un agente al servicio del destino y que eso es lo que ha forzado su reencuentro; y también queda claro entonces cuánto hay en la película de nostalgia por un género que ya no existe, al menos en la forma que tenía cuando Ryan se alejó de él.
Hay quien dice, en efecto, que la comedia romántica prácticamente ha muerto, en buena medida porque desde hace un tiempo las películas de presupuesto medio han dejado de ser una prioridad para los estudios de Hollywood, que en cambio prefieren concentrar sus esfuerzos financieros en los grandes blockbusters, y en parte porque hoy la inmensa mayoría de rom-coms que ven la luz son productos de baja calidad estrenados directamente en el ámbito del streaming; cierto, hace poco ha triunfado en los cines Cualquiera menos tú, que oficialmente es una comedia romántica pero que, ojo, da muestras de avergonzarse de serlo. La típica fórmula narrativa conocida como “chico conoce a chica” parece haber quedado anticuada, quizá porque el mundo actual es demasiado cínico para el tipo de idealismo amoroso que esas películas promueven. En todo caso, parece haber razones más específicas.
En primer lugar, la posibilidad de que dos perfectos desconocidos conecten de forma inesperada resultaba mucho más plausible antes de la llegada de internet. Hoy, las redes sociales se encargan de hacer el trabajo que antes atribuíamos a la casualidad o, sí, al destino. Hemos perdido la costumbre de vernos en la situación de estar esperando una llamada. Los paquetes se rastrean, y las ubicaciones se comparten, y existen algoritmos que examinan conexiones románticas incluso antes de que tengan lugar; encontrar un alma gemela puede tomar alrededor de 30 segundos, y nadie está dispuesto a correr bajo la lluvia para encontrarse con ella cuando basta con deslizar el dedo por la pantalla del teléfono. Hoy, Harry probablemente habría conocido a Sally en Badoo.
Hay que reconocer, además, que las comedias románticas a menudo eran dolorosamente formularias, y cursis, y tan poco realistas respecto al amor que hasta se las podía acusar de crear expectativas ilusorias sobre la pareja. Estaban fundamentadas en una versión idealizada del amor que en el mundo actual ha perdido vigencia. También solían ser retrógradas en cuestiones de género, y en el mejor de los casos tratan de nadar y guardar la ropa.
Incongruencias de género
Por un lado, sobre el papel reconocen que la mujer tiene derecho a ser independiente y buscar el éxito profesional, y posponer una relación de pareja a largo plazo y la maternidad, y hasta renunciar a ellas; por el otro, sin embargo, la sitúan en el centro de narrativas románticas tradicionales en las que se asume que ella no tiene mejores cosas que hacer que preguntarse si va a conocer al hombre adecuado, y estar dispuesta a ser humillada una vez cree haberlo encontrado.
Pongamos dos ejemplos que involucran a personajes protagonizados por Ryan. En la última escena de Tienes un email, Kathleen (Ryan) descubre que quien fue primero su némesis y luego se convirtió en su interés amoroso, Joe Fox (Tom Hanks) no solo es el hombre cuya compañía la obligó a cerrar su pequeña librería sino también el que ha estado seduciéndola de incógnito por internet. Es decir, el tal Joe ha acabado con su negocio y la ha estado mintiendo durante semanas y, al darse cuenta de ello, ¿cómo reacciona ella? “Quería que fueras tú. Tenía tantas ganas de que fueras tú”, responde. No tiene sentido.
¿Y qué hay de Cuando Harry encontró a Sally, una comedia por lo demás estupenda? En primer lugar, no hay más que revisarla para darse cuenta de cómo normaliza y hasta celebra la forma increíblemente egoísta que Harry tiene de tratar a Sally por sistema. Y, en segundo lugar, la película acaba ninguneándola a ella y traicionándose a sí misma para imponerle a la historia que cuenta un final convencionalmente romántico.
En una de sus primeras escenas, él asegura que un hombre y una mujer no pueden tener una relación afectiva puramente platónica, que no pueden ser simplemente amigos, mientras que ella asegura justo lo contrario. Y después de pasar casi todo su metraje dándole la razón a ella, más que nada porque es obvio que la tiene, renuncia a toda lógica para que ambos acaben juntos. Al menos en ese sentido, Lo que sucede después demuestra que las cosas han cambiado.