Maxine Minx se presenta decidida a una audición. Según le indican, el personaje para el que es candidata debe hablar “a través de su trauma”, y eso es justo lo que Maxine hace con maestría al iniciar la prueba, pronunciando con convicción desgarradora un monólogo en el que se confiesa perseguida por el diablo. Su devastadora interpretación impone un silencio atónito en la sala. Inmediatamente después, alguien le pregunta: “¿Te importaría enseñarnos los pechos?”. La escena sucede al principio de ‘MaXXXine’, y su mensaje está claro: el negocio del cine se dedica a explotar traumas y cuerpos femeninos. Y, a lo largo de la película, Maxine hará lo que sea por abrirse camino a través de él.
‘MaXXXine’ es la entrega final de la trilogía creada a medias por el director Ti West y la actriz Mia Goth, ya convertida en uno de los más recientes objetos de culto surgidos en el ámbito del cine de terror, y centrada en asuntos como el sexo, la violencia, la búsqueda de la fama como forma de huida y como rito purificador y la hipocresía de una sociedad irremediablemente lasciva pero también rematadamente moralista.
En la película que le dio origen, ‘X’, Goth encarnó no solo a Maxine, integrante de un grupo de jóvenes que a finales de los 70 llegan a una granja rural con el fin de rodar una ficción para adultos, sino también a la anciana cuya furia criminal acaban desatando. Su continuación, la precuela ‘Pearl’ (2022), viajaba atrás siete décadas en el tiempo para explorar los orígenes de esa anciana, también bañados de sangre. Ahora, la nueva película se ambienta seis años después de los acontecimientos relatados en ‘X’ para contemplar los esfuerzos de Maxine, erigida en estrella del cine porno, por alcanzar la fama como intérprete ‘mainstream’. Pero varios obstáculos se interponen en su camino: de entrada, un asesino en serie apodado ‘El acosador nocturno’ —inspirado en el infame Richard Ramírez— está matando a mujeres jóvenes que tratan de abrirse camino en Hollywood, y una pareja de policías sospechan que ella podría estar relacionada con él. Además, está siendo acosada por un hombre misterioso que amenaza con revelar su implicación en lo sucedido años atrás en la citada granja, cuyo recuerdo la sigue atormentando.
Las tres películas de la trilogía rinden tributo a eras pasadas de la historia del cine: ‘X’ es un homenaje visual y narrativo al cine ‘slasher’ de los años 70, y en concreto a ‘La matanza de Texas’ (1974), ‘Pearl’ se inspira en los musicales clásicos de los años 50, y ‘MaXXXine’ está evidentemente influenciada tanto por los thrillers de terror de los años 80 como, en general, por toda la historia del cine de género. A lo largo de su metraje encadena sin descanso citas a obras de Brian De Palma, de Abel Ferrara, de Dario Argento y de Lucio Fulci, entre muchos otros. En una de sus escenas, Maxine corre a través de los estudios Universal, cruzando uno de los decorados de ‘Érase una vez en… Hollywood’ (2019) para llegar al Bates Motel de ‘Psicosis’ (1960), donde es acosada por un detective que lleva la nariz vendada como Jack Nicholson en ‘Chinatown’ (1974). En otra, debe enfrentarse a un sujeto que, quién sabe por qué, viste igual que Buster Keaton.
Ese tipo de referencias son constantes a lo largo de ‘MaXXXine’ pero, a decir verdad, no aportan gran cosa. Aunque la película resulta indudablemente entretenida —al menos para aquellos con estómago suficiente para soportar sus escenas de ‘gore’—, y visualmente impactante en escenas que muestran la sangre que brota de la parte inferior de una trituradora de coches o una maleta llena de miembros amputados que cae por unas escaleras, West se dedica mucho a hacer guiños cinéfilos y muy poco a usar la película para dar verdadero miedo, o siquiera para tejer un entramado narrativo satisfactoriamente coherente.
Asimismo, y a diferencia de sus dos predecesoras directas, ‘MaXXXine’ no muestra intenciones satíricas o irónicas, ni ofrece análisis o reflexiones de relieve. No tiene gran cosa que decir sobre el neopuritanismo que asoló Estados Unidos en los 80, y muy poco acerca de la podredumbre que ocultan las rutulantes fachadas de Hollywood o de cómo la industria del cine se aprovecha de los sueños de éxito de tantas aspirantes a actrices para explotarlas.
Por último, hay un aspecto más en el que sale mal parada de la comparación tanto con ‘X’ como con ‘Pearl’: el trato que da a sus personajes femeninos en general y a su heroína protagonista en particular. Su metraje incluye ciertas dosis de violencia ejercida sobre los hombres —de forma especialmente gráfica en una escena en la que un escroto desnudo es aplastado en primer plano por un zapato de tacón de aguja, eficazmente diseñada para hacer que cualquier espectador masculino se retuerza en la butaca—, pero presta mucha más atención a mujeres amenazadas, mercantilizadas, acosadas, observadas lascivamente, torturadas y aniquiladas. Cierto, así funcionaban las cosas en las películas que West homenajea, pero, decimos, en ‘MaXXXine’ no hay comentario, ni revisión, ni subversión.
Por lo que respecta a Maxine, la película la retrata como una superviviente despiadada y feroz, dispuesta a hacer cualquier cosa por la fama, pero no le llega a dar la sustancia suficiente para convertirla en algo más que una excusa en virtud de la que escenificar diferentes tipos de violencia. No le concede la oportunidad de tomar decisiones particularmente inteligentes o sorprendentes, y se muestra menos interesada en ella que en las cosas terribles y repugnantes a las que se enfrenta o que suceden a su alrededor. Si las heroínas de ‘X’ y ‘Pearl’ hablaban con detalle de sí mismas, sus motivaciones y sus anhelos, ‘MaXXXine’ atiende más a la sangre y la violencia que a nada de lo que Maxine tenga que decir.